Nadie entendió la actitud de Claudio, que siempre había rehuido lo más que podía de cualquier compañía humana, al punto de ser llamado "El rey de la soledad", cuando se fue a vivir a Tokio. La madre y los amigos, antes que le dijera el lugar, habían pensado en una montaña en el centro del país o alguna isla deshabitada en el océano Índico, por eso los amigos dijeron que en menos de un mes estaría de vuelta y la madre se quedó más tranquila porque cuando le dieran los frecuentes dolores de dientes, no encontrando una farmacia cerca, volvería a casa en un periquete; pero elegir para vivir en soledad una ciudad como Tokio, ¡justo Tokio!, aquel hormiguero de más de 38 millones de humanos, era, como mínimo, sorprendente. Pero tanto la madre como los amigos desconocen que en esas megalópolis la soledad de los corazones es mayor que en cualquier otro sitio; es por eso que Claudio la atraviesa de punta a punta y de norte a sur sin problemas porque nadie nunca nota su presencia. El Rey De La Soledad por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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