Cuando era chico por un tiempo tuvimos dos mascotas: un perro pequinés llamado Mateo y una gata siamesa llamada Canela. Con el tiempo notamos que Mateo y Canela se habían enamorado el uno del otro. Y sería insensato pensar en lo inverosímil ya que a Mateo, que era muy cascarrabias y alborotador, nunca lo sacábamos a pasear y Canela, como le dábamos pastillas anticonceptivas, tampoco salía de casa para nada. Entonces teniéndose el uno al otro, ¿qué esperar sino que acabaran enamorándose, aunque sea por falta de opción? Pero a partir de cierto tiempo, mis padres a menudo se enojaban con él y lo correteaban por todo el patio. Al principio, cada vez que les preguntaba el motivo de aquellas carreras contra Mateo, me decían cualquier cosa. Hasta que una tarde descubrí que lo que mis padres llamaban de "bailar la cumbia", tenía otro nombre y era parecido a lo que ellos hacían por las noches.
Una vez vino a visitarnos una amiga de la familia, traía un bebé en los brazos; ella le dijo a mi madre que a pesar de las pastillas anticonceptivas igual había quedado embarazada, por eso no nos sorprendimos cuando a Canela le empezó a crecer la panza. En seguida temimos por los gatitos cuando Mateo, por celos, quizás los quisiera matar. Pero nos engañamos redondamente, porque su comportamiento fue ejemplar, como el de un verdadero papá podría decirse. Y con el tiempo nos dimos cuenta del porqué de su adorable comportamiento y hoy somos los únicos dueños de gatos que ladran y perros que maullan.
Las Mascotas por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
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