Nunca se conformó que ella lo dejara y por más que hizo todo lo que estuvo a su alcance para reconquistarla no consiguió hacerla cambiar de opinión. Sufrió como el más desdichado de los hombres cuando se enteró que ella se había puesto de novia y más aún cuando supo de su compromiso. Y su sufrimiento aumentó considerablemente cuando finalmente ella se casó; y hasta pensó en quitarse la vida para la luna de miel de los novios; que para agravar su desdicha eligieron pasarla en el mismo lugar que un día ambos soñaron ir juntos. Después de pensarlo bien pensó que una venganza le resultaría más satisfactorio que la muerte, aunque eso significara extender su dolor. Una venganza triste sí, pero fue lo mejor que le ocurrió para no sentirse tan nada.
Una tarde, al regreso de los novios, esperó pacientemente en una esquina que el marido saliera del trabajo. Cuando lo vio aproximarse lo llamó aparte, presentándose como un ex de su esposa y que, además, era poseedor de un secreto sobre ella que hasta ese momento era solo de los dos (como se ve, el resentido ex novio ni se había detenido a considerar la posibilidad de que ella así como se lo había confesado a él también lo hubiera hecho con el otro). El marido, perplejo ante tan extraño abordaje, no sabía cómo preguntarle a aquel desconocido a qué venía todo aquello. Por su parte, el ex pensó que su cizaña ya estaba haciendo efecto en el tipo, entonces siguió con su infame cometido diciéndole que se lo diría para que viera cuanto ella lo había amado.
Como el ex de su esposa estaba dando muchas vueltas para revelarle sea lo que fuere sobre su mujer, impaciente, le preguntó:
Y ¿cuál sería ese secreto?, se lo pregunto porque creo que si se ha tomado la molestia para decírmelo y con ello hacerme sentir mal, ya lo ha logrado, entonces dígalo ya y listo. Dicho esto y para que el ex no volviera atrás en su decisión, el hombre puso cara de preocupado, un poco también porque quería estar al tanto sobre el pasado amoroso de su esposa, que en verdad casi nunca hablaba de ello. El ex, que masticaba lentamente su venganza y se regodeaba satisfactoriamente por dentro, ante la urgencia del otro se decidió a contárselo; se acercó al oído y se lo dijo muy pausadamente. Después se apartó un poco para ver bien la cara del otro cuando empezara a transformársele en una máscara de odio y rencor. Pero se quedó con las ganas con la inesperada actitud tomada por el marido de su ex novia, porque el tipo le dio una palmadita en el hombro y le dijo, también acercándose al oído y muy pausadamente:
Muchas gracias, hermano, y muy enfáticamente:
¡Qué bien lo vamos a pasar esta noche!
La Venganza por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
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