A la altura en que el personaje principal estaba entre la espada y la pared, sin tener con qué defenderse del agresor que lo acorralara en la habitación vacía de la casa que acababa de alquilar, a pesar de las advertencias de unos vecinos de que en la casa vivía un fantasma maldito que devoraba a sus propietarios, Victorio se quedó dormido, dejando caer el libro al piso, sobre la cartuchera y el cuaderno de geometría.
Por la mañana, al poner los pies en el piso se dio cuenta del desparramo. Juntó libro, cartuchera y cuaderno y fue al baño; después a la cocina, a desayunar. Cuando volvió a su habitación lo tentó continuar la lectura, pero "las obligaciones deben estar en primer lugar", decía siempre su madre. De manera que agarró el cuaderno, la cartuchera y se dispuso a terminar el trabajo escolar a medio hacer la noche anterior. Cuando se deparó que le faltaba el compás, lo buscó y lo buscó por todos lados, debajo y detrás de la cama, en los rincones, entre la funda de la almohada y hasta en los cajones de las medias y los interiores, aunque sabía de lo improbable de encontrarlo allí, pero una vez había extraviado la goma de borrar y la madre acabó encontrándola en la heladera, dentro de la mantequera, así que...
Finalmente desistió, al final era sábado. De manera que buscó el libro. Victorio frunció el ceño y en seguida le echó un vistazo desconfiado a la habitación: el personaje principal, que estaba acorralado la noche anterior, había huido de la habitación, donde quedaba, tirado en el piso, el fantasma maldito, con un compás enterrado en uno de sus ojos.
EL COMPÁS por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
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