Entró, lo compró y después fue directo a la casa de un amigo, que casualmente tenía un gato de mascota.
Cuando su amigo apareció para abrir el candado del portón traía al gato en los brazos, pero ¿quién dice que el conejo dejó que Chuck entrara? Se puso tenso y se le escurrió dentro de la chaqueta y se quedó asomando la cabeza y con aquellos ojazos, ahora más parecidos a dos tomates "cherry", que no se apartaban de las manos del amigo de Chuck.
En un momento vuelvo, dijo el amigo. Al rato, volvió sin el gato. Pero el conejo siguió demostrando, con pataleos de loco alucinado, que no estaba dispuesto a entrar. Chuck, al ver los ojos atemorizados del conejo, se compadeció de él y desistió de la visita.
Otro día paso, le dijo a la amigo y tomó el rumbo de casa.
El conejo suspiró aliviado y recobró la compostura, y no era para menos, pues se alejaba del llavero con la pata de conejo, que el amigo de Chuck sostenía en una mano.
EL CONEJO por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
EL CONEJO por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
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