Viena, Austria: entre 1908 y 1913.
Ya casi la tenía vendida, es más, el cliente ya sacaba la billetera del abrigo, cuando alguien le chistó. El cliente se dio vuelta y se encantó con la acuarela que otro pintor le mostraba, desinteresándose por completo de la suya.
Esa noche no le quedó otra que comer pan seco y mientras masticaba juró que se vengaría de aquel pintorcito judío y mediocre; y como su rencor aumentaba bocado tras bocado extendió el juramento de su venganza a toda la raza judía, y para reafirmar su pensamiento, tras el último trozo de pan, sentenció:
"Como que me llamo Adolf".
La Sentencia por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
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