El artesano terminaba de fabricar una baratijas de lata que le había encomendado un judío dueño de una tienda, cuando recibió la visita de un ser invisible. El ser tomó un cubo con agua y un vaso y por medio de chorritos escribió sobre la tierra que deseaba tener rostro, habla y movimiento. El artesano, no muy bien repuesto del susto de haber visto un cubo y un vaso flotando en el aire y del chorro de agua escribir un mensaje, pensó que se tratase de un alma en pena buscando la paz eterna. Sintiéndose un tanto ridículo, le habló al aire que debía ser más específico, de otra manera no sabría qué hacer ni por dónde comenzar. De manera que el ser volvió a usar el mismo método para escribir lo siguiente: "te veré en sueños". Y esa noche el ser se le presentó en sueños y le explicó quién era. Por la mañana el artesano, a la vuelta de la entrega del comerciante judío, se puso a trabajar y para la noche ya tenía el rostro listo, pero los mecanismos para darle movimiento le llevó un par de días, y la parte del habla le demandó más tiempo, aunque solo consiguió hacerle dos palabras nada más, pero que si repetidas hasta el hartazgo podían llegar hasta el mismo infinito. Cuando hubo terminado no necesitó hablarle al aire para avisarle al ser que ya estaba listo su pedido, porque éste ya le había advertido que estaba presente en todos lados. Cuando el ser invisible incorporó el rostro, el artesano le preguntó:
¿Y qué tal, le gustó, jefe?, y el ser invisible le respondió con las únicas dos palabras de su limitado lenguaje:
Tic tac.
DOS PALABRAS por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
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