I- CIELO
Después del desgarramiento de la muerte la vieja anduvo medio perdida vagando sin rumbo fijo de nube en nube hasta que chocó en algo duro, sopló para despejar la bruma que impedía descifrar aquella dureza y vio que se trataba de una puerta. Arriba estaba escrito: CIELO, entonces tocó timbre y esperó a que San Pedro viniera a abrirle.
Un ángel con cara de angelito abrió la puerta.
Buenas, soy el ángel Miguel, ¿qué desea, señora?, dijo, con cortesía, el espíritu celeste. La vieja se decepcionó, esperaba ser recibida por el mismo San Pedro; lo había oído desde chica, en cambio, la recibía un ser de rango menor.
Pero bueno, qué se le va a hacer, suspiró por dentro.
¿Que qué deseo?, deseo entrar m´hijo, le aclaró, sarcásticamente, olvidándose que en el cielo ciertas costumbres terrenas no son admitidas. Por lo menos hasta donde se sabe.
Me temo, señora que llamó a la puerta equivocada. Usted no puede ser admitida en el reino del señor, respondió el ángel, abriendo las manos.
¿Cómo que no puedo entrar?, reclamó la vieja, saltando como leche hervida.
El ángel miró a ambos lados de los hombros cerciorándose de que nadie andaba cerca, entonces para estar a la altura de la vieja prepotente engrosó:
Lo siento mucho ente pecador, pero la ley es la ley. No insista que es al pedo.
La vieja, viendo que el ángel de angelito solo tenía la cara, bajó el tono.
Pero si yo ya me arrepentí de mis pecados, le confirmó.
El ángel fue determinante y rotundo.
Sí, sí, todo lo que usted quiera, pero aquí en el informe dice (el ángel sacó una planilla debajo de la túnica) que se arrepintió unos minutos antes del deceso. Lo que no quiere decir absolutamente nada, si eso contara el cielo no sería cielo, sería infierno y entonces tendríamos dos. ¡Como si con uno ya no fuese suficiente! Ay, ay, ay, nada peor que un arrepentido de última hora.
Entonces exijo hablar con Dios, exigió la vieja, volviendo a ser ella misma
¡¿Qué?!, negativo, el único que puede hablar con él es su hijo, aclaró el ángel, cruzándose de brazos.
No es lo que se dice en la tierra, argumentó la vieja.
En la tierra se dicen muchas cosas, depende del bando y según la conveniencia, advirtió el ángel.
Bueno, entonces exijo hablar con el hijo. La vieja tampoco estaba dispuesta a dar el brazo a torcer.
Negativo, tiene prohibido abrir la boca. Después de la confusión que hizo allá abajo, su padre le prohibió dar entrevistas y hablar con extraños, dijo el ángel, y se quedó negando con la cabeza.
Entonces exijo ser atendida por su jefe inmediato, es decir San Pedro, angelucho de mierda, bramó la vieja.
El ángel, ya hasta por acá con la vieja pendenciera, perdió los estribos y golpeó pesado:
A ver si entiende, vieja chota. Primero: acá nadie exige nada; segundo: tanto hace como tanto hizo si quiere hablar con Dios o con Cristo, nadie puede hacerlo sin autorización expresa firmada por el mismo Creador, lo que quiere decir: cuando a Él se le cante las santas pelotas; y tercero: Cristo pagó, y bien caro, por gente como usted para que venga exigiendo atención exclusiva e inmediata; el pobrecito todavía está de penitencia mirando la pared. Claro, que fue por su manía de hablar por medio de parábolas lo que acabó provocando que nadie entendiera un carajo.
Bueno, que se joda por no hablar en criollo. Pero de cualquier manera ese informe ahí debe estar equivocado, insistió la vieja.
¿¡Pare de mentir, ente infame!, es que nunca va a decir una verdad siquiera, ni después de muerta. ¡Qué descaro! ¡Y en las mismas puertas del cielo! Definitivamente, el mundo está perdido, se descargó el ángel.
¡Pero se lo juro angelito!, gimoteó la vieja, bajando la cresta otra vez.
¡Ah, con que ahora soy angelito! ¡Angelito las pelotas! Aquí sin ficha limpia no entra ni el papa, es más, el día que entre uno me pego un tiro. El ángel incorruptible la tenía clara y no iba a ser una vieja granuja que lo embaucara así nomás.
Pero fíjese bien, seguro que es de otra persona, imploró la vieja.
Aquí nadie se equivoca, así que hágame el favor de dar media vuelta y desaparecer de mi vista, no ve que dificulta el tránsito. Mire la cola hasta donde llega. Así no hay nubes que lleguen, puntualizó el ángel, manteniéndose inflexible.
Le reitero que debe ser una equivocación, insistió la vieja, reprimiendo la rabia.
Desmienta entonces que nunca se ganó el sustento con el sudor de su frente como se debe, increpó el ángel, seguro de lo que decía.
Claro que no, se atajó la vieja.
¡Ah, entonces lo admite!, dijo el ángel, apuntándola con el dedo indicador de la mano derecha.
¡Pero si le dije que no, bestia!, explotó la vieja.
Ente retardado, le dije que desmintiera y usted respondió que no. A ver, ¿dígame, qué parte de la gramática no entiende? El ángel se quedó esperando la respuesta con las manos en la cintura.
¡¿Gramatiqué?! Bueno, me equivoqué. Yo creí que...
El ángel la interrumpió.
Claro, siempre se equivocó en la vida porque siempre creyó mal. ¿Sabe lo que es usted? ¿No?, bien, yo se lo digo: una yocreísta, dijo el ángel, soltando una risotada.
Pero entonces, ¿adónde voy a ir?, dijo la vieja, haciendo pucherito con la boca.
Al mismísimo infierno, señora y que le sea tibio, dijo el ángel y le cerró la puerta en las narices.
Después del rechazo en el cielo la vieja volvió a errar entre los meandros del limbo hasta que encontró un cartel indicativo que decía: AL INFIERNO POR AQUÍ. Una flechita mostraba una cueva.
¿Cómo que acá tampoco puedo entrar?, le reclamó la vieja, como lo hiciera antes con el ángel del cielo, al guardián patovica parado delante de las puertas del infierno.
La ley es la ley, enemiga de lo bueno y lo noble. No insistas, dijo el gorila infernal.
Pero en el cielo me dijeron que el infierno es mi lugar, le explicó la vieja.
Y a mí qué me interesa lo que dicen en el cielo. No sabes que allá está lleno de mentirosos. Esos granujas siempre mandan la peor escoria para acá, gruño el guardián.
Que yo sepa el mentiroso es su patrón, objetó la vieja.
Usted por lo visto no entiende nada de nada, ¿no?. No sabes acaso que la verdad y la mentira es una cuestión de conveniencia, aclaró el patovica.
Diablillo, por favor se lo pido, hágame un lugarcito, ¿sí?, suplicó la vieja.
¡Imposible!, acá en el informe dice que te has pasado de la cuenta, zorra. Una cosa es un pacadillo aquí, otro por allá, pero hacer del pecado una religión ya es competir con el mismo demonio para ver quien es más diablo, ¿no lo crees tú?, dijo el guardián, achicando los ojos.
Pero... pero..., titubeó la vieja.
Shhhito y a llorar al campito, dijo el gorilón, anteponiendo un dedo delante de los labios.
¡Qué shhhito ni nada, pelirrojo de mierda! ¡Exijo hablar con el diablo, qué carajo!, chilló la vieja, mostrando su verdadero carácter
¡Epa, epa! En qué antro oscuro has aprendido esos modales, guarra; dentro de una iglesia seguro que no. Pero si es así como te gusta jugar, lamento decirte que has perdido por goleada, vieja, respondió con una carcajada el patovica infernal.
No pienso moverme de acá hasta ser atendida como corresponde a una dama, advirtió la vieja.
¿Pero quién se cree que es esta vieja chocha, la última Coca-cola del desierto?, preguntó en voz alta para sí el oscuro guardián.
Es que ese informe tiene que estar equivocado, señaló la vieja.
Aquí lo único equivocado es tu cerebro, macabra, retrucó él.
Entonces, si es así yo no me muevo de acá, sentenció ella.
El guardián estaba que no se aguantaba más de zamparle una patada en el culo a la vieja insistente.
Pero mira vos, cómo serás de jodida que no te importa ni un poco arder en el infierno por el resto de la eternidad. !Anda a ser mala de ese modo a la casa del carajo! Quiero ver si no salís de acá cuando te zampe un tridente al rojo vivo en el culo, quiero ver, sentenció el guardián.
Pero entonces, si no puedo entrar ni en el cielo ni en el infierno, ¿adónde voy a ir?, preguntó la vieja.
Al purgatorio, vieja podrida, y espero que se haya acabado todo el estoque de papel higiénico para que te hundas en tu propia mierda, dijo el guardián, soltando una risotada que despeinó las greñas de la vieja, después cerró la entrada de la cueva con una pesada piedra.
NI CIELO NI INFIERNO por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
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