La muchacha entró a la cocina con la fuerza de un huracán.
¡Mamá, mamá!, el conde Drácula me ha invitado a su castillo, ¿puedo ir?, preguntó, eufórica.
Claro, hija, dijo la madre, y le advirtió, pero no te olvides de bañarte con agua de ajo y de llevar el crucifijo. Sabes lo dicen sobre él las malas lenguas.
LAS MALAS LENGUAS por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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