sábado, 15 de agosto de 2020

NADA ES POR ACASO


Para cualquier cosa que sucedía su madre siempre decía: "Nada es por acaso". Que si esto, es por el destino; que si aquello, porque Dios así lo quiso; que si aquello otro, para que aprendan. Pero porque sí, nunca ocurría nada, pues todo tenía un motivo de ser y un momento justo para suceder, en definitiva, todo tenía un porqué. 

   ¡Y Aníbal que no llega nunca!, se quejó Gerardo, desde la ventana donde miraba hacia ambos lados de la avenida sin parar. 

   No te lamentes, Gerardito, le dijo la madre, que tejía una bufanda sentada frente a la tele, no ves que nada es por acaso. 

   Por acaso, por acaso. Mamá, sabes cuán importante es para mí, se quejó Gerardo. Si Aníbal no le traía hoy el toner una larga noche de vigilia lo esperaba. 

   Gerardo pasó por su madre y fue hasta la cocina a prepararse un té, al rato, volvió a debruzarse sobre el alféizar de ventana. La madre le dijo: 

   Pero muchacho, estate quieto, así la ansiedad te va a matar. 

   Aníbal me va a matar del corazón si no llega dentro de poco, se quejó Gerardo. 

   Cuántas veces te tengo que repetir que nada sucede por acaso, habrá un motivo, sin dudas, volvió a insistir la madre. 

   "Nada es por acaso, nada es por acaso. Ya me tiene hasta acá con nada es por acaso". Ésto lo pensó Gerardo, porque le tenía mucho respeto a la madre para decirle eso. 

   En un dado momento, no conforme con ver desde arriba, le dijo a su madre que bajaría a la calle. 

   Pero Gerardito, si viene lo hará tanto si bajas como si te quedas acá, le dijo la madre. 

   Claro mamá, pero cuando venga si estoy abajo no tengo que esperar a que suba los siete pisos, se justificó Gerardo. 

   Pero de cualquier manera, insistió la madre, el tiempo será el mismo, ¿no?, retrucó la madre. 

   "Claro que no", pensó Gerardo, pero su madre no lo iba a entender nunca. Una cosa era esperar que Aníbal subiera y otra muy distinta que lo hiciera él mismo con la encomienda en su poder. 

   Su madre se asomó a la ventana, su hijo miraba hacia un lado y en seguida hacia el otro y volvía a repetir lo mismo una y otra vez; ella movió la cabeza, en desacuerdo con la actitud de su hijo. 

   Hacía media hora que Gerardo había bajado cuando llegó un camión y estacionó delante de edificio. Dos hombres bajaron y entraron al edificio, otro se quedó en la cabina. Al rato, los hombres bajaron cargando cajas y fardos. El de la cabina subió a la caja del camión y empezó a acomodar lo que los otros le pasaban. Después de cierto tiempo, el que acomodaba las cosas volvió a la cabina y los otros no volvieron a bajar. Hasta ese momento Gerardo se había olvidado de Aníbal y la encomienda, pero ahora volvió a sentirse ansioso. 

   "Necesito otro té", pensó y entró al edificio. Estaba en la cocina cuando sintió una explosión a sus espaldas y a su madre soltar un espamentoso "ay". Ambos corrieron a la ventana: un piano estaba hecho pedazos justo donde Gerardo estaba parado hasta hacía unos minutos nada más. En ese momento Gerardo se acordó de las palabras de su madre.  

Licencia Creative Commons
Nada por acaso por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata


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