viernes, 9 de julio de 2021

UN VIEJO VERDE MENOS EN EL MUNDO



El viejo verde asomó el esqueleto enclenque de su obscuro ser en la acostumbrada esquina. Algo, el instinto de caza, la costumbre quizás, hizo "click" en su mente y sus ojos rapaces mecánicamente buscaron la parada de colectivos, a poco metros.  

   Una presa, sola e incauta, esperaba un colectivo. 

   El viejo verde se refregó las manos y avanzó con sigilo, devorando con los ojos las tiernas carnes que revestían armoniosamente aquel cuerpo joven. 

   Llegó a su lado como llegan los fantasmas, sin alarde, desde la nada. 

   El aroma que exhalaba la muchacha arrancó de su boca una frase que escondía más de lo que aparentaba: 

   Hola, muñequita, le dijo, casi pegado al oído. 

  Alertada por el aliento azufrino que despedía la boca del lobo, la muchacha ignoró el saludo

   O hizo como que no lo escuchó.

  "Entonces la guachita de mierda se hace la sorda", pensó el sórdido rufián. 

   Y ya iba a continuar con su acoso verbal cuando la muchacha levantó un brazo. 

   ¿Un colectivo? ¿Tan pronto? ¡Qué mierda! 

   El viejo verde apretó los puños y golpeó el suelo con un pie.

   Pero, no era un colectivo. No. Era un auto al que le hacía señas. 

   "Pero mirá la mocosa, viaja de remís y todo", se dijo el malpensado, achicando los ojos y secándose la espuma acumulada en la comisura de los labios. 

   El auto paró, la muchacha se inclinó en la ventanilla y, señalando al viejo verde, le dijo al conductor: 

   ¡Es ese ahí!  

   El conductór llevó su mirada torva hacia el viejo.

   El viejo verde agrandó los ojos, borró la sonrisa despectiva que le dibujaba el semblante al instante y se puso blanco. 

   Un segundo después los ojos del conductor empezaron a llamear. 

   El viejo frunció el culo y puso cara de viejito inocente. 

   El conductor abrió la puerta y creció y creció y lo habría visto creer un poco más si el viejo no hubiera dado media vuelta para encaminar su achacada humanidad de carne derrumbada hacia la esquina. Esquina que ahora le pareció desmesuradamente lejana, como si nunca fuera a alcanzarla. 

   Enseguida escuchó un portazo y un furioso "¡Vení acá, viejo degenerado, que te voy a enseñar!" 

   La frase amenazadora le alargó la vereda y la esquina fue a parar a dos siglos de distancia, un lugar humanamente inalcanzable. 

   Y entonces una mano poderosa le estrujó los huesos de un hombro y enseguida su esqueleto cubierto de piel marchita fue brutalmente comprimido contra el muro del motel, cuyo interior nunca llegó a conocer. 

   Yo... yo..., balbuceó, como rogando, como implorando, mientras se atajaba con las manos temblando de la pies a la cabeza. 

   Y estas fueron sus últimas palabras, antes que la barreta en la mano del enfurecido padre de la muchacha lo enviara sin escalas ni intermediarios al mismísimo infierno, con un certero golpe en la sien que le partió la cabeza en dos. 

   Y así, y ahí acabaron los días de ese viejo verde. 

Licencia Creative Commons
UN VIEJO VERDE EN EL MUNDO por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.

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