Dentro del despacho del comisario.
Me encuentro en un dilema, diría que me siento acorralado en un callejón sin salida, ¿entendes, Salinas?, se quejó el comisario Rodriguez al cabo, cuando éste se presentó para iniciar su turno, pava y mate en manos. El cabo Salinas le puso agua al mate y se lo pasó.
Pero, ¿no hay un testigo siquiera?, preguntó.
Sí, el marido, pero es lo mismo que nada, respondió el comisario, no escuchó nada porque es sordo y tampoco pudo ver algo porque es ciego.
Entonces cierre el caso y listo, jefe y no se haga más mala sangre, le recomendó el cabo.
La resolución del caso no me preocupa, al final, nadie le va a poder devolver la vida a la pobre viejita. Me preocupa el viejito, que no tiene a nadie más en la vida, ¿quién se hará cargo de él de ahora en adelante?, dijo el comisario, la preocupación estampada en la cara.
El estado, jefe, el estado, le aclaró el cabo.
¿El estado?, como está la cosa ahí afuera nadie quiere cargar con el fardo ajeno, dijo el comisario.
Y, ¿por qué no le echa la muerta encima, jefe? Primero que aclara el crimen y segundo, en la cárcel al estado no le va a quedar otra que atenderlo, ¿no cree? El comisario arqueó una ceja y se quedó pensando que una idea es mejor que no tener ninguna.
Una Idea por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
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