Aquella mañana que tomé el Mitre en Victoria, sentido Tigre Retiro, ya venía lleno, como siempre; así que me apretujé entre la gente apelotonada en la confluencia de las puertas y el pasillo. Pero ya a la altura de La Lucila pude acomodarme de espalda contra las puertas que no abren. en el primer asiento a mi derecha estaba sentada una muchacha leyendo un libro al revés, al revés pero respetando el sentido de izquierda a derecha, lo que complicaba aún más la lectura que si invirtiese el sentido (lo último lo noté porque ella marcaba la línea que leía con un dedo). La verdad parecía como si sostuviera el libro para leyera (normalmente, como se debe) el que estuviera parado frente a ella, como yo en ese momento. Y lo hubiera hecho con gusto si no fuera porque los anteojos de aumento los tenía en la mochila, y debajo de la marmita para colmo. Conjeturé que leía de esa manera como ensayo para un nuevo récord que un día estaría impreso en el Guinnes, o quizás estuviera medio chiflada, o lo hacía para llamar la atención, o porque simplemente era una chica rara, qué sé yo. Un par de estaciones más adelante vi un lugar vacío y me fui a sentar.
Perdón, le dije, hace mucho tiempo, desde que leías "En El Enjambre" a decir verdad, me llamó mucho la atención tu manera de leer (ella había cerrado el libro y me miraba sin decir nada); bueno, si no te importa me gustaría saber el porqué, es por cura curiosidad. Pensé que me diría "y a vos que te importa", pero no fue así.
Claro, cómo no, dijo sonriendo, pasa que leo de acuerdo al mundo, que está de piernas para arriba o de cabeza para abajo, como prefieras, y a la sociedad, en donde se hace todo, o casi todo, al revés. La verdad busco, en este acto sin sentido de leer al revés y de izquierda a derecha, algún sentido que me ayude a encontrarle la vuelta a la cosa. Me quedé pensando por un momento, antes de preguntarle si estaba llegando cerca.
No, me dijo, haciendo una mueca graciosa, pero cada vez somos más, aclaró enseguida. A todo eso el tren ya había arribado a Retiro, entonces nos bajamos, confundiéndonos entre la multitud de cientos de seres apurados por traspasar las máquinas validadoras.
A la mañana siguiente, tomé el tren como siempre y esta vez tuve suerte, en Beccar bajó una señora y pude sentarme. Entonces saqué los anteojos y un libro de la mochila, puse el libro cabeza abajo y empecé a leer de izquierda a derecha: yo también era uno más que quería encontrarle la vuelta a la cosa, al mundo, a la vida.
LA CHICA QUE LEÍA AL REVÉS por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
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