El dueño del kiosko de diarios leía las noticias al momento en que un niño que pasaba por allí le preguntó:
Señor, ¿no ha visto por aquí a un niño igual a mí?
El hombre pensó que o se trataba de una broma o ese niño tenía un hermano mellizo. Pero como estaba de mal humor, se le puso que era lo primero.
Lo estoy viendo en este exacto momento, dijo, con una voz llena de burla, y por detrás de la sarcástica respuesta, inmovilizó una sonrisa socarrona y se quedó mirando al niño, fijamente sobre el marco de los lentes.
El niño miró hacia todos lados, pero no como si buscara al otro niño idéntico a él, como el kioskero afirmaba estar viendo en ese exacto momento, sino como cerciorándose de que nadie lo veía o lo escuchaba. Entonces dijo:
Bueno, en ese caso puede decirle que un niño igual a él lo está buscando.
Las palabras del niño borraron al instante la risa burlona que aún conservaba el kioskero, que de inmediato empezó a ponerse colorado mientras la frente se le humedecía de un sudor repentino.
¡¿Conque sí?!, dijo, como un perro bravo ladrando rabiosamente; bueno, siendo así te cuento niño-igual-a-otro-niño-igual-a-vos, que el niño que estás buscando está parado justo, justo ahí donde vos estás parado, ni un pulgada demás ni un centímetro de menos.
El niño volvió a mirar alrededor, y luego de un par de vueltas sobre sí mismo, como no viendo a ningún otro niño idéntico a él, pensó que el kioskero, aunque no lo pareciera, debía ser bizco o algo parecido y que sería una pérdida de tiempo seguir indagándole al respecto.
Bueno, de cualquier manera le agradezco, señor Clarence, dijo el niño, antes de dar media vuelta y seguir su camino. El kioskero tardó en darse cuenta que el nombre por el cual el niño lo había llamado no era el suyo, sino el del león bizco de la vieja serie Daktari.
¡Maldito crío deleznable!, gritó, acompañado de un escupitajo rabioso, y enseguida largó el diario y saltó a la vereda, dispuesto a correr detrás del niño y gritarle en la cara que era un tremendo hijo de puta. Pero apenas salió del kiosko se detuvo en el acto: allí estaba él, parado en la esquina, conversando con otro niño exactamente idéntico a él.
UN NIÑO IDÉNTICO A OTRO NIÑO IDÉNTICO A ÉL por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
No hay comentarios:
Publicar un comentario