lunes, 17 de agosto de 2020

AMISTADES ECONÓMICAMENTE VIABLES


1- PATRICK KING Y EL NÚMERO DE LA SUERTE

La chica de la agencia de la lotería miraba la nada en el piso reluciente cuando la puerta se abrió; levantó la mirada y vio materializarse un par de zapatillas de lona negra con cordones rojos y suela de goma blanca; trepó por un jeans negro y por un cinto rojo y, finalmente, por una remera de Los Redondos hasta culminar en una cabeza calva lisa y lustrosa, austeramente adornada por anteojos oscuros redondeados. Entonces la chica cayó en sí­. 

  "¡Claro, qué tonta!", pensó, al darse cuenta de quién se trataba. Era Patrick king, el hombre que combinaba como nadie su vestuario en tres únicos colores: negro, rojo y blanco. Venía como todos los días, mañana, tarde y noche, a jugar el número 1986; el número correspondía al año en que su banda preferida, Patricio Rey (de ahí su nombre en inglés) y sus Redonditos de Ricota, había editado el disco Oktubre, su preferido, cuya tapa tiene un dibujo de revolucionarios, que remite a la revolución bolchevique, con la gente en blanco, las banderas y el tí­tulo del disco, simulando el alfabeto sirílico, escrito en rojo sobre un fondo negro (y de ahí los únicos tres colores con que Patrick King componía su vestuario). 

   Si fuese un dí­a como cualquier otro y Patrick King tuviera la suerte que su número favorito saliera a la cabeza lo ganado no cubrirí­a ni la nonagésima parte del total que habí­a gastado hasta la fecha, siempre apostando a la misma cifra, pero era diciembre y Patrick compró el billete del gordo de navidad que terminaba en su número preferido (la verdad, Patrick había comprado desde el número 01.986 al 91,986 y para ello había vendido un camión que tenía en los fondos de la casa, la mujer había puesto el grito en el cielo pero la voluntad de Patrick habló más alto). El que acertase el primer premio del gordo de navidad ese año se tornaría, descontando los impuestos, en uno de los hombre más ricos de América del Sur. Más de tres millones y medio de personas de los países limítrofes habían cruzado la frontera para intentar la suerte, sumándose a la población local. Pero para azar de los apostadores extranjeros el primer premio quedó en casa y el ganador con el número 21.986 fue Patrick King. Era la única vez que en sus cuarenta y tantos años que ganaba en la lotería, la verdad la única vez en la vida que ganaba alguna cosa. La varita mágica del destino lo había tocado. Era su momento de gloria. 

   Durante el desmesurado mes de farra en el cual cayó de cuerpo y alma en los brazos de la felicidad plena, el ego de Patrick se elevó al mundo imaginario donde flotan las personas que son alguien en este mundo. Pero Patrick pensó que un alguien local no era suficiente para su nuevo ego, él aspiraba a ser un international man; él tení­a que ser tan importante e influyente en el mundo como Willy Kate, el dueño de Microchip, la superpoderosa compañía de computación. 

   Aunque nadie creyó que fuera capaz, Patrick King ideó un proyecto educacional gratuito para ser implantado en todas las ciudades del país, y de tener éxito su intensión era de implantarlo en África y luego al resto del mundo. Patrick se reunió con ministros y el presidente de la nación y consiguió el apoyo necesario para el proyecto. El gobierno aportaría las instalaciones y él se encargaría de todo lo demás, desde las computadoras hasta el salario de los profesores. Y era ahí adónde Patrick King querí­a llegar cuando ideó el proyecto: las computadoras se las compraría a Willy Kate, pero éste aún no lo sabí­a, primero habrí­a que negociar. Patrick King se imaginaba ya negociando el millonario contrato con el hombre en su oficina en un rascacielos neoyorkino, porque ignoraba, como tantas cosas, que el multimillonario vivía en el estado de Washington, al otro extremo del país. A través de sus abogados consiguió que su proyecto llegara a las manos de Willy Kate. Y, aunque nadie tampoco lo imaginara posible (no se sabe por qué, ya que se trataba de ganancias de millones de dólares), Willy Kate se interesó por el proyecto y hasta invitó a Patrick King a ir a visitarlo en su mansión tecnológica, en los Estados Unidos, para tratar el asunto personalmente. 

  "¿Adónde más sino?", reflexionó Patrick King. 

2- PATRICK KING RUMBO A LOS STATES 

Patrick King saltaba de alegrí­a y no veía la hora de conocer al mega big boss de los negocios. Confirmada la fecha y llegando el día Patrick King embarcó hacia los Estados Unidos. 

   Llegando al aeropuerto de Washington, una limousine ya estaba a su espera y lo llevó directamente a Xanadu 2.0, la  residencia inteligente de su ilustre anfitrión. Willy Kate no tuvo mucho trabajo para programar la casa al gusto de su millonario invitado, ya que a Patrick King le gustaba solamente una cosa en la vida: Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, aunque ahora podí­a gustarle cualquier otra cosa que se le antojara. En el cuestionario que los invitados a la casa inteligente tenían, por obligatoriedad, que responder no había ni una sola respuesta donde dicha banda no constara. 

   A pesar de ahora ser un hombre multimillonario e importante Patrick King no habí­a cambiado un ápice siquiera de su carácter jocoso y un tanto burlista, ni aprendido ni una coma de más de lo que ya sabía cuando era un Juan Nadie. Ni siquiera, cuando supo que Willy Kate lo invitaba a su casa, se interesó en tomar clases elementales de inglés y mucho menos de protocolo. Willy Kate no se sorprendió en lo más mínimo cuando vio bajar de la limousine a aquel personaje vestido de rojo, negro y blanco, a todas luces queriendo, sin saber cómo, ser importante. Parecía una estrella de rock, una especie de Bono Box, pero calvo. 

   En un pasable español machucado el anfitrión saludó a Patrick King y éste, en ese instante, se sintió pisando el primer escalón de la escalera que conducía al Olimpo. Al entrar en la casa Patrick King quedó extasiado. Las paredes cambiaban de color, al entrar eran blancas y de pronto cambiaban al negro y más un poco, al rojo para volver a repetir la secuencia al son de los primeros acordes in crescendo de la canción Oktubre mientras las tapas de los discos de Los Redondos simulaban cuadros colgados en el medio de las paredes de colores cambiantes. Patrick King no podí­a creer lo que sus ojos estaban viendo. Y claro, mientras sus sentidos navegaban por el mar de lo sublime ya planeaba una casa igual apenas regresara a su paí­s; al final, si Willy Kate podí­a por qué no él. Finalmente, llegaron a la habitación de huéspedes, que para decepción de Patrick King la cama era rectangular, no redonda como le hubiera gustado. Como le sucedía a diario en el mundo de los ricos, al cual no podí­a adecuarse, pensó lo que no debía y lo exteriorizó:

  ¡Che Willy, no me pusiste una cama redonda, loco!, le dijo, como si de un amigo de años se tratara.

   Willy Kate lamentó por dentro el no haber captado en su totalidad la enfermiza obsesión de Patrick King por aquella banda. Se disculpó lo mejor que pudo y se dispuso a mandar a sus asistentes que cambiaran la cama inmediatamente. 

  Dejate de joder, Willy, que no es para tanto, respondió Patrick, mintiendo, y agregó:

  Además, no serías el Willy Cat que yo conozco, remató, equivocadamente, no percibiendo la triple metida de pata: no conocí­a a Willy Kate, más allá de la figura pública, tampoco se apellidaba Cat y ambas palabras se pronunciaban de forma diferente.

   Ok, está bien, no problem, pero mi apellido es Kate, le aclaró el magnate al fallido Patrick, que no se dio por aludido y seguiría  confundiendo Kate con cat cada vez que lo nombrara con nombre y apellido.

  Bueno, che, ¿y dónde está la heladera?, prosiguió Patrick, insistiendo en su falta de tacto. Willy Kate tragó con elegancia la falta de elegancia de su invitado y pasó a otro tema, a fin de hacer más llevadera la relación de negocios que los había hecho converger en los mismos tiempo y lugar; al fin y al cabo, en el mundo de los negocios hay dos tipos de amistades: las que deben evitarse, porque no rinden dividendos, y las que, a pesar de las diferencias, son económicamente viables. 

Licencia Creative Commons
AMISTADES ECONÓMICAMENTE VIABLES por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.

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