Frank A. Sandbucket sabía que en el más allá, solo le quedaba apenas una alternativa: el infierno. Por eso cuando la entidad que lo esperaba del otro lado de la línea divisoria le anunció que su último destino era el cielo se sorprendió:
¿El cielo, está seguro?, preguntó.
Sí, el cielo, pero en la parte de arriba, le aclaró el ente, señalando hacia arriba. Frank levantó la vista, pero solo vio nubes y más nubes.
¿Cómo así, en la parte de arriba?, preguntó, más sorprendido aún. Frank siempre había pensado que el cielo fuese un plano único sin elevaciones ni depresiones, incluso sin arriba ni abajo y sin puntos cardinales, es decir algo homogéneo, lineal, una sola cosa.
No, amigo; el cielo está dividido en dos, en una parte es donde estamos todos, menos Él, el supremo, que vive en la parte de arriba, aclaró el ente. Frank volvió a mirar a las alturas y mientras su mirada se elevaba imaginó que detrás de las nubes habría un penthouse de la puta madre, al fin y al cabo, si allí vivía Dios.
De pronto las nubes se hicieron a un lado y una luz potente casi lo encegueció.
¡Sol de mierda!, se quejó mientras se frotaba los ojos.
De ninguna manera, aunque se le parece bastante. Esa luz es Dios, volvió a aclararle la entidad, al tiempo que le pasaba unas gafas de protección.
Después le dijo:
Póngaselas que ya vamos a subir, y dicho esto lo condujo a un costado donde había un ascensor de cristal.
Mientras subían, Frank se preguntaba sobre qué misterios lo aguardarían delante del Creador. No recordaba haberse mandado ninguna cagada tan grande como para que Dios se molestara tanto, al punto de requerir su presencia delante de Él, pero tampoco ninguna buena acción que mereciera una entrevista con Él. Y por mucho que le insistió a la entidad para que le adelantara una puntita aunque sea, el ente se mantuvo irreductible, limitándose a decir que en boca cerrada no entraban moscas.
Cuando, por fin, fue presentado a la luz, es decir a Dios, el ente desapareció y Frank se enteró de primerísima mano por la propia boca de Dios (que debía de tener una, aunque no un rostro, ni cuerpo, ni nada), que su tiempo de reinado había llegado al fin y él, Frank, había sido elegido para sustituirlo. Menos mal que el piso era blando, hecho de pura nube, porque Frank se cayó de culo. Dios tuvo que esperar unos minutos hasta que se repusiera de la conmoción (dentro de la mente de Frank las ideas rebotaban las unas con las otras como piedras dentro de una mezcladora de albañilería). Finalmente, Dios aclaró el asunto explicándole a Frank que Él no era el primero sino el quinto Dios; que así como sus predecesores, simplemente se hastió de mirar hacia abajo; que Él, al igual que los tres antecesores, seguían la ley impuesta por El Primero, es decir el verdadero creador de todo, y que la ley dictamina que cuando un Dios se cansa, en ese preciso instante, el primero de los mortales en morir es automáticamente elegido para suplantarlo, sin derecho a rechazo bajo ninguna excusa; y también que así como Él, Franky tenía plenos poderes para modificar no todo lo que se le antojara sino una sola cosa. También aclaró que si no había movido un dedo y dejaba el mundo como lo había recibido era porque mientras fue mortal siempre estuviera afiliado al partido conservador y no sería porque después de tornarse Dios que fuera a cambiar de bando y por último dijo a Frank que no se preocupara con las gafas, que desde el momento que se convirtiera en luz el problema sería de los otros, es decir del que lo mirase. Entonces antes que Frank terminara de decir "pero", Dios desapareció y Frank de inmediato fue invadido por toda aquella luminosidad, que en el acto supo que se trataba de la energía del conocimiento absoluto de todo lo existente, y las gafas se le cayeron solas.
Frank, que no era conservador ni liberal, la verdad, era apolítico y así seguiría, incluso siendo Dios, se dijo que él no se quedaría mirando hacia abajo sin hacer algo bueno por los que aún se revolcaban en los charcos de las pasiones abajo en la tierra.
¿Pero a qué darle prioridad, si solo puedo modificar una sola cosa?, se preguntó Frank, que pensaba que muy poco para un Dios. Pero esa era la ley, por lo tanto debía meditar muy bien antes de decidir qué sería; menos mal que para eso tenía toda la eternidad, o hasta que se aburriera de mirar hacia abajo. Lo primero que se le dio por pensar fue en eliminar a todos los mosquitos, tan molestos y transmisores de enfermedades, pero al pensarlo mejor se dijo que de eso se podrían ocupar los hombres, que si tienen tecnología para ir hasta marte y espiar casi hasta el borde del universo y fabricar un gigantesco colisionador de partículas, fabricar un insecticida que actúe solo contra los mosquitos y los elimine para siempre del planeta debía ser un juego de niños, pero que si aún no lo han fabricado se debía a algún oscuro interés económico.
Entonces, que se jodan, dijo.
Después pensó en eliminar la lujuria de las mentes de los hombres, pero lo pensó mejor y llegó a la conclusión de que pudiera darse la posibilidad de una paralización total de la producción de seres humanos, y ahí tendría dos problemas: uno, dentro de cien años, ciento veinte cuando mucho, no quedaría nadie, solo los animales para distraerlo y segundo, no tendría por quien ser suplantado cuando se aburriera como un hongo viendo hacer siempre lo mismo a los bichos, como si el control remoto de la tele se hubiera descompuesto y la transmisión se quedara trabada en National Geographic Wild eternamente.
No, dijo, debo encontrar algo mejor, algo que sea beneficioso para toda la humanidad en todos los sentidos, algo que a todos les traiga felicidad, algo que los libere de las cadenas invisibles de la esclavitud y la ignorancia, algo que los saque de las tinieblas definitivamente y los devuelva a los orígenes.
Dispuesto a encontrar aquel "algo", se trasladó hasta el primer segundo de vida del primer hombre, miles de años atrás, y siguió su evolución, año tras año, siglo tras siglo, milenio tras milenio, hasta llegar a la actualidad (una niñaría que le demandó de tres a cuatro minutos como máximo). Para ese entonces ya había encontrado la causa de todos los males que aflige a la humanidad y que, además, era una carga inútil sobre sus hombros. Entonces para el bien común de toda la humanidad, sin pérdida de tiempo lanzó un rayo a la tierra, que en una fracción de segundo les borró de la memoria a todos los seres humanos el concepto de Dios.
EL NUEVO DIOS por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
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