miércoles, 4 de noviembre de 2020

DEJAR DE EXISTIR

   "¡Juancho dejó de existir!" El grito hizo que clavara los pies en el piso. Un conocido lo había alertado mientras pasaba en el auto. Juancho, su amigo de la infancia, había muerto. 

   "No lo puedo creer", repetía una vez tras otra mientras sus pasos doblaban en la esquina y ya lo llevaban a la florería para encomendar una corona. Viejos recuerdos volvieron a su mente, ya no amables y risueños, sino cubiertos por el manto gris de la tristeza más profunda; el primer encuentro en un recreo de segundo grado; su casa; los partidos de fútbol en el potrerito de la esquina; unas vacaciones juntos en Córdoba; las aventuras nocturnas en ese pueblo que la gente vivía diciendo que nunca pasaba nada y la despedida cuando se fue a vivir a la capital, cinco años atrás ( después ya no había sabido más de él). En fin, toda su historia juntos se le vino encima de un solo envión, de manera que las lágrimas, incontenibles, le llegaron silenciosas y sentidas. 

   Un silbido lo trajo al presente, un silbido igual al modo de silbar de Juancho, como no podía ser de otra manera; de ahora en adelante sabía que todo remitiría a su querido amigo. Se dio vuelta, porque, como hace todo el mundo, creyó que estaba dirigido a él. Era una muchacha, que del otro lado de la vereda lo saludaba con una mano. ¿Quién sería? Estaba seguro que nunca la había visto, pero ella actuaba como si lo conociera. Su cara se arrugó de dudas. Ella cruzó la calle, llegó a su lado y, ¡oh, sorpresa!, se parecía terriblemente a Juancho. 

   ¿Juancho?, preguntó, confundido. 

   Juancho no, dijo ella, Vichy; Juancho dejó de existir. 

                                                                                  

Licencia Creative Commons
DEJA DE EXISTIR por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.

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