jueves, 5 de noviembre de 2020

CORBATA DE SOGA

 Mañana soleada de un sábado primaveral. 

   El día parecía prometedor. "Un espléndido día para pasear por la ciudad", suspiró para sí propio el tendero, ojeando hacia la calle a través de la vidriera, donde la gente iba y venía, ojeando para todos lados. Y tras el suspiro, delante de su negocio, de pronto se materializó la silueta de un hombre de traje pero sin corbata, que se detuvo a ver la mercadería y, como un autómata, seguía con la mirada la infinita cantidad de corbatas allí exhibidas. "¡Ajá, la primera venta del día!", pensó el tendero, restregándose las manos cual mosca ante la podredumbre. Pero el hombre se mantenía estático, sin siquiera insinuar el más mínimo movimiento, solo sus ojos seguían yendo y viniendo sin dejar entrever ninguna inclinación para tal o cual corbata."Con que un indeciso, ¿eh?", se dijo ahora el tendero. Un indeciso que requería de su intervención inmediata para animarlo a completar su vestimenta, antes que siguiera su andar. 

   Buen día, señor, ¿buscando la corbata ideal?, le preguntó cuando salió a su encuentro. El hombre, sorprendido, giró la cabeza hacia aquel hombrecito sonriente con cara y ojos de judío que se dirigía a él; miró hacia atrás y como no vio a nadie cerca suyo comprendió que le hablaba a él, pero como no deseaba ni tenía con qué comprar nada, le devolvió el saludo y le hizo saber que no quería ninguna corbata.

   No gracias, solo estoy apreciando la gran variedad expuesta, explicó con sequedad. El tendero, que no era judío pero era buen vendedor, no se daría por vencido tan fácilmente. 

   Si me lo permite, ¿puedo hacerle una sugerencia?, preguntó, acercándose un poco más al hombre. Éste dio un paso atrás y atajándose con las manos advirtió: 

   Perdone, señor, pero no estoy interesado en comprar ninguna corbata; es más, prosiguió, no tengo dinero encima ni en ningún lugar; tampoco tengo para comer ni para volver a  casa, en caso que la tuviera. Como ve pues, estoy más para la muerte que para la vida. El tendero, acostumbrado a evasivas, unas más ingeniosas que otras, se rió por la gracia que le causó la disculpa del hombre. 

   Bueno, por si no lo sabe existe una corbata para cada ocasión, váyase adónde se vaya, dijo poniendo demasiado énfasis en la última frase, cosa que intrigó al mirador de vidrieras. 

   Pero le ruego que me aguarde un momento, le dijo el tendero y dicho esto entró en la tienda. A través de la vidriera el hombre lo vio hurgar en cajones y dos o tres veces hacerle unas señas que entendió que era para que siguiera aguardando. Cuando el tendero volvió a salir, traía en sus manos una soga que terminaba en un lazo con nudo corredizo. 

   Tome, se la regalo, le dijo, con una sonrisa judía. El hombre le echó una mirada turbada a la soga. 

   ¿Qué significa?, no estoy entendiendo, respondió. El tendero hizo una mueca de desdén y dio de hombros dos veces, antes de responderle.

   Que si no tiene dinero ni para comer ni lugar donde caer muerto y está más para la muerte que para la vida, nada mejor que una corbata de soga como esta, que le aseguro que acabará con sus penas de un solo tirón, le dijo, y si me lo permite le indico, por si no lo sabe, cómo llegar a una plaza cerca de aquí donde hay árboles frondosos donde quedará hermosamente colgado. El hombre lo miraba sin comprender nada. 

   El tendero continuó: 

   Pero prmítame hacerle una demostración para que vea usted qué bien se verá. Dicho esto se puso la soga al cuello y parodió la expresión grotesca de un ahorcado; estirando con una mano en alto la soga, inclinando levemente la cabeza hacia un lado, poniendo ojos de bizco y sacando la lengua por un lado de la boca torcida. 

   ¿Y, qué me dice?, dijo, después de la demostración. El hombre, que nunca había pensado en acabar con su vida, en la miserable vida que había tenido hasta ese momento, ni en la pésima vida que tenía por delante, quizás convencido por la parodia del ahorcado, agarró la soga y dijo, con una sonrisa desconcertante: 

  Muchas gracias, señor. Después quiso saber la dirección de la plaza. 

                                                                            

Licencia Creative Commons
CORBATA DE SOGA por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.

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