Casi todos los hombres de la aldea, armados con lanzas, hoces, guadañas y horquillas, se habían organizado para la cacería de lobos. Ya estaban cansados de ver disminuir sus rebaños de ovejas, y si las autoridades no hacían nada, ellos sí.
Embreñados en el bosque se movían con sigilo, hasta que uno de ellos alertó a los demás sobre un lobo, entre las rocas de la montaña. Los hombres formaron un cerco humano y se aproximaron hasta que el animal se vio acorralado y sin ninguna salida a la vista; entonces, desesperado, encaró contra ellos, gruñendo y mostrando los colmillos, pero los múltiples chuzazos detuvieron su escapada.
Se trataba de una loba.
Allí mismo la desollaron, y luego de estaquear su piel con dos ramas en X la dejaron colgada de un árbol, para advertencia de algún otro lobo que por ventura pasase por allí.
Esa misma noche, más de trescientos lobos hicieron un concilio delante de la piel de la loba, aullando al unísono por más una hora; después bajaron a la aldea.
LA DECLARACIÓN DE GUERRA por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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