domingo, 18 de octubre de 2020

DESINFORMADO


 Cuando no tengo nada que hacer, generalmente los domingos y los feriados, porque de lunes a sábado trabajo hasta tarde, agarro por el caminito que cruza el bosque y me siento a la sombra de algún árbol y me paso horas mirando los vehículos que pasan por la ruta. 

   Aquel día algunos camioneros, principalmente, me saludaban con la mano o, la mayoría de las veces, simplemente bocinaban. Después de cinco o seis camiones seguidos me extrañó que aún no había pasado ningún automóvil, pero de pronto, cosa de otro mundo, vi pasar raudamente a un hombre en el aire, sentado como si estuviera en un automóvil y con las manos a un volante inexistente. Me froté los ojos, porque solo podía ser una ilusión óptica, o quizás el efecto retardado de la borrachera de la noche anterior. Pero qué nada, en seguida sucedió lo mismo solo que esta vez eran dos los ocupantes, el otro era el acompañante; y detrás, otra ilusión, ahora se trataba de una familia entera y después de dos camiones y un autobús se repitió lo mismo. Me paré de un salto e inspeccioné los alrededores porque desconfié que, quién sabe por qué ni cómo, la realidad había cambiado y me encontraba en otra dimensión. Pero un bocinazo me sacó de los pensamientos torcidos con que trataba de comprender los hechos bizarros que transcurrían a mi alrededor. Se trataba de otro hombre sentado en el aire, pero éste no avanzaba como los otros, tenía una mano como si agarrara un volante y el brazo apoyado en una ventanilla invisible. 

   ¿Qué?, le dije, sin atinar a correr, lo que sería lo más sensato a hacer. El hombre no contestó de inmediato, simuló abrir la puerta, bajó del vehículo, o debo decir que apoyó los pies en el suelo, e hizo como que cerraba la puerta, y juro que oí el sonido seco de la misma al ser cerrada. Él miró hacia adelante, inclinando la cabeza, y después simuló patear la rueda, negó con la cabeza un par de veces y entonces sí me miró. 

   ¿No me sabría decir si hay una gomería cerca?, es que la goma de repuesto también la tengo pinchada, dijo, señalando el supuesto baúl con el pulgar hacia atrás. 

   Creo que contesté que no, no sabría precisarlo, porque me sentía confundido; además, ya estaba corriendo y concentrado en llegar al bosque lo más rápido que mis piernas tembleques me lo permitían. Después ya no recuerdo nada porque me choqué contra algo que no vi y perdí la consciencia, tengo la certeza que debió ser contra un árbol, que seguramente también se había hecho invisible. Y contando lo ocurrido en el bar me enteré que los autos invisibles eran la sensación automovilística del momento, cosa que yo ignoraba, pero ¿y lo del árbol entonces? 

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Desinformado por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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