jueves, 13 de agosto de 2020

EL REBENQUE


Don Rufino abrió la puerta del rancho y campeó el tiempo, el sol daba de lleno en el patio; chupó tres veces seguidas la bombilla haciendo roncar el mate y desapareció en la penumbra del rancho. Al rato salió, con una lata de grasa en una mano y el rebenque de tiento en la otra, y fue a sentarse en el tronco de acacia en el medio del patio, donde empezó a sobar la lonja. Media hora después asomó el copete Juancito, el hijo del medio, de pelos enmarañados y ojos lagañosos. 

   "Güen día, tata", dijo, con voz de gato desganado. 

   "Güen día", respondió el padre, secamente y sin apartar la vista de la labor. 

   Juancito, las manos dentro de la bombacha, se puso a patear piedritas con la punta de las alpargatas. Al rato preguntó: 

   "¿Pa qué soba tanto ese rebenque, tata?" Don Rufino esta vez nada contestó. 

   Juancito, viendo que el padre no le daba bolilla se puso a masticar una pajita que encontró en un bolsillo, mientras seguía pateando piedritas. 

    "¿Qué, está reseco el cuero?", volvió a preguntar, un rato después. 

   Don Rufino se mantuvo en el mutismo más absoluto, dale que dale al sobaje. Juancito frunció el entrecejo y las pestañas se le hicieron una, como pestaña de cíclope y enseguida volvió a la carga: 

   "Dele, tata, ¿me va a decir o no pa que soba tanto el rebenque viejo ese?" 

   Don Rufino nuevamente no dijo ni A; mientras tanto, seguía lustrando el cabo con un pedazo de frazada que sacó de un bolsillo de la bombacha. Juancito pensó que su padre, o se había quedado sordo de golpe o se hacía el sonso para pasarla bien, o quién sabe de tan entretenido que estaba lustrando con frenesí la lonja por ambos lados no lo escuchaba bien, consideró por último. 

   De pronto don Rufino contempló la lonja contra el sol por ambos lados, después levantó la vista hacia el hijo. Juancito seguía pateando piedritas y masticando la pajita. 

   "¿Qué jué lo que me has preguntao, gurí?", dijo, por fin, con voz seca. 

   "Que pa qué soba tanto ese rebenque viejo", contestó Juancito. 

   "Mmm, decime una cosa, ¿te acordás lo que me respondiste ayer a la tarde cuando te mandé a buscar las vacas al callejón?" 

   Juancito llevó una mano al mentón y empezó a revolear los ojos. Claro que se acordaba, le había dicho "ya voy" y se quedó remoloneando y, al final, el padre tuvo que ir él mismo a traerlas de vuelta, pero se estaba haciendo el sonso. 

    "No, tata, sabe que no me acuerdo", dijo, estirando el labio inferior y poniendo cara de desorientado. 

    "Güeno, entonces ya te voy a mostrar pa qué sobaba tanto el rebenque y vas a ver cómo te hago acordar en un santiamén, mocoso maleducao", le dijo don Rufino, al tiempo que le daba el primer lonjazo en el lomo

 Licencia Creative Commons

El rebenque por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata


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