Mi compañero casual en el banco de la plaza me pareció un tipo normal y corriente, hasta que empezó a hablar de muertos, cementerios y fantasmas, y a mí, francamente, esos temas siniestros no me gustan, me dan pesadillas. Por eso en medio de la conversación inventé una disculpa. Voy a comprar un encendedor y ya vuelvo, le dije, mirando hacia el kiosko de la esquina, pero al volverme él ya no estaba, había desaparecido. Flor de julepe me llevé. Lo busqué con la mirada por todos lados y nada, parecía como si se hubiera evaporado en el aire. Sentí un escalofrío en todo el cuerpo y me paré, las piernas me temblaban. Saqué un cigarrillo para apaciguar mi nerviosismo y me acerqué al matrimonio que estaba sentado junto a su pequeño hijo en el banco de enfrente para pedir fuego, porque había visto al hombre fumando. Hola amigo, me presta fuego, por favor, le dije, pero hicieron como que me habían oído, tanto él como su esposa miraban intencionalmente para otro lado.
Hey amigo, me da fuego, por favor, volví a insistir, elevando la voz, pero seguían haciéndose los sordos. En eso el hijo miró a su padre y le dijo:
Papá, el hombre que estaba hablando solo en el banco de enfrente quiere fuego.
EL FANTASMA II por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
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