Bien que le habían dicho al Gilberto que a la dueña de la pensión le gustaba sacarle el cuero a la gente.
Tanto que se lo advirtieron, pero el muy porfiado no le hizo caso a nadie, argumentando que su vida era tan transparente como un cristal.
Si tan solo hubiera escuchado las palabras de los sensatos. Pero no, él dijo que no tenía nada qué ocultar, que "eso era cosa de políticos, fueran corruptos o no".
Si al menos... Pero no, no quiso escuchar a nadie.
Al otro día nomás, al otro día de haberse mudado a la pensión lo encontraron tirado cerca del río con el cuerpo en carne viva.
PORFÍA por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
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