Golpe contra el vidrio del
ventanal lo devuelve a la realidad, arrancándolo de súbito de un lugar lejano
en tiempo y geografía, sin nombre pero que queda, ya en ruinas, en Europa.
Apoya el vaso de agua que suspendía inmovilizado en una mano en la mesada de
mármol. Mira el ventanal y va hacia él. Una pequeña pluma ha quedado pegada al
vidrio por una mancha líquida transparente. Pluma y baba, quizás de una paloma
estúpida o medio ciega. Observa la calle, tres pisos abajo; el sol, obstruido
por los edificios, divide la calle en dos, una parte gris, la otra iluminada.
Desde su lugar solo puede ver lo que sucede en la parte sombreada. Autos
estacionados junto a la vereda, cubiertos del polvo gris de varios días. Gente,
siempre la misma, repite el mismo gesto parada en el mismo lugar desde hace… ¿diez
días?, qué importancia tiene, el tiempo ya no cuenta para nadie. De pronto
descubre un desequilibrio en la coreografía establecida por él desde hace…
¿cuánto? La chica del vestido floreado está caída frente a la tienda de ropas.
Ni el hombre que sale de la misma, ni la señora arrastrando el carrito del
supermercado (a sus espaldas), ni los tres muchachos (un poco más adelante, en
la puerta del bar), ni la madre con sus hijos (un nene y una nena, detrás de la
señora del carrito), hacen algo por ella.
"Gente insensible", refunfuña.
Baja a socorrerla. Mientras baja las escaleras trata de recordar donde ha visto
una piedra lo suficientemente grande para poner sobre los pies de la chica, pues
el viento la ha tirado al piso por tercera vez en los últimos días. Afuera
vuelve a refunfuñar; a su izquierda, en la vereda soleada, hay otros tres
maniquíes caídos. Detiene sus pasos y, pensativo, se lleva la mano derecha al
mentón y se pregunta:
¿Dónde fue que vi piedras?
Fin.
DESEQUILIBRIO por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
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