Volvía a la casa arrastrando los pies por el camino de tierra que une Santa Carmen con San Antonio. Como nadie con vehículo volvió esa noche a Santa Carmen, el gaucho regresaba a pie mientras su boca rompía el silencio nocturno con quejas contra el patrón desalmado que no le providenció un vehículo para arrimarlo hasta el rancho.
¡Y con tanta camioneta en la estancia al puro cuete!, volvió a quejarse.
¡Si no juera por la suerte maula que le jodió la pata al Malacara! Ahora se lamentaba por la pata de su caballo, quebrada al cruzar un vado mientras arreaban el ganado; al cual tuvo que sacrificar allí mismo, al pie de un barranco, para que no sufriera.
Guiado solo por el resplandor de la iluminación pública del pueblo, lejano todavía, seguía por aquella oscuridad escasamente iluminada por las distantes estrellas cuando una potente luz le cayó encima, igual a potentes focos iluminando de pronto el centro de un escenario hasta entonces en penumbras. Intentó levantar la vista, pero aquella luz lo cegó instantáneamente, dejándolo medio mareado, hasta que enseguida se desvaneció a medias, como por efecto de alguna anestesia.
Sintió, entretanto, que una fuerza invisible, porque no sentía manos que lo agarraran, lo succionaba hacia las alturas. Después de aquello fue la nada total.
En cierto momento despertó y se vio rodeado por un mundo cibernético vacío de significados y más allá, muchísimo más allá, de su comprensión. Estaba recostado en una camilla, sumergido en el mayor silencio. Vio luces intermitentes de varios colores que se prendían y apagaban solas y bancadas llenas de botones y de incomprensibles instrumentos. Se bajó rápidamente y corrió hacia un ojo de buey, de los tantos que había distribuidos en aquel recinto circular. Entonces vio la tierra, lejana, redonda y azul; el corazón se le subió a la boca y los pensamientos se le barajaron. Un miedo como jamás sintiera por nada de este mundo ocupó, a una velocidad alucinante, la totalidad de su consciencia, pero incapaz de apartarse del ojo de buey, se quedó allí, paralizado, clavado como una estaca, viendo cómo el planeta se alejaba lentamente de sus ojos.
UN GAUCHO HACIA LAS ESTRELLAS por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
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