Un auto estacionó y se escuchó un bocinazo.
Vení, pibe, le dijo el padre al hijo.
En el auto los esperaba un amigo al volante.
¿Él viene con nosotros?, preguntó el amigo.
Sí, quiero darle un par de lecciones, dijo el padre.
El auto arrancó, salió del barrio e ingresó en otro y en otro.
¡Acá!, dijo el padre.
El auto se detuvo. El padre, apuntándolo con el dedo, le ordenó al al hijo que esperara sin moverse del lugar.
Prestá atención y vas a ver cómo es fácil hacer plata.
El hijo lo vio sacar dos pistolas de la guantera y pasarle una al amigo. Los hombres bajaron y se encaminaron a una tienda. Al rato, salieron corriendo, el padre cargaba dos balanzas electrónicas debajo de los brazos.
Tomá, ponélas ahí atrás, le dijo el padre al hijo, pasándoles las balanzas.
Y esto es para vos, le dijo después, tirándole un paquete de gallatitas.
El auto salió en disparada.
El hijo, el paquete de galletitas en las manos, vio a su padre sacar un celular del bolsillo de la campera y un montón de billetes amasados, que se puso a contar de inmediato.
A pocas cuadras fueron interceptados por tres patrulleros de la policía. El hijo vio la cara del padre y del cómplice siendo aplastadas contra el capó del auto mientras los policías los esposaban. Después, uno de los policías abrió la puerta de su lado y le gritó a otro:
¡Gómez, acá están las balanzas y hay un pibe también! ¿Quién sos vos?, le preguntó.
El hijo de aquél, le respondió el niño, señalando al padre. Después sacó el paquete de galletitas de su campera y le dijo, pasándoselo:
Ésto también me lo dio él.
El policía tomó el paquete y se alejó con las cosas robadas.
El niño vio al padre y al amigo siendo metidos en un patrullero y apretó las mandíbulas, reprimiendo las lágrimas que pujaban por salir. Otro policía entró al auto y, siguiendo a los otros patrulleros, se dirigieron a la tienda. Allí los esperaba la dueña.
El policía de nombre Gómez le devolvió las balanzas, el celular, el dinero y el paquete de galletitas. Ella le dijo algo mientras miraba hacia el auto. Enseguida el policía se acercó con el paquete de galletitas en la mano.
Tomá pibe, ésto es para vos, le dijo. El niño miró el paquete y después la nuca de su padre dentro del patrullero que estaba adelante.
No lo quiero, gracias, respondió.
El niño ya había aprendido una lección, precisamente la primera.
La primera lección por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
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