Estaba don Esteban El sabio degustando un vermú con soda en el club Sancarmeño cuando un gaucho le contaba a unos amigos que en esos días el hijo tenía que hacer el catecismo.
Entonces mi gurí me ha mandau a recitarle los diez mandamientos mientras él contestaba su significancia, pero yo solamente conozco uno, el "no matarás" y del resto no sé ni jota. Uno de los que estaban en la rueda le dijo que don Esteban, allí presente, seguramente podría esclarecerle el asunto.
Y, ¿qué me dice, don Esteban, se anima a desarmar el ñudo?, le preguntó el gaucho desorientado en los asuntos religiosos.
Como no, amigazo, ahora no sé si lo que le voy a decir le cuadre a su hijo, pero bue... Ahí va. Y don Esteban empezó a soltar el verbo.
El primero es: "Amarás a Dios sobre todas las cosas". ¡Un egoísmo del tamaño del mismo creador!, digo yo. Porque eso significa que debemos amar a un ser que nunca vimos más que a nuestros propios hijos. Bueno, si vemos como permitió que padeciera su propio hijo antes de morir clavado en una cruz, ¿que esperar para nosotros hijos? Vade retro Satanás, prefiero darle mi amor a mis gatos y perros, que al maula ese.
El segundo es: "No tomarás el nombre del Señor, tu Dios en vano". ¿Para quién está dirigido el mensaje, me pregunto yo? Pregunto esto porque veo que los primeros a desobedecer este mandamiento son los propios sacerdotes, empezando por los papas, los principales cabecillas de la banda, y los pastores, unos ladrones y aprovechadores hasta decir basta.
El tercero dice: "Santificarás las fiestas". Ya empezamos con el pie izquierdo desde el vamos, porque no hay nada más alejado de una fiesta que la santificación, ya que fiesta es diversión y alegría; con algún traguito sí, pa´ animar, pero nada de abusar, eh, sino se viene el desmadre. Ahora, aburrirse como un hongo escuchando una sarta de blablablá insufrible, como si el oído fuera un escusado, ¡por favor! ¿Santificar una fiesta?, eso sí que es pecado, digo yo.
El cuarto dice: "Honrarás a tu padre y a tu madre". ¡Epa!, vamos que hay padres y padres, eh, y lo mismo se puede decir de muchas madres por ahí. Que madre hay una sola, todo bien, se entiende, al final, nadie nace por partes, pero del dicho al hecho hay mucho trecho. Y ¿qué pasa con los que son criados por sus abuelos? ¿No debería el mandamiento decir: "honrarás a quienes te crían?, digo, no sé. Ahora si quieren que me ponga en modo "bruto" empiezo a hacer preguntas sobre madres maltratadoras y padres degenerados, que los hay de a montones, ¡ojo!
El quinto manda: "No matarás". Well, well, well, como dicen los ingleses, temita espinoso este, ¿no? ¿Qué carajo es eso de capellanes con grados de capitán en las fuerzas armadas, si los ejércitos fueron creados para matar, sea el enemigo extranjero o compatriota? Pero ahí está el curita, bendiciendo a los hombres que van a matar a otros hombres, mujeres y niños, y a desbastar ciudades. Un dato, por si alguien no lo sabe: el papa Pío XII (¿"pío"? ¡Qué descaro!, más bien debió llamarse Impío XII), se hizo el mula y estiró la mano para hacer la vista gorda mientras Hitler y Mussolini mataban gente a troche y moche, ¿qué tal, eh?
El sexto dice: "No cometerás actos impuros". Este mandamiento hay que explicárselo a martillazos en los huevos a los curas pedófilos y violadores. De las monjas no puedo decir nada, ¡pero puedo suponer!. Al final, váyase a saber qué es lo que no hacen detrás de los impugnables muros de los conventos, para mí que son todas lésbicas, ¡listo, lo dije! y antes de pasar al próximo mandamiento no quiero olvidarme del jefe de los jefes. Sí, acertaron, Dios, el mismo coño e´ madre que le gusta hacer hijo en mujer ajena. Y esta apreciación del Altísimo va para aquellos que no se han parado a pensar, salvo César Vallejo y yo, que el susodicho fue el creador del primer cornudo manso de la historia, José, el padrastro de Jesús, un carpintero que a pesar de trabajar la madera nunca le dio un palazo a nadie.
El séptimo advierte: "No robarás". Bueno, acá vamos a aclarar que hay formas y formas de robar, que lo mismo da agarrar un arma y saber decir "arriba la manos", sonando más o menos convincente, que vaciar bolsillos a través del diezmo; o agarrar una barreta y forzar puertas para desvalijar casas que pasar la latita al final de cada misa. Es lo mismo paisanos, que nadie se engañe. Y qué decir de los pastores, estas criaturas del señor son más ardilosos que los católicos, y eso me recuerda a aquello que se oye a menudo de que el alumno superó al maestro; bueno, ellos pasaron la lección con un "muy buen diez, felicitado", y un solo pastor roba más que diez curas juntos.
El octavo dice: "No darás falso testimonio ni mentirás". Ese es otro mandamiento que le cae como anillo al dedo tanto a católicos como a los otros granujas. Lo que se ve de ciegos que vuelven a ver y paralíticos que vuelven a caminar "milagrosamente" y estatuitas de santas que aparecen en los lugares más improbables y vírgenes de yeso que derraman lágrimas o sangre, de la misma manera milagrosa, que para qué te cuento. ¿Si eso no es dar falso testimonio ni mentir, qué es entonces me pregunto yo?
El noveno dice: "No consentirás pensamientos ni deseos impuros". Bien, a este mandamiento casi que lo defino como al sexto, porque una cosa lleva a la otra, es decir ambos van de la mano.
Y el décimo y último dice: "No codiciarás los bienes ajenos". Si esto fuera respetado a rajatablas por las entidades eclesiásticas no tendrían tantas posesiones que no hay cómo enumerarlas. La cosa tuvo su punto álgido en la edad media cuando empezó la santa inquisición donde al hereje se lo despojaba de sus bienes, joyas, muebles, casa y terreno y al que no le gustara que fuese a reclamarle al papa, para ver cómo el tiro le salía por la culata.
Bueno, esta es mi interpretación amigo, según lo que yo he podido apreciar. Y dicho esto, Don Esteban terminó el vermú, se despidió y abandonó el recinto, bajo un alboroto de aplausos.
DON ESTEBAN Y LOS DIEZ MANDAMIENTOS por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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