lunes, 28 de septiembre de 2020

ALMA ATRAPADA


El primer trabajo importante que le dieron en el diario a Henry Holden lo llevó a las planicies del oeste americano, acompañando al reportero. El trabajo consistía en retratar las costumbre de los indios. Con el reportero no hubo problema, pero con él... 

   Los indios se negaron a fotografiarse, pensando que la máquina tenía el poder de atrapar en imágenes las almas de los retratados. De nada le sirvieron los artilugios que fue capaz de echar mano, y solo pudo sacar una sola fotografía, escondido entre los arbustos: un indio que se encaminaba con arco y flechas para una cacería. 

   El indio había salido de mañana y ya mediando la tarde no aparecía. Ésto inquietó a la tribu, con lo que se formó un grupo de búsqueda. Ya era noche hecha cuando el grupo apareció trayendo al cazador sobre el lomo de un caballo, herido de muerte. Lo había matado un oso, abriéndole el pecho a zarpazos. 

   Una nota más, dijo el reportero. 

   Y quizás ninguna fotografía, acotó él.

   De regreso en la redacción del diario, el reportero se puso a pasar a máquina sus apuntes y él se encerró en el laboratorio fotográfico a fin de rebelar la posible única fotografía. Minutos más tarde se escucharon ruidos, como de cosas siendo rotas y gritos provenientes del laboratorio. Antes que llegaran a la puerta los colegas lo vieron salir, pálido como el mármol, y cerrar con fuerza la puerta tras de sí; tenía la camisa rasgada y manchada de sangre a la altura del hombro, y una flecha atravesada en un hombro. 

   ¡¿Qué ha ocurrido?!, le preguntaron, sorprendidos,los colegas. 

   Corrí con suerte... si no estuviera demasiado... oscuro, no sé..., fue todo lo que dijo, entre espasmos y la vista turbada, antes de caer desmayado. 

Licencia Creative Commons
ALMA ATRAPADA por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

EL SUICIDA Y EL LOCO

    Rapallo, Genova -  Febrero de 1883  Parado al borde del acantilado, Amedeo flexionó las piernas y cuando estaba a punto de dar el gran s...