domingo, 17 de enero de 2021

LAIAN Y LOS ALIENÍGENAS - parte 2

 6- TRAS LOS MALOS 

   Puede que sea un viaje sin retorno, les advirtió el capitán Kinio Kiniones Pauers, con voz grave, en la plataforma de lanzamiento poco antes de partir. Fluo Max, Opzmo y los demás oficiales, tan afligidos cuanto él, lo levantaron a upa para que les pudiera dar una lamida de despedida. Cuando la nave desapareció en el cielo el capitán Kinio Kiniones Pauers aulló de tristeza por un largo momento. Luego nunca más nadie lo vio mover la cola con efusividad, como si la alegría lo hubiera abandonado aquel día en que sus amigos partieron hacia T2. 

   En la cabina de comando Opzmo se lamentaba de la vez que tuvo a Malditas Werk a punto de tiro y por culpa de una mosca irritante, que insistí­a en posarse en el mismo lugar, provocándole un molesto cosquilleo, lo dejó escapar. 

   Deberí­as agregar un matamoscas a tu equipamiento, Opzmo, pues adonde vamos abundan las moscas, le aconsejó Fluo Max. Todos rieron, hasta Opzmo, olvidándose por un momento que estaban en una misión de la cual posiblemente ninguno podría volver. El operador de radar Atchiky Licky aprovechó el momento de distracción para seguir jodiéndolo.

   Yo conozco un arma antimoscas más efectivo que un matamoscas, pero será mejor que te mantengas alejado del trasero de la hija de Malditas Werk, se dice que sus gases son tan potentes que además de matar moscas provocan daños cerebrales irreversibles. Así pasaban la mayor parte del tiempo que estaban despiertos, distrayéndose para no deprimirse. Otro momento de alegrí­a se producí­a cuando se comunicaban con el capitán Kinio Kiniones Pauers, a través del monitor a cada 24 horas. Cuando se escuchaba por los altavoces: 

   ¡Atención muchachos, el capitán Kinio Kiniones Pauers en el aire, todos abandonaban lo que estaban haciendo y acudían corriendo hasta el monitor, apretándose como moscas sobre una gota de miel para poder compartir un momento con su querido jefe. Los ojos de Kinio Kiniones Pauers, aunque al ver a sus amigos su corazón se llenaba de alegrí­a, demostraban su tristeza, y si pudieran verlo de cuerpo entero advertirían su cola menearse vagarosamente de lado a lado, cosa que nunca más hizo en público. Pero cuando se cortaba la comunicación en ambos lados el silencio que quedaba los dejaba casi sin acción. Fluo Max y Opzmo, entre todo el equipo, eran los más tocados por la falta de su superior. Sin advertirlo siempre estaban recordando alguna anécdota suya, con lo que a menudo algún episodio en la nave los remitía a su entrañable amigo, porque siempre estaba con ellos en espíritu. 

7- EXTRAÑOS EN EL NIDO

   Mañana hará un buen día, comentó Laian a su maestro, mientras observaba el cielo estrellado. Elser Masgrís, el mago, también observaba el cielo, aunque no veía lo mismo que su discípulo, porque más allá de ver, también sentía "algo". Y lo que él sentía no era cosa de este mundo, provení­a del espacio, de un lugar tan distante y diferente a la tierra que Laian no sería capaz de imaginar. Elser Masgrís tuvo pena de la ingenua alegrí­a del muchacho, pues lo que venía de otros mundos no era nada bueno. Esa noche, como siempre, había subido a la torre del castillo para observar un punto de luz en el firmamento que crecía noche a noche, desapercibido para todos los mortales, como el ingenuo Laian, por confundirse con las estrellas. El mago recorrió con la mirada el valle; en la aldea, bañada por la luz plateada de la luna, todos dormí­an el sueño de los inocentes, ajenos al mal que venía desde el infinito. Entretanto, Elser Masgrí­s pensó en sus habitantes como seres afortunados por ignorar las cosas que él sabía, despertando cada dí­a y viviendo sus vidas entre pequeñas tragedias y alegrías hasta el día en que una desgracia mayor sobrevenía, y era solo en esos momentos, no antes, cuando el miedo los tocaba. Él, en cambio, con su sabiduría estaba condenado a sufrir desde mucho antes que las catástrofes sucedieran. Como bien sabía, ser sabio tení­a sus pros pero sus contras también. Él podía protegerse de muchas maneras, pero ésto no lo eximía de sufrir por el padecimiento ajeno. Pensaba que ninguna vida valía la pena ser vivida en un mundo donde también existí­a el mal, pero así era el vivir. La tierra tan bella por naturaleza una vez más se tornaría fea; se acercaban alienígenas sanguinarios y quién sabía con qué maldades desconocidas en sus mentes. Elser Masgrís sabía que saber que estaban llegando no era lo mismo que saber el para qué. Podía ser que lo hicieran con intenciones de conquista como podía ser que lo hicieran transitoriamente, a modo de reabastecimiento. "Habrá que pagar para ver, de cualquier manera nunca es bueno tener a extraños en el nido", pensó el mago, antes de bajar a su recámara. 

   Entretanto, Laian se quedó un rato más, le fascinaban las estrellas.

8- LAS NAVES 

"No hay duda, son dos", se dijo por dentro Elser Masgrís, sin desviar la vista de las estrellas a la noche siguiente. Hubiera querido tener más sabiduría para hacer que el planeta se hiciera invisible, como él podí­a hacer con las cosas y con su cuerpo, y que las naves pasaran sin verlo, pero su magia no era tan poderosa. Entretanto, su bola de cristal solamente mostrab­a brumas que podían ser muchas cosas, desde tiempos de tinieblas a plagas y de esclavitud hasta guerra y muerte. Dudaba de sus poderes por no saber qué clase de tecnología poseerían los alienígenas, sin duda más avanzada y poderosa que la que él pudiera concebir. 

    Laian podí­a no tener cerebro suficiente para entender las cosas del universo, pero sí el suficiente para notar la aprensión de su maestro. Intuí­a que si lo interpelase el mago le responderí­a con evasivas por entender que él ignoraba muchas cosas, o quizás por aún no estar preparado para ciertos asuntos, o bien porque eran asuntos privados del alma del mago. Pero aún así, una mañana, al ver a su maestro con cara de preocupación, se le plantó delante. 

   Maestro, ¿sucede algo que lo preocupa demasiado? Aunque conocía la suavidad del hablar del mago, cerró sus ojos y esperó una buena reprimenda por su atrevimiento. 

   Esta noche, cuando vengas conmigo a la torre, quiero que veas algo, le respondió el mago. Laian abrió sus ojos y puso cara de alegría, sin duda la respuesta del mago lo había sorprendido. 

   Ahora debo consultar algo, dijo el mago; luego abrió el libro mágico que tenía entre las manos y no dijo nada más. 

   Sí, maestro, respondió Laian y salió dando brincos de alegría. En el camino fue pensando que le gustaría que su maestro le enseñar­a a leer el futuro a través de las estrellas. Pero el mago pensaba algo diferente, creyó que su aprendiz necesitaba enterarse de lo que se avecinaba antes que nada. Tal vez así,­ en el momento del arribo de los aliení­genas, tuviera alguna chance de salvar su vida. 

   Cada vez que Laian subía por las noches a la torre tenía la sensación de estar suspendido en medio de las estrellas,  sumergido en sus pensamientos sentía todo el mundo a sus pies desaparecer. La llegada de Elser Masgrís, lo sacó de sus sueños; el mago traía consigo una tabla con un pequeño orificio, que posicionó en un determinado lugar. 

   Por este agujero podrás observar un determinado grupo de estrellas, le dijo el mago, durante todas las noches.

   Sí, maestro, respondió Laian, sin saber el propósito de tal observación, por eso se quedó parado esperando algo más. 

   Yo la posicionaré en este mismo lugar y quiero que al observar prestes mucha atención en dos estrellas únicamente, aunque hoy y por algunas noches no has de notar nada extraño, pero con el pasar de las noches las identificarás claramente. Entonces el mago le contó lo que sabía y lo que presentía también. Laian no tendrí­a tiempo de aprender a dominar la invisivilidad para cuando llegaran los alienígenas como él, pero saber con anticipación determinado acontecimiento le daría cierta ventaja. Era lo menos que podí­a hacer por su aprendiz, aunque pensaba mantenerlo a su lado para protegerlo tanto como le fuera posible.

   ¿Esas naves tienen luz propia, maestro?, quiso saber Laian.

   Sí, aunque lo que las hace visible es la luz del sol reflejada sobre el metal del casco, por eso parecen estrellas, respondió el mago. 

   ¿Será que existen aliení­genas buenos, como algunos de nosotros?, preguntó Laian. 

   No lo sé, hijo, pero si las leyes que rigen el universo son las mismas en todos los lugares y en todos los seres puede que así­ sea. Pero recuerda que siempre hay que estar preparado para lo peor, porque es mejor descubrir la bondad en lo que se cree malo, que maldad en lo que se cree bueno, dijo sabiamente el mago. 

   Sí­, señor, respondió Laian, contento por los nuevos enseñamientos que Elser Masgrís le transmití­a. 

Una noche Laian le dijo a su maestro, que observaba el firmamento junto al él:

   Maestro, creo que ya he descubierto­ las dos estrellas, o mejor dicho las dos naves. Laian señalaba las estrellas.

9- PERSEGUIDOS 

Los hijos de perra nos han descubierto y los tenemos en nuestra cola, bramó, furioso, Malditas Werk. Los wirmianos podían echarlo todo a perder y sus sueños de emperador del universo ser tragado por un agujero negro. 

   ¿Qué cree usted que sea lo más conveniente, subcomandante?, le preguntó Malditas Werk a su segundo, que estaba a su lado. El subcomandante Guanakeitor pensaba que lo mejor era continuar viaje, aprovechando la ventaja de la delantera, y una vez en T2 atacarlos al momento de aterrizar. 

   Estarán ocupados con el aterrizaje mientras nosotros, ya instalados, los podemos atacar por todos los flancos; además podemos usar los tedosianos como escudos. Recuerde usted que ellos no son tan malditos como nosotros, advirtió el subcomandante. 

   Tiene usted toda la razón, subcomandante. Sigamos adelante a toda marcha entonces, respondió Malditas, más serenado con la táctica formulada por su subordinado. 

Malditas Werk fue al encuentro de sus hijos en la recámara familiar, que desde que tomara la resolución de empezar una dinastía pasó a llamarla de Recámara Imperial. Malditoulas estaba con sus nietos narrando un episodio de una de sus malvadas andanzas juveniles. 

   "... Entonces derramé la solución de sal, limón y alcohol sobre su cuerpo despellejado, en ese momento el infeliz empezó a patalear como un loco. Hasta el día de hoy escucho sus gritos desesperados". Sus nietos se retorcí­an en el suelo de tanto reírse. Menos Malditania, porque si lo hacía vomitaría el tacho de helado de frutilla, durazno, chocolate, vainilla, limón, arándanos, crema chantillí, confites y nueces picadas que acababa de comer. "¡Qué hermosa escena familiar!", pensó Malditas Werk, apenas entró al recinto.

   Hola papá, hola hijos, dijo. 

Malditolê corrió a su encuentro. 

   Papá, ¿el abuelo ya te contó cuando despellejó a un hombre bueno vivo y después le echó encima sal, limón y alcohol?, preguntó el malvado chiquillo. 

   Sí­, hijito. Unas mil quinientas veces. Esa historia es del tiempo en que tu abuelo era menos sabio pero más sádico, ¿no es, papá?, le preguntó Malditas al padre. 

   Hola, hijo. ¿Alguna novedad?, quiso saber Malditoulas.

   Una y mala. Los infelices wirmianos nos están persiguiendo, contestó Malditas, medio preocupado.

   Hmm, ¿ y qué es lo que haremos al respecto?, se interesó el padre.

   Por ahora seguir adelante y estar atentos. Suponiendo que lleguemos antes que ellos, les tenderemos una trampa cuando estén aterrizando, respondió Malditas. 

   Parece lo más conveniente, dijo Malditoulas. 

10- MALVADOS A LA VISTA 

   Ya los tenemos a la vista, Fluo, dijo Atchiky Licky. Fluo Max se acercó.

   Gracias, Atchiky. Nos llevan una buena ventaja, ¿no crees?, preguntó Fluo Max. 

   Sí­, y está claro que también nos vieron. Pero por alguna razón no se atreven a atacarnos, dijo Atchiky Licky. 

   Lo más probable es que Malditas opte por lo obvio, es decir atacarnos cuando estemos por aterrizar. Debemos pensar en una estrategia, dijo Fluo Max. 

Opzmo opinaba que lo mejor era aterrizar del lado opuesto del planeta.

   Malditas pensará que como los estamos siguiendo, lo más probable sería que lo hiciéramos cerca de ellos. En cambio, si lo hacemos del lado contrario a su posición ellos serán los que tendrán que venir hacia nosotros, entonces ahí la ventaja será nuestra, ¿no creen?, dijo Opzmo, sonriendo.

   Bien pensado, Opzmo, dijo Fluo Max, que también compartía la misma opinión de su amigo.

   Por ahora no nos queda más que estar atentos a sus movimientos y esperar, concluyó Opzmo. 

   Cierto, dijo Fluo, Atchiky, ¿cuándo debemos llegar? 

   Si todo sigue como hasta ahora en doscientas cuarenta horas, o diez días, puedes elegir", respondió bienhumorado Atchiky.

   Muy gracioso, ja, ja, ja, contestó Opzmo, con gesto burlón, y los tres se echaron a reír. Órdenes a la tripulación fueron impartidas y enviado un mensaje a Wirm: "MALVADOS A LA VISTA. ESTAMOS EN LA COLA. ÉL LLEGARÁ PRIMERO". Kinio Kiniones Pauers les transmitió que mantuvieran mucha cautela y dentro de lo posible evitar daños contra los tedosianos. 

   Apenas necesitamos una parte del planeta y allí hay espacio suficiente para que el cultivo sea beneficioso para todo el mundo, si se pudiera llegar a un acuerdo ambas partes saldrán beneficiadas, recomendó Kinio, tiempo más tarde cuando entablaron comunicación.

   ¿Y qué pasará si hay resistencia?, le preguntó Opzmo a Fluo Max. 

   No creo que tengamos que llegar a un acuerdo con nadie. T2 es un planeta inmenso y hay vastas zonas deshabitadas donde nadie notará que haya alguien por allí, dijo Fluo Max. 

   Tienes razón, Max. La única vez que nos cruzaremos con los tedosianos con seguridad será cuando luchemos contra Malditas Werk, opinó Opzmo. 

   Fluo Max buscó en el ordenador de bordo las zonas del planeta donde los tedosianos se concentraban. 

   Ellos viven alrededor de las zonas donde hay minerales y es allí donde Malditas Werk posará, con certeza. No creo que llegue hasta T2 con la intención de envenenar su suelo. Necesita alimento tanto como nosotros y además no queda otro lugar donde conseguirlo ni cultivarlo, por lo menos en esta galaxia, dijo Fluo Max. 

   Tienes razón, Fluo, pero además hay otro motivo por el cual necesita alimento, dijo Opzmo, sin aclarar cual era ese motivo. 

   ¿Y cual sería el motivo?, preguntó Fluo Max, intrigado. 

    Y cual debería ser..., ¡la hija glotona! Nuevas carcajadas invadieron la cabina. 

Licencia Creative Commons
LAIAN Y LOS ALIENÍGENAS - parte 2 por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.


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