domingo, 18 de octubre de 2020

LA PALA DE PUNTA


 El calor infernal me empujó a la sombra de los árboles; allá, en el medio del patio, la pala de punta quedó paralizada tras la última punteada, ardiendo bajo el fuego que bajaba del cielo de las dos de la tarde. Me recosté contra un tronco y cerré los párpados y me quedé así, soñando despierto con playas y palmeras, un daikiri en una mano y la brisa fresca del mar refrescándome las verijas. Cuando di por mí empecé a soñar dormido, o mejor dicho a tener una pesadilla, porque estaba debajo de un sol abrazador empuñando una pala de punta e intentando infructuosamente cavar un pozo en el suelo rocoso. La bocina de un vehículo que en seguida se perdió entre la nube de polvo que dejaba tras de sí me sacó de aquella horrible pesadilla, me ardían hasta los pensamientos. Entonces me percaté que por un hueco entre los árboles el sol inclemente me daba de lleno en la cabeza. A duras penas conseguí pararme y busqué el resguardo de la sombra y me volví a recostarme en otro tronco, dispuesto a seguir soñando despierto. Antes de cerrar los párpados le eché un vistazo a la pala, que continuaba enterrada en el suelo incandescente y ardiendo en silencio, pero la sombra bendita ya casi la alcanzaba. 

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La Pala De Punta por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.

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