1
Después que Daya terminó de prepararle la bandeja con los Mangalore Buns, Anand fue a sentarse al jardín, lugar que tiene casi como sagrado, y donde suele pasar largas horas tomando el desayuno o practicando la lectura y escritura, siempre que el tiempo lo permita.
Era una mañana alegre, con el canto de las aves y el ruidoso movimiento de los monos entre la arboleda que tanto le agradaba oír. Anand cerró los ojos y dejó que el primer bocado le arrancara un profundo suspiro.
2
En la copa de los árboles el suspiro de Anand no fue desapercibido por los monos, que suspendieron lo que hacían de inmediato y fijaron su atención en él.
De vez en cuando se miraban entre sí, o bien lo hacían hacia Bandor, el jefe de la manada. De pronto vieron al mayordomo acercarse a Anand.
3
La irrupción del mayordomo, sacó a Anand del mundo de profundos suspiros y dulces sabores.
Mi, señor..., dijo el mayordomo.
¿Qué deseas, Kiran?
El señor Singh ha llegado y desea verlo.
¿Singh, a esta hora? Anand frunció el ceño, bueno, está bien, dile que ya voy a su encuentro.
Sí, mi señor, respondió el mayordomo y se retiró tan silencioso como había venido.
Anand abandonó la bandeja con los buñuelos con pesar y fue a ver qué deseaba el señor Singh.
4
En la copa de los árboles la retirada de Anand inquietó a los monos, que de inmediato se agruparon y empezaron a secretear.
Bandor, que miraba fijamente para la bandeja, allá abajo, de pronto emitió un gruñido y toda la manada fijó los ojos en él. Le hizo señas a uno de los monos, que de inmediato se lanzó por los aires y saltando de gajo en gajo llegó al lado de la mesa y rápidamente se hizo de la bandeja. Y con la destreza del más hábil y eficiente mozo llegó a la copa de los árboles sin dejar caer ningún buñuelo.
5
Los monos, agrupados alrededor de la bandeja, se deliciaban como nunca cuando notaron a Anand retornando a la mesa, entonces detuvieron la fiesta y esperaron.
Anand, apenas vio la mesa vacía, se llevó una decepcionante sorpresa.
Pero ¿adónde han ido a parar mis Mangalore Buns?, se preguntó, rascándose el turbante. Pero pasada la sorpresa, sus ojos treparon a las alturas; y aunque no vio los buñuelos ni la bandeja las barrigas abultadas de los monos fue suficiente para comprenderlo todo. Amonestó a su persona por descuidada, pero a pesar del disgusto se sorprendió haciéndoles una reverencia a los monos. En seguida volvió a entrar en la casa y los monos, al festín con los buñuelos restantes, escondidos entre el follaje.
6
Al rato, Anand retornó a la mesa con otra bandeja repleta de Mangalore Buns en las manos. Al primer bocado, otro profundo suspiro subió hasta las copas de los árboles y en seguida, los pasos de Kiran, acercándose nuevamente a su amo; movimientos estos que pusieron a la manada en alerta.
7
Mi, señor, la pequeña Alisha ha despertado y reclama su presencia, le comunicó Kiran.
¡Ay, mi fiel Kiran, creo que hoy no es mi día!, exclamó Anand. Enseguida entraba a la casa, seguido de cerca por Kiran. Entonces los monos se fijaron en la bandeja que quedaba solitario en la mesa.
8
El mismo mono que había robado la primera vez, se irguió en dos patas y se disponía a lanzarse al aire cuando una mano de Bandor le oprimió el hombro. El jefe, el índice oscilando delante de su cara ceñuda, le indicó que desistiera de la idea; enseguida lo llevó a la sien y la golpeó tres veces. ¿Pensar, pensar qué? El mono no entendió la actitud de Bandor, pero si el jefe ordenaba algo lo sensato era obedecer sin chistar.
9
Al poco tiempo, cuando Anand volvió al jardín cargando en sus brazos a la pequeña Alisha, se llevó otra sorpresa, esta vez grata: la bandeja continuaba en la mesa, e intacta. Levantó la vista a las copas de los árboles; los monos lo observaban quietos y en silencio. Por largo rato se los quedó viendo: Anand conversaba con su consciencia.
10
Momentos después, los monos, expectantes, vieron que Anand se levantaba y, tras una nueva reverencia, les ofrecía la bandeja, la cual dejó al pie de uno de los árboles.
Luego, la hija en brazos, Anand se retiró a la casa. Momento en que Bandor le chistó al mono ladrón y le indicó que ahora sí podía apoderarse de los buñuelos.
11
"Otra mañana alegre en el jardín", pensó Anand, a la mañana siguiente, cuando llegó al jardín para devorar los deliciosos Mangalore Buns que traía en una bandeja. De pronto notó un gran gajo de bananas sobre la mesa, y al lado las bandejas del día anterior. Anand levantó la vista; las aves cantaban y los monos, ruidosos como de costumbre entre la arboleda, como si tal cosa, a no ser por las disimuladas miradas de reojo echadas hacia abajo, que Anand no dejó de percibir.
De pronto Anand hizo sonar la campanilla, y cuando Kiran apareció le pidió que llevase las bananas a la cocina y que le pidiera a Daya para preparar otras dos bandejas de Mangalore buns.
ANAND Y LOS MONOS por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
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