martes, 11 de agosto de 2020

CUADROS TEMPERAMENTALES


A pedido de la señora, el dueño del camión de mudanzas, que tenía cierta urgencia por cuenta de un inconveniente de orden bancario, se dispuso a dejarle a su ayudante para que la ayudara con la acomodación de los muebles. 

   Eso sí, tendrá que darle un extra, le aclaró el hombre. 

   Sin problema, respondió la señora. 

   El muchacho empezó a acomodar los muebles donde la señora le indicaba, lo que era más pesado lo hacían juntos, el resto lo hacían por cuenta propia. En un cierto momento la señora le pidió al muchacho para que le hiciera el favor de clavar en diferentes lugares de la pared del living los clavos donde pensaba colgar unos cuadros que aún estaban empaquetados. Terminado el trabajo el muchacho, viendo que la dueña estaba atareada en otra habitación, se ofreció a colgarlos. 

   Bueno, Enrique, te agradezco que me hagas el favor, le dijo ella y le indicó los lugares de cada cuadro.

   El del gato lo quiero cerca de la ventana, el de la brujita más acá y el del lustrabotas al lado de la puerta. Los he pintado yo, de manera que no son grandes obras de arte, así que no repares en ellos. Eso sí, ten cuidado porque suelen ser muy temperamentales, le advirtió la señora y se fue a terminar de acomodar lo que faltaba en su habitación. 

   Enrique desenvolvió los cuadros y se puso a colgarlos según le indicara la señora. Primero colgó el del lustrabotas, luego el de la bruja y por último el del gato después retrocedió un paso para contemplarlos mejor. La verdad, como le había dicho la señora, no eran gran cosa aunque no llegaban a ser mamarrachos, pero en general les pareció una porquería. 

   La señora que es tan amable que me disculpe, pero hasta un niñito pintaría algo mejor que esta basura, murmuró por lo bajo. Y dicho esto se dio vuelta y ya iba a llamar a la señora para nuevas instrucciones cuando sintió un ardor en el lado derecho del cuello. Inmediatamente se llevó una mano al cuello y vio que sangraba, entonces se dio vuelta de un salto: el gato, fulminándolo con una mirada siniestramente amarilla, le mostraba, amenazante, sus afiladas garras. Asustado por lo surrealista de la situación que estaba viviendo, Enrique se apartó hacia un lado. En eso, sintió un golpe en la nuca que lo dejó medio atontado, pero al volverse para ver quién lo había golpeado con pavor comprobó que había sido la brujita, que aún balanceaba, intimidatoria, la escoba con ambas manos. Enrique no lo pensó dos veces y empezó a correr hacia la puerta, pero justo cuando ya alcanzaba el umbral, el limpiabotas estiró una pierna, como si fuera elástica, hasta las suyas haciéndolo caer. 

   En ese momento, la señora oyó un alarido y salió corriendo de la habitación dejando caer en la cama la ropa que tenía en las manos. En el living se encontró con que no había nadie. 

   Llamó por Enrique: "Enrique, Enrique, pero Enrique no le contestó. En eso vio pasar una sombra por la ventana y cuando fue a ver de quién se trataba, vio que era Enrique corriendo a toda velocidad por el jardín hacia la salida, a la cual llegó en dos saltos para desaparecer calle abajo, como alma que lleva el diablo.

   Pero ¿qué le habrá pasado a este muchacho?, se preguntó la señora, visiblemente preocupada. Miró alrededor, pero todo parecía normal, apenas unas gotitas de sangre en el piso la llevaron a pensar que Enrique, que parecía tan fuerte, en verdad era un tremendo cagón para salir corriendo por tan poca cosa.  

Licencia Creative Commons
CUADROS TEMPERAMENTALES por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.

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