jueves, 27 de agosto de 2020

EL ABRIGO


Por la mañana Carloncho esperaba en la terminal de autobuses a un amigo, Juliano, pero al llegar el autobús vio que éste no había venido. Le describió al amigo al chofer y éste le dijo que sí lo había visto subir, pero no recordaba haberlo visto bajar en ningún punto. Juntos fueron a ver si no estaba dormido en algún asiento, pero solo encontraron su abrigo. Carloncho tomó el abrigo y volvió a su casa, de donde llamó a la casa del amigo, pero Juliano aún no había regresado. 

   Cerca de las once Juliano apareció en la casa de Carloncho, pero  no se encontraba en la casa; la madre le dijo que había salido, regresado y vuelto a salir sin decir adónde iba. Luego fue a LA habitación del hijo y regresó con su abrigo. 

   Una hora más tarde, como Carloncho no aparecía, Juliano volvió a la terminal, llamó a su padre para que lo fuera a buscar a la parada, sacó pasaje y subió al autobús.

   Cuando el autobús llegó a la parada el padre de Juliano vio que su hijo no bajaba, habló con el chofer y éste le dijo que sí lo recordaba, pero que no lo había visto bajar en ningún lugar. Juntos fueron a ver si no estaba dormido en uno de los asientos, pero solo encontraron su abrigo. El padre lo agarró y retornó a la casa. 

   Más tarde llegó Juliano; el padre no estaba, pero en el sofá de la sala vio su abrigo. Llamó a todos los conocidos y nada del padre, entonces se le ocurrió que solo podría estar en la casa de su tío Javier, hermano de su padre. Como el tío no tenía teléfono decidió ir sin avisar. Agarró el abrigo y salió.

   Javier oyó reiterados bocinazos en la vereda y fue a ver qué querían con él; era un remisero, que bastante perturbado le dijo que su sobrino había tomado el remís. 

   Pero mire, usted, no está, simplemente desapareció, dijo el remisero, señalando el asiento de atrás. 

   ¿Está seguro, usted?, preguntó el tío de Juliano. 

    ¡Claro que sí!, mire, acá está su abrigo. 

   Luego el remisero le pasó el abrigo y se fue. 

   Al rato llegó Juliano, pero el tío no estaba en casa, y como la puerta estaba abierta entró y esperó, hasta que se cansó de esperar. Juliano le dejó al tío una nota escrita, agarró el abrigo, que estaba sobre una silla en la cocina, y se marchó. 

   Cuando, por fin, Juliano regresó a su casa en la sala lo estaban esperando el padre, el tío, Carloncho y hasta el remisero, que quería cobrar el viaje. Todos lo miraron sorprendidos, porque afuera hacía un frío terrible y él no traía el abrigo puesto.   

Licencia Creative Commons
EL ABRIGO por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

EL SUICIDA Y EL LOCO

    Rapallo, Genova -  Febrero de 1883  Parado al borde del acantilado, Amedeo flexionó las piernas y cuando estaba a punto de dar el gran s...