1-
Francisco Anselmo B. leía por segunda vez Destrucción, de Barjavel, cuando sonó el telellamador. Recogió el marcador que había caído en el piso, marcó la hoja y cerró el libro.
¿Hola?
¿Con el señor Francisco Anselmo B.?, preguntó una voz de mujer.
Sí, el mismo.
La mujer le dio la noticia:
Acaba de ser sorteado para el viaje a través del tiempo versión 5.0. Francisco Anselmo, que había soñado vagamente con tal posibilidad, recibió la noticia con recelo. ¿Sería posible que entre tantos miles de millones él, justamente él, hubiera sido contemplado?
Con la versión 5.0, recientemente descubierta, los viajes en el tiempo podían efectuarse a la edad que se deseara, ya que era a través de la consciencia. El único inconveniente era que la permanencia duraba unas pocas horas.
Pero alguien tenía que ser y fuiste tú, ¡alegría, hermano!, le dijo Daniel F., su amigo de toda la vida, cuando Francisco Anselmo le contó la novedad, a su regreso del instituto tecnológico, mientras tomaban un café en el centro de la ciudad.
Sí, sí, lo sé, pero igualmente me resulta sorprendente.
¿Y ya tienes pensado adónde querrás ir?
Ya, a comienzo de la adolescencia.
Y te dijeron cómo es eso de que no se puede modificar el pasado, como se ve en las películas.
Sí, pero solamente con cosas significativas. No es que si a una viejita se le cae una plata, le sea devuelta o no, el mundo actual vaya a cambiar drásticamente. No, no es bien así.
¿Y qué piensas hacer cuándo llegues?
Lo que nunca me atreví cuando tuve oportunidad, pero cuando vuelva te cuento en detalles.
2-
Fue como despertar de un sueño. Francisco Anselmo recobró la noción de sí propio, justo en la mañana del último día de clases del séptimo grado de la primaria.
Francisco Anselmo entró en la escuela y barrió el patio con mirada precisa; había pequeños grupos de alumnos aquí y allá, pero en ninguno se encontraba ella, ni en el sexto B, el salón de ambos. Dejó su mochila en su pupitre y volvió a la entrada, donde saludó a compañeros de clase y a otros chicos conocidos que llegaban unos tras otros, mientras la esperaba llegar. Diez o quince minutos más tarde, Liliana C. asomó su hermosura por la esquina. Radiante con su cabellera de bucles dorados y su carita de inocencia.
El corazón de Francisco Anselmo palpitaba como nunca.
Lili, tengo que decirte algo muy importante. La voz de Francisco Anselmo temblaba.
¿Sí, qué es? Los ojos de Liliana no conseguían ocultar la curiosidad.
Ahora no es el momento propicio; en el primer recreo, cerca del palco te lo cuento.
Está bien, dijo Liliana, con aquella sonrisa radiante tan bien guardada en la memoria de Fancisco Anselmo durante toda su vida.
Cuando sonó el timbre del primer recreo, Francisco Anselmo la esperó en la puerta y tomados de la mano fueron hacia el palco, entre los inevitables chistes de los varones y los cuchicheos de las niñas.
¿Bien, de qué se trata?
Francisco Anselmo suspiró profundamente para deshacer el nudo en la garganta; lo que iba a decirle lo tenía guardado en su corazón por más de cincuenta años.
Te amo, le dijo, y sin darle tiempo a ninguna reacción la tomó entre sus brazos y besó tiernamente.
Yo también, le contestó ella, ruborizada, después del beso.
Ahora venía la parte triste y más difícil; Francisco Anselmo le contó lo del viaje en el tiempo, y que en un par de horas tendría que volver al futuro, y cómo la vida transcurriría para ambos en los siguientes cincuenta y tantos años.
No lo entiendo, ¿cómo es que...? La voz temblorosa de Liliana delataba la confusión y la tristeza que sentía en ese momento.
Lo sé, es muy loco, le dijo Francisco Anselmo, pero todo es tal cual te lo conté. Después le pasó una hoja de cuaderno, que sacó del bolsillo del guardapolvos (en ella Francisco Anselmo había anotado las coordenadas de un futuro encuentro: un año, un mes, un día, una hora y un lugar).
Francisco Anselmo continuó:
Por favor, te pido que la conserves, vayas adonde vayas, aún... (otro nudo en la garganta volvió a traicionarlo) aún cuando te hayas casado. A partir de hoy a la tarde no nos volveremos a ver nunca más, no sé por qué, pero sucedió así; tu familia se mudará de ciudad este mismo año y la vida nos llevará por caminos diferentes. Pero créeme, te extrañaré por el resto de mi vida. Por eso te pido que guardes esta hoja y, a su debido tiempo, sabrás que esto que te estoy diciendo ahora es la pura verdad. Prométeme que guardarás este papel, y quién sabe en un mañana lejano los dos... Francisco Anselmo no pudo hablar más, las lágrimas le impidieron las palabras. Liliana, profundamente confundida, le prometió que así lo haría y lo acompañó en su tristeza con ojos aguados.
Durante los otros dos recreos volvieron a prometerse el futuro encuentro. A la salida, Francisco Anselmo la acompañó a Liliana a su casa, tomados de las manos, como tanto lo habían soñado en secreto en esos tiernos años de colegiales. Antes de entrar a su casa Liliana sacó la tijera de la cartuchera y se cortó un bucle del cabello.
Guárdalo, así sabré, en el futuro, que esto no ha sido un sueño, le dijo y se besaron por última vez.
A media tarde, mientras Francisco Anselmo lloraba en un rincón del patio de su casa, sintió un mareo y enseguida perdió la consciencia; cuando despertó ya estaba de vuelta en el presente.
Esa tarde Francisco Anselmo no dejó rincón sin revolver, hasta que dio con lo que buscaba.
3-
¿Y, cómo te fue en el viaje, qué hiciste?, le preguntó Daniel, cuando, al día siguiente de su regreso, se encontraron en la confitería de siempre. Francisco Anselmo consultó la hora.
Dentro de un minuto y medio te respondo, le dijo y se quedó mirando fijamente la puerta de entrada. Por debajo de la mesa, sus dedos jugaban con el bucle dorado de Liliana, aquello por lo que había dejado la casa patas para arriba.
VIAJE AL PASADO por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
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