Él, después de su otro yo.
Despertó, se desperezó, se levantó, fue al baño, abrió la canilla, se cepilló los dientes, se lavó la cara, cerró la canilla, se secó la cara, salió del baño y fue a la cocina. Allá ya estaba su otro yo, tomando mate; le ofreció uno, lo aceptó, lo tomó, se lo devolvió y se fue a vestir. Cuando pasó por la cocina su otro yo ya no estaba. Agarró el bolso, fue hasta la puerta, la abrió, salió a la calle, pasó llave, caminó hasta la parada y se quedó esperando el colectivo. Cuando el colectivo llegó, subió, pagó y se fue a sentar. Bajó frente al trabajo, cruzó la calle, abrió el portón, entró, cerró le portón y cuando llegó al fondo, allá ya estaba su otro yo, de nuevo tomando mate; le ofreció uno, él lo aceptó, lo tomó, se lo devolvió y se fue a encender las máquinas. Cuando pasó hacia el depósito de materia prima su otro yo ya no estaba. Trabajó de corrido y cuando terminó apagó las máquinas, agarró el bolso, fue hacia el portón, lo abrió, salió a la vereda, cerró el portón, cruzó la calle, fue hasta la parada y esperó el colectivo. Cuando el colectivo llegó, subió, pagó y se fue a sentar. Bajó en su parada, caminó hasta la casa, abrió la puerta, entró, le pasó llave, colgó el bolso, fue hasta el baño, abrió la lluvia, se bañó, cerró la lluvia, se secó y fue a la cocina. Y allá ya estaba su otro yo, tomando mate; le ofreció uno, lo aceptó, lo tomó, se lo devolvió y se fue a dormir.
Su otro yo, antes que él.
Despertó, se levantó, se cambió, fue al baño y después a la cocina; prendió una hornilla, llenó la pava de agua, puso la pava a calentar, sacó el mate, la yerbera y preparó el mate. Al rato oyó a su otro yo desperezarse, levantarse, ir al baño, abrir la canilla, cepillarse los dientes, cerrar la canilla, venir a la cocina y mirarlo. Le ofreció un mate; el otro yo lo aceptó, lo tomó, se lo devolvió y se fue a cambiar. Él terminó de tomar mate, guardó la yerbera, el mate, dejó la pava sobre la cocina y fue hasta la puerta; la abrió, salió a la vereda, pasó llave, caminó hasta la parada y se quedó esperando el colectivo. Cuando éste llegó, subió, pagó y fue a sentarse. Bajó frente al trabajo, cruzó la calle, abrió el portón, entró, volvió a cerrar el portón y cuando llegó al fondo prendió la cocinita, llenó la pava de agua, la puso a calentar y preparó el mate. Cuando el agua estuvo lista se puso a tomar mate. Al rato, oyó a su otro yo abrir el portón, entrar, cerrar el portón, llegar al fondo y mirarlo. Le ofreció un mate; el otro yo lo aceptó, lo tomó, se lo devolvió y se fue a encender las máquinas. En seguida guardó el mate, la yerbera y dejó la pava sobre la cocinita; después fue hasta el portón, lo abrió, salió a la vereda, cerró el portón, cruzó la calle y caminó hasta la parada. Esperó el colectivo y cuando éste llegó subió, pagó y se fue a sentar. Cuando llegó a su parada, bajó, caminó hasta la casa, abrió la puerta, entró, le pasó llave y fue a la cocina. Prendió una hornilla, llenó la pava de agua, la puso a calentar y preparó el mate y así, mateando, estuvo hasta el atardecer cuando oyó a su otro yo abrir la puerta, entrar, pasar llave a la puerta, colgar el bolso, ir al baño, abrir la lluvia, bañarse, apagar la lluvia, venir a la cocina y echarle una mirada. Le ofreció un mate; el otro yo lo aceptó, lo tomó, se lo devolvió y se fue a dormir. Él terminó la pava, guardó el mate, la yerbera, dejó la pava sobre la cocina y se fue a dormir también; estaba muy cansado, como si a ese día lo hubiera vivido dos veces. Cuando entró a la pieza su otro yo, ya en el séptimo sueño probablemente, roncaba de lo lindo.
Esa noche soñó que despertaba, se levantaba, se cambiaba, iba al baño, hacía lo que tenía que hacer y cuando llegaba a la cocina un otro igual a él ya estaba allí, tomando mate; de inmediato le ofrecía uno y él lo aceptaba, lo tomaba, se lo devolvía y luego seguía a la pieza, donde se cambiaba y agarraba el bolso, pero cuando se dirigía a la puerta de calle el otro ya no estaba. Después abría la puerta, salía a la vereda, pasaba llave y caminaba hasta la parada, donde esperaba el colectivo, y cuando esté llagaba, subía, pagaba y buscaba un asiento. Al rato bajaba, cruzaba la calle, llegaba al trabajo, abría el portón, entraba, cerraba el portón, caminaba hasta el fondo y allá volvía a encontrase con el tipo igual a él, tomando mate; él le ofrecía uno y él aceptaba, lo tomaba, se lo devolvía y luego iba hasta donde están las máquinas. Las encendía, y cuando se dirigía al depósito de materia prima el otro ya no estaba. Entonces se ponía a trabajar de corrido y más tarde cuando terminaba, apagaba las máquinas, agarraba el bolsón, iba hacia el portón, lo abría, salía a la vereda, cerraba el portón, cruzaba la calle, caminaba hasta la parada y esperaba el colectivo, y cuando éste llegaba subía, pagaba e iba a sentarse. Al rato bajaba en su parada, caminaba hasta la casa, abría la puerta, entraba, cerraba la puerta, colgaba el bolso, iba hasta el baño, abría la lluvia, se bañaba, cerraba la lluvia, se secaba e iba a la cocina, donde nuevamente el otro igual a él tomaba mate; le ofrecía uno, él lo aceptaba, lo tomaba, se lo devolvía y se iba a dormir. Cuando despertó se sentía más cansado que cuando se había ido a la cama; le dolía todo el cuerpo, como si no hubiera descansado nada, y, en cambio, vivido el día anterior tres veces.
UN YO Y SU OTRO YO por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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