1- Todo estaba minuciosamente calculado, detalle por detalle, con cada cosa en su lugar. De manera que cuando ella no bien apareció en la cocina y abrió la boca, él, veloz y letal, agarró el sacacorchos y se lo enterró en la sien izquierda. Ella tambaleó sin emitir sonido alguno al tiempo que trataba de arrancarse el sacacorchos sin conseguirlo mientras sus ojos, desorbitados, parecían buscar una razón para aquello, que en ese momento se le antojaba escurridiza.
¿Una razón es lo que buscas, perra maldita, eh?, despotricó él y en seguida agarró la cuchilla y se la clavó diez veces en el abdomen , una por cada maldito año de aguantar su tiranía sin límites.
Ella, ya sin reacción alguna, se desplomó entre estertores.
Ahí tienes una razón, escupió él, después emitió, en una seguidilla infame, dementes carcajadas mientras apuntaba con un dedo las patéticas pantomimas de su mujer que trataba inútilmente de detener los chorros de sangre que la encharcaban toda. De pronto él paró de reír, había llegado el momento de acabar ya con aquella desgraciada; sopesó el martillo un par de veces y luego procedió a destrozarle el cráneo con múltiples y furiosos golpes, uno, dos, tres, cuatro, cinco...
2- Ya estás soñando con pajaritos de colores otra vez, infeliz. La voz de su esposa lo trajo a la triste realidad.
Anda, ve a limpiar el patio que da asco. ¡Que te apures, digo!, ordenó ella, gritando como un demonio.
Sí, querida, contestó él y de cabeza gacha se encaminó al patio a cumplir la orden impartida mientras pensaba en guillotinas, galones de gasolina y electrocuciones en la bañadera para la próxima vez.
UXORCIDIO por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
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