"Huir, huir, siempre huir".
"¿Existe la libertad?"
"No".
Esta conversación consigo mismo permanecía dentro de la cabeza de Luna Llena, inamovible, desde hacía un buen rato.
Luna Llena iba a la cabeza, detrás, lo seguía el resto de la tribu, una línea oscura en medio del desierto nevado. Huían de una horda de depredadores, como tantas que siempre andaban acechando, como bestias carroñeras, en el lugar menos pensado.
Por lo tanto, mismo no estando la amenaza aún permanecía.
"¿Existe la libertad?"
"¿Como podría si desde que nacemos no hacemos otra cosa que avanzar hacia el propio final?"
"Entonces avanzar es lo mismo que huir, y en esa huida vamos encontrándonos cara a cara con distintas partes de un mismo todo, aquello de lo que huimos: la muerte".
Luna Llena abandonó sus apesadumbrados pensamientos y levantó una mano, y la señal de alto se extendió a lo largo de fila. El que iba por último se dio vuelta y se quedó mirando, alerta y con ojo avizor, el horizonte blanco.
La techumbre del cielo empezaba a ponerse oscura. Pronto anochecería, había que darse prisa.
La tribu dejó caer las bolsas de cuero donde cargaba toda suerte de cosas en la nieve blanda.
Luna Llena demarcó un círculo y otros miembros retiraron toda la nieve hasta tocar el suelo firme, luego trajeron la preciada leña, tan primordial como la caza y la recolección de alimentos.
Después todos rodearon la hoguera y entre murmullos comieron algo. Un punto luminoso en la negrura de la noche silenciosa.
Ruidos de nieve siendo aplastada los pusieron el alerta: eran Venado en la Pradera, Halcón Solitario, con medio oso despellejado en las espaldas, y Río Cristalino, con las armas y la piel de la bestia, que los alcanzaban.
¿Han visto algo?, preguntó Luna Llena.
No, nada, respondió Río Cristalino.
Se referían a la horda. Le llevaban varios días de ventaja, pero marchando en la nieve era fácil que le siguieran el rastro.
Ya habrán alcanzado la aldea, pero no conformes con los restos vendrán atrás de nosotros, dijo Venado en la Pradera, como para si mismo.
¿Cuánto faltará para llegar a las cumbres heladas?, le preguntó Halcón Solitario a Luna Llena, el único que conocía la región por la que iban.
Según mis cálculos, mañana por la tarde, a más tardar, deberíamos empezar a divisarlas. Eso si mantenemos el mismo ritmo de marcha como hasta ahora.
Las mujeres rodearon las partes del oso, desmembrando, salando y guardándolas en varias bolsas de cuero curtido. Al rato, volvieron a rodear el fuego, donde se echaron a dormir abrazadas a sus hijos más pequeños y maridos, quien los tuviera, sino acurrucándose contra cualquiera.
"Huir, huir, siempre huir".
"¿Existe la libertad?"
"No", siguió pensando Luna Llena hasta que el sueño lo venció.
HUIR, SIEMPRE HUIR por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.