jueves, 3 de septiembre de 2020

WALTER, EL GALÁN


Walter se frotaba las manos nerviosamente mientras observaba la totalidad de la plaza. De pronto, Luis apareció en una esquina y Walter, al verlo, cruzó corriendo la calle, alcanzó la plaza y, sin disminuir la carrera, fue a su encuentro. 

   ¿Y, qué tienes para mí?, le dijo, sin poder esconder su ansiedad. 

   A mi hermana le gusta todo lo que provenga, sea o se refiera a Gustavo Pérez Lloris, el galán de televisión, le dijo Luis, estirando la mano derecha. 

   Gracias cuñado, eres un genio, le dijo Walter, buscando en los bolsillos del pantalón los dos paquetes de cigarrillos pactados como pago por la información. 

   Walter, decidido a ganarse el amor de Luciana, la hermana de Luis, fue bajo pretexto de visitar a la tía Maruja a pasar dos semanas a su casa en Ciudadela. Al otro día de su llegada y los siguientes, se la pasó comprando todas las revistas de espectáculo, de actualidad y de fotonovelas donde apareciera cualquier cosa sobre el galán, y una vasta variedad de ropas y calzados como las que vestía en las fotografías. Y por las noches, junto a su tía, mientras miraban la novela protagonizada por el galán, Walter imitaba mentalmente sus maneras de actuar y de hablar. 

   A su regreso fue a la casa de la peluquera que atendía a su madre con una revista Radiolandia para que le cortara y le tiñiera el cabello igual que el galán exhibía en la tapa. Era viernes. El sábado se pasó todo el día ensayando frente al espejo del ropero su interpretación del galán. El domingo la ansiedad lo sacó de la cama temprano; no veía la hora que llegara la tarde cuando Luciana, como todas las tardes de domingo, estuviera en la plaza con sus amigas esperando la misa. 

   Walter se frotaba las manos nerviosamente, mientras observaba la totalidad de la plaza. De pronto, Luciana y sus amigas aparecieron en la esquina de la plaza y fueron a sentarse en el banco enfrente de la iglesia. Walter cruzó la calle con pasos firmes y decididos. Ya en la plaza cambió de paso y empezó a hacerlo como el galán. Walter aún no sabía cómo la abordaría, solo que empezaría con un "hola Lucy", y después, según su reacción, la invitaría a tomar un helado y mientras daban la vuelta a la plaza le declararía su amor. 

   Faltaban diez metros para llegar al banco, y Walter ya sudaba horrores. De repente, un automóvil frenó bruscamente detrás suyo, pero no le interesó dio importancia, sus ojos eran para Luciana, que justamente en ese momento desvió la vista hacia él. Detrás suyo alguien preguntaba por el hotel del pueblo, pero Walter no escuchó nada, porque su mente solo oía la voz de Luciana, que ya se ponía de pie, y ya avanzaba hacia él, primero caminando, después abriendo los brazos. Walter sonrió de felicidad. Luciana estaba ahora a tres metros suyo. ¡Cómo le brillaban los ojos! Walter no cabía dentro de sí de tanta emoción, por eso abrió los brazos para recibirla. 

    Pero...

   ¡Salí de adelante, idiota!, le dijo ella, empujándolo hacia un lado. 

   Walter trastabilló y la siguió con la mirada, sin comprender qué había sucedido. Luciana continuó corriendo y se paró junto al automóvil que estacionara hacía un momento detrás de Walter. Luciana le decía al conductor, casi gritando, "yo sé donde queda el hotel, te acompaño", y después la vio ingresar al vehículo. Walter corrió hasta él y se agachó lo suficiente para ver que el que preguntaba por el hotel era nada menos que Gustavo Pérez Lloris, el galán, que huyendo del asedio de las fans decidiera pasar unos días de incógnito en el interior de la provincia. 

Licencia Creative Commons
WALTER EL GALÁN por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.

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