viernes, 6 de noviembre de 2020

FANTASMAGORÍA

 

A Kirkpatrick no le gustó mucho la idea de pasar la velada en el castillo de su amigo Whitefield, pero no se atrevió a declinar la invitación por temor a ofenderlo. El desagrado venía a cuenta por lo que se hablaba por ahí sobre el castillo Whitefield: se decía que estaba asombrado por fantasmas. 

   El chirrido de la puerta lo estremeció, como cuando leía historias de terror, y el estremecimiento aumentó ante la figura fantasmagórica del mayordomo. Hasta pensó en inventar algún malestar con lo cual volver sobre sus pasos, pero sus piernas, que parecieron sufrir una parálisis repentina, se lo impidieron. El mayordomo, para dar una descripción exacta, era el retrato vivo de Lovecraft, pero mucho más viejo y con la palidez de un difunto, como si el escritor hubiera vivido hasta los noventa y pico. 

   Antorchas y velas alumbraban débilmente aquel castillo, lóbrego, húmedo y gris. Mientras era conducido hasta la biblioteca, donde lo esperaba su amigo, hubo de agacharse varias veces para esquivar las telarañas que caían como mortajas semitransparentes del techo sombrío.  

   ¡Qué alegría recibirte en mi humilde hogar!, dijo Whitefield, al recibirlo. 

   La alegría de poder visitarte es mía, mintió Kirkpatrick. 

   Charlaban de tiempos idos mientras bebían licor y fumaban cuando, algún tiempo después, se presentó delante de ellos el mayordomo anunciando que la cena estaba lista. Kirkpatrick se puso pálido, juraba que no había sentido llegar al mayordomo, pero estaba ahí, delante de su nariz, con lo que acabó concluyendo que la distracción de la charla con el amigo había hecho que pensara tal locura. 

   Gracias, Wilbur, enseguida vamos, dijo Withefield. 

   El mayordomo asintió, inclinando la cabeza y les dio la espalda... y atravesó la pared. 

   Kirkpatrick cayó sentado en el sillón del cual acababa de levantarse. Whitefield, al ver la palidez en el rostro de su amigo, se le acercó. 

   ¿Qué tienes, mi buen amigo?, le preguntó, preocupado. 

   ¿Qué que tengo?, que acabo de ver a tu mayordomo atravesar la pared, eso tengo, dijo Kirkpatrick, temblando descontroladamente. 

   Whitefield soltó una carcajada. 

   Ah, fue eso. Pero mi querido Kirkpatrick, Wilbur es solo un fantasma, fiel y muy eficiente por cierto, pero ¿qué te podría hacer el pobrecito?, dijo Whitefield. 

  ¿Qué que me podría hacer?, muchas cosas, además de asustarme, dijo Kirkpatrick, todavía hundido en el sillón. 

   Mi querido Kirkpatrick, libérate de pensamientos supersticiosos; fantasmas no asustan, nosotros nos asustamos con ellos. Más miedo y temor infundimos nosotros los vivos, ellos ya no, le dijo Whitefield, palmeándole un hombro mientras volvía a reírse a carcajadas. 

                                                                          

Licencia Creative Commons
FANTASMAGORÍA por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.

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