Anduve perdido de mi casa durante cinco días y durante todo ese tiempo estuve vagando sin rumbo por una ciudad que ya no conocía más.
Todo empezó el lunes por la mañana cuando llegué al trabajo y las herramientas de albañilería que llevaba en la mochila no concordaban con aquella oficina. El jefe me dijo, al final del día, que me tomara unos días de descanso. Preocupado por sus palabras no me di cuenta cuando llegué a mi casa, que resultó ser otra. La mujer, muy bonita ella, bonita y soltera, me hizo pasar y, al final, pasé una noche diferente, como puede imaginarse.
El martes terminé trabajando en una carnicería. El carnicero fue bastante compresivo y paciente y al final del día me dijo me pagó con un kilo de carne picada y me deseó buena suerte. A la vuelta acabé volviendo a la casa equivocada, como la noche anterior, pero así como la otra mujer, esta otra después de escuchar mi historia me dijo que podía quedarme ya que el marido era sereno en una fábrica; eso sí, tuve que abandonar la casa antes de las siete y media para no tener que darle explicaciones al marido que seguramente no iba a entender.
El miércoles terminé como ayudante de yesero y a la noche la pasé con la mujer de un remisero. Pero hubo un incidente que debo destacar, a eso de las tres de la madrugada el marido apareció. Bueno, pensé, a este tendré que darle una buena explicación, pero no fue necesario porque el hombre aprovechó la excusa de mi intromisión en su cama para llevarse sus ropas y todavía antes de irse me dijo "gracias, amigo" y se marchó contentísimo de la vida.
El jueves fui a parar a un hospital, pero no por pasar mal sino porque tuve que hacer una operación. Pobre tipo, cómo sufrió y lo que sufrirá porque me olvidé un guante y un bisturí cuando le cosí la barriga. El director del hospital me dijo que no me quería ver más la cara, ni como enfermo terminal. Bien, como es de suponer cuando llegué a casa, ésta era otra casa y una nueva esposa me esperaba. Menos mal que ésta estaba separada porque me ahorró las explicaciones por si tenía marido. Para todo esto yo ya sabía que en la noche siguiente acabaría en otra casa, lo que me dio mucha pena porque además de linda esta estaba buena.
Así llegué al viernes. Por la mañana acabé en la cabina de un camión atmosférico. Sí, lo sé, es un trabajo de mierda pero bueno, si me hubiera tocado una morgue hubiera sido mucho peor. A la tarde cuando me dirigía a quién sabe qué casa me preguntaba qué tipo de esposa me tocaría, porque hasta ahí había tenido suerte, ninguna había sido un cañón de fea y tampoco ningún marido incomprensivo me había roto el alma a palazos. Entonces cuando la puerta se abrió la mujer puso cara de asombro, se me arrojó encima y se puso a llorar con desesperación. Por las preguntas que me hizo supe que era mi verdadera esposa, pero no quise decepcionarla diciéndole que no me acordaba de ella, entonces le conté la mitad de la historia (la parte del día), que dormí en bancos de plazas, y más o menos se tragó el cuento; de cualquier manera para mí es como si ella fuera otra (nada más saludable que cambiar en menú de vez en cuando), por eso estoy conforme con mi amnesia; por lo tanto pienso seguir haciéndome el pelotudo y disfrutarla mientras dure.
Amnesia por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.
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