sábado, 3 de julio de 2021

EL GALLINERO



   Que quede claro desde ya que yo estaba consciente de que estaba soñando, y dicho sueño transcurría dentro de un gallinero. Un gallinero con altos alambrados tipo prisión, de esos que hacen que lo que está más allá de ellos sea lo inalcanzable. También debe quedar claro que yo no era ni gallináceo ni humano. Puede decirse que era apenas un espectador invisible, una presencia incorpórea que podía oír y ver el desarrollo dentro del gallinero, y de lo poco que podía percibir a través del tejido del alambrado (una sola confusión, poco precisa en lo que se refiere a detalles, hecha de pastizales secos, campos vacíos, cielo incoloro, árboles sin nombres y una casucha destartalada un poco más allá).  

    Cuando di por mí, vamos a decir así sobre el hecho de despertar dentro de un sueño, unos gallos, tres o cuatro, se peleaban con picotazos y espuelazos asesinos, levantando una polvareda de tierra, excrementos secos de autoría propia y algunas plumas que no conseguían llegar al piso nunca. 

   Eso por un lado. 

   Por otro, estaba la causa de las disputas entre los gallos: la gallina nueva, que, arrinconada en el fondo de un cajón de verduras, miraba los acontecimientos a su alrededor con cara de mosquita muerta. Si se sentía orgullosa por ser disputada tan encarnizadamente por esos gallos intrépidos no lo demostraba, pues estaba rodeada de las otras gallinas que, envidiosas, la miraban con ojos ardiendo de rabia, y como serían capaces de cometer un gallinicidio en cuadrilla a la menor provocación por parte de ella (no sé cómo yo estaba al tanto sobre esto, pero los sueños son así: uno sabe sin saber por qué sabe lo que sabe), se mantenía encasillada, cuidándose de no hacer ningún tipo de alarde. 

   Pero no conforme con las miradas fulminantes hacia la nueva, las gallinas empezaron a discutir acaloradamente entre ellas, pasando del cacareo natural a un griterío histérico de los mil demonios, cada vez más estridente. Por lo tanto altamente irritable. Los gallos, quizás por no poder concentrarse en lo que hacían, seguramente se habían ido a pelear a muerte a algún rincón secreto del gallinero, porque no los vi más. Y la cosa fue en aumento, con pinta de extenderse por horas, y con un probable desenlace fatal, ya que ahora las ofendidas gallinas señalaban a la nueva con la punta de sus alas con demasiada frecuencia. En fin, llegó un punto en que no aguantando más aquella vorágine cacaril reventándome los tímpanos, me dije: ¡basta ya! ¡Esto ya no es un sueño, es una pesadilla!, y entonces desperté.

   Pero la batahola continuó; ahora, con clara voz de gente, y venía de la cocina. Allí, mi abuela, la tía Cirola, Juana Salazar y la hija, la Dora, en acalorada discusión, le sacaban el cuero sin piedad a la vecina nueva que se había mudado al barrio la semana pasada. 

Licencia Creative Commons
EL GALLINERO por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.

HUIR, SIEMPRE HUIR



   "Huir, huir, siempre huir". 

   "¿Existe la libertad?" 

   "No". 

   Esta conversación consigo mismo permanecía dentro de la cabeza de Luna Llena, inamovible, desde hacía un buen rato. 

   Luna Llena iba a la cabeza, detrás, lo seguía el resto de la tribu, una línea oscura en medio del desierto nevado. Huían de una horda de depredadores, como tantas que siempre andaban acechando, como bestias carroñeras, en el lugar menos pensado. 

   Por lo tanto, mismo no estando la amenaza aún permanecía. 

   "¿Existe la libertad?" 

   "¿Como podría si desde que nacemos no hacemos otra cosa que avanzar hacia el propio final?" 

   "Entonces avanzar es lo mismo que huir, y en esa huida vamos encontrándonos cara a cara con distintas partes de un mismo todo, aquello de lo que huimos: la muerte". 

   Luna Llena abandonó sus apesadumbrados pensamientos y levantó una mano, y la señal de alto se extendió a lo largo de fila. El que iba por último se dio vuelta y se quedó mirando, alerta y con ojo avizor, el horizonte blanco. 

   La techumbre del cielo empezaba a ponerse oscura. Pronto anochecería, había que darse prisa. 

   La tribu dejó caer las bolsas de cuero donde cargaba toda suerte de cosas en la nieve blanda. 

   Luna Llena demarcó un círculo y otros miembros retiraron toda la nieve hasta tocar el suelo firme, luego trajeron la preciada leña, tan primordial como la caza y la recolección de alimentos.

   Después todos rodearon la hoguera y entre murmullos comieron algo. Un punto luminoso en la negrura de la noche silenciosa. 

   Ruidos de nieve siendo aplastada los pusieron el alerta: eran Venado en la Pradera, Halcón Solitario, con medio oso despellejado en las espaldas, y Río Cristalino, con las armas y la piel de la bestia, que los alcanzaban. 

   ¿Han visto algo?, preguntó Luna Llena. 

   No, nada, respondió Río Cristalino. 

   Se referían a la horda. Le llevaban varios días de ventaja, pero marchando en la nieve era fácil que le siguieran el rastro. 

   Ya habrán alcanzado la aldea, pero no conformes con los restos vendrán atrás de nosotros, dijo Venado en la Pradera, como para si mismo. 

   ¿Cuánto faltará para llegar a las cumbres heladas?, le preguntó Halcón Solitario a Luna Llena, el único que conocía la región por la que iban. 

   Según mis cálculos, mañana por la tarde, a más tardar, deberíamos empezar a divisarlas. Eso si mantenemos el mismo ritmo de marcha como hasta ahora. 

   Las mujeres rodearon las partes del oso, desmembrando, salando y guardándolas en varias bolsas de cuero curtido. Al rato, volvieron a rodear el fuego, donde se echaron a dormir abrazadas a sus hijos más pequeños y maridos, quien los tuviera, sino acurrucándose contra cualquiera. 

   "Huir, huir, siempre huir". 

   "¿Existe la libertad?" 

   "No", siguió pensando Luna Llena hasta que el sueño lo venció. 

Licencia Creative Commons
HUIR, SIEMPRE HUIR por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.


EXTRAÑO DESPERTAR



   Voy a preparar el mate, dijo Aurora.

   Esta bien, respondió con voz pastosa Rodrigo, un pie en la realidad y otro en el final del sueño del que acababa de despertar. 

   El ruido de la bomba y los cacharros, desde la cocina, lo sacaron de una vez por todas de las sobras del sueño al cual porfiaba por volver a entrar. 

   Ya se había calzado las pantuflas y se abotonaba la camisa cuando presintió que no estaba solo en la habitación. Levantó la vista hacia el espejo de la cómoda, frente a él, entonces vio a un hombre dándole la espalda. 

   Rodrigo se dio vuelta de golpe y el otro hombre lo imitó. 

   Eran iguales, idénticos, y si no fuera porque detrás del otro la pared no era la misma que la que tenía a sus espaldas, podría tratarse de su reflejo; pero lo más extraño era que el otro estaba vestido igual a él: camisa a cuadros, celeste y azul, y calzoncillo blanco. 

   ¿Quién sos?, le preguntó Rodrigo, confundido. 

   ¿Quién sos?, le respondió el otro, también confundido. 

   Yo pregunté primero, además, esta es mi casa, insistió Rodrigo. 

   Yo pregunté primero, además, esta es mi casa, repitió el otro. 

   "Y todavía me toma el pelo este... este..." Rodrigo no supo cómo definirlo. 

   ¿Estaría soñando aún? Su esposa le disiparía las dudas.

   ¡Aurora, vení rápido!, le gritó a su mujer. 

   ¡Aurora, vení rápido¡, gritó el otro. 

   "Y la sigue el desfachatado". 

  ¿Qué pasa? Dale que tengo la pava en el fueg... Aurora se paró en seco debajo del marco de la puerta, llevando la mirada hacia uno y otro lado de la cama con insistencia. 

   La reacción de su esposa dio la respuesta a la pregunta que Rodrigo tenía en la punta de la lengua. 

   Aurora, recompuesta del susto, arrimó con un talón la puerta detrás de sí y sinuosamente se deslizó sobre la cama, en la cual se recostó y, llamando a los hombres con los indicadores, dijo: 

   Vengan. 

  Rodrigo y el otro se miraron, sorprendidos por la actitud de Aurora; enseguida dieron de hombros y empezaron a desabotonarse la camisa, mientras en la cocina el pito de la pava se desgañitaba avisándole a nadie que el agua ya estaba hirviendo. 

Licencia Creative Commons
EXTRAÑO DESPERTAR por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.

viernes, 25 de junio de 2021

DTT

 


1- WILLIAM WELLS, AÑO 2000

William Wells, el ayudante del laboratorio gubernamental Timelab, después del robo del Dispositivo de transporte en el Tiempo (DTT), cuya principal particularidad consistía en que, tratándose de un viaje hacia atrás, el viajante recuperaba la apariencia que tenía en la época elegida, se transportó a la edad de veinte años. Justo al día en que terminaba el servicio militar. Ese día su padre le regalará 5000 dólares, pero él ya no saldrá de mochilero como lo hizo. Ahora apostará en el futuro desde su cuartel general: una oscura habitación en una pensión de mala muerte en el barrio de Once, en la capital de Argentina, donde piensa llevar una vida discreta durante una buena cantidad de años, fingiendo ser estudiante de historia. 

2 - WILLIAM WELLS, AÑO 1980 

La primera acción de William Wells fue comprar un cuaderno, donde anotó todo lo que había memorizado, que no era otra cosa que las cifras ganadoras de la lotería y los nombres y logotipos de las marcas que habían surgido a partir de los años 80´s, las cuales patentará para, de regreso al futuro, recurrir a la justicia y procesar a sus dueños por plagio y hacerse multimillonario de la noche a la mañana. 

3-  PARKER BYATT, AÑO 2000

Por causa del robo, el gobierno había decidido suspender el programa ultrasecreto DTT, con lo que Parker Byatt, el científico jefe y creador del dispositivo, fue despedido y, para evitar un escándalo a nivel mundial, el nombre de William Wells borrado de todos los archivos, como si nunca hubiera trabajado en Timelab. De manera que Parker Byatt, frustrado, desacreditado e prohibido de hablar sobre el programa, so pena de terminar bajo tierra antes de tiempo, optó por desaparecer del mapa por cuenta propia, aislándose del mundo en una cabaña en las montañas de Alaska, con una radio a pilas, perros, gatos y alces como únicas compañías. 

   Así, perdido del mundo, pensaba vivir Parker Byatt los amargos años que le quedaran por vivir, si no fuese porque un día, meses más tarde, oyó el nombre del ex ayudante en la radio.

   La noticia anunciaba que William Wells había llegado a un acuerdo con los dueños de Google por quinientos millones de dólares, más los honorarios del batallón de abogados contratado por Wells. 

   De inmediato, Parker Byatt baja al pueblo, donde compra diarios y revistas de actualidad, y se entera que el ex ayudante dice sufrir de visiones futuristas desde su infancia, con lo que, alrededor de los veinte años, se le había ocurrido patentar las marcas que ha visto en sus visiones, por si  fueran a convertirse en realidad en un futuro. 

   Pero no solo Google ha caído en la red de Wells, también Guess?, AOL, Vodafone, Facebook, Amazon, Twitter y muchísimas más; además de haber ganado varias veces el primer premio del gordo de navidad en Argentina. 

   ¡Entonces el DTT funcionó!, grita Parker mientras sale al patio para tomar aire, porque está eufórico, y su grito se hace eco en el valle. 

4- WIILIAM WELLS, MÉXICO 

Entretanto William Wells, ya sin más a quién acusar de plagio, se dedica a vivir de rentas, feliz de la vida y con la seguridad de que nunca irá a privarse de nada hasta el día de su muerte. 

   Y así, feliz y seguro, se encontraba hoy a la mañana, tomando jugo de naranja mientras sus ojos se desplazaban por la bella superficie del jardín con vista al mar en su casa en Acapulco. 

   Pero como dice el dicho: nada es para siempre: Parker Byatt ha descubierto su paradero y ahora está esperándolo en la sala de visitas. 

5- PARKER BYATT, LA VISITA INESPERADA 

   ¿Pero qué quiere Parker Byatt?

   Parker Byatt quiere su dispositivo de vuelta.  

   William le dice que lo tiene en lugar seguro, lo que es verdad, pero en realidad lo que pretende es ganar tiempo. Por su mente pasan imágenes de Parker repitiendo lo que él ha hecho. Entonces, concluye, ¿qué será de él si Parker viaja al pasado, más atrás de 1980, y luego de patentar las referidas marcas retorna al presente como el verdadero dueño? 

 Un final probable, ciertamente, por lo tanto las horas del científico, sin que este lo sospeche, ya están contadas.  

   Parker Byatt ya lo tiene todo planeado: volverá a la edad de dieciocho años, año en que se graduó en la universidad y consiguió un puesto en un afamado instituto de investigación, donde mes a mes irá patentando inventos y marcas, incluidas las que ha patentado William Wells. 

   Pero hay más cosas con respecto a William Wells cocinándose en la mente de Parker: "¿qué tal si antes de volver a los días actuales hago una parada en el día del robo y cambio el dispositivo por uno falso, y así cuando Wells aparezca hago que los agentes del gobierno lo agarren con las manos en la masa para que se pudra el resto de su vida en una cárcel federal de máxima seguridad. Sí, esa será mi venganza". Parker ríe por dentro, saboreando de antemano el futuro brillante que tiene por delante. 

   "Entonces sí, podré vivir la gloria de... 

   ¡Bang¡ !Bang¡ ¡Bang!

   Tres disparos interrumpen violentamente los pensamientos Parker Byatt, que muere en el acto. 

6- PLANES PARA UN PASADO DIFERENTE 

William Wells ya ha hecho desaparecer el cadáver de Parker, y ahora hace planes para un nuevo viaje al pasado, pues ha estado pensado en la posibilidad de ser una estrella de rock y la idea le ha gustado bastante; todavía no ha elegido el nombre artístico, pero ya ha empezado a memorizar las partituras de los mayores éxitos musicales de los ochenta hasta ese día. 

Licencia Creative Commons
DTT por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.

ESE ROSTRO


Ella conoce ese rostro, no recuerda de dónde pero sabe que lo conoce. Siente como que lo hubiera visto cada día de su vida, sin embargo, no puede situarlo en el lugar exacto donde su nombre le diga "soy yo, fulana". Ella cree que es la amnesia, que le impide recordar esa cara, pero que la conoce la conoce, de eso no tiene dudas. 

   Te conozco, mascarita, musita, pero no consigue recordar de cuál carnaval. 

  Y llega un momento en que de tanto pensar empieza a dolerle la cabeza, una cefalea intensa que la derrumba, y para de indagarse por ese rostro de identidad esquiva, por lo menos hasta que se le pase. De modo que guarda el espejito en un bolsillo y trata de concentrarse en las flores del jardín. 

    Es la maldita amnesia, musita, mientras afloja la tierra alrededor del tallo de una rosa. 

    Es la amnesia, repite, aunque mis amiguitos de blanco digan que no es eso, que es otra cosa. 

Licencia Creative Commons
ESE ROSTRO por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.

viernes, 18 de junio de 2021

LOS SOPLIDOS


 
 

1- 

   ¡Otra mañana de mierda!, se queja María de los Dolores mientras abandona pesadamente la cama; y continúa pensando lo mismo cuando despierta a los hijos y durante el trayecto a la escuela. 

   "Otra semana esperando el maldito miércoles y él solo ha pensado en sí mismo: cinco miserables minutos de calentura y se acabó". 

   "¡Y yo que me joda!" 

   Y yo esto y yo aquello y así María de los Dolores llega a la casa. 

2- 

Mientras toma mate aplastada en el sofá, María de los Dolores sigue masticando rabia; y para completar su drama particular, al encender el televisor, un hombre y una mujer están dándose un beso de lo más romántico. En ese momento la imagen grotesca y repulsiva de su detestable marido toma fuerza y se instala en su pensamiento con la férrea determinación de apoderarse definitivamente de sus retinas. Pero la imagen aborrecible no viene sola, viene acompañada de baranda a achuras, a grasa rancia, y ésto provoca que su odio, no, ya no es odio lo que siente María de los Dolores, que su aversión hacia él aumente considerablemente. 

   María de los Dolores está que muerde la bombilla, sin importarse con la dentadura, cuando, de pronto, golpes en la puerta de calle la apartan bruscamente de las negras visiones que perturban su existencia. 

3-

   ¿Quién será?, se pregunta.

   Va a ver. 

   Por la mirilla ve que se trata de un hombre. 

   ¡Un hombre! 

   Algo en su interior se enciende.

   Abre la puerta.

   ¿Qué desea?, pregunta mientras sus ojos, transformados en dos escáneres lascivos, examinan al desconocido milímetro a milímetro.

   Complacerte, contesta él. 

   La respuesta es directa, y ésto inmediatamente provoca en María de los Dolores un cosquilleo allá abajo, exactamente en "aquel lugar". 

   El desconocido lo percibe y se ataja:

   Pero no nos confundamos, señora. Déjeme presentarme, me llamo Damián. 

   ¿? 

   Sí lo sé, mi nombre no le suena; quizás si le digo que todo el mundo me conoce por diablo, demonio, Belzebú, etcétera, sepa quién soy. 

   Un chisporroteo rojizo en los ojos de mirar penetrante del hombre le confirma a María de los Dolores su identidad.

   María de los Dolores siente encoger su corazón, y ya no ve al hombre como hombre, sino como lo que él dice ser; pero aun así consigue articular algunas palabras con la finalidad de que la hagan parecer dueña de sí. 

   ¡Por favor, tenga la gentileza de retirarse inmediatamente! 

   Después, con un resto de coraje, cierra la puerta en la cara del maligno, pero cuando se da vuelta, el hombre está sentado lo más pancho en el sofá. 

   ¡Pero... 

   Si aún tenías alguna duda, podrás darte cuenta que realmente soy quien digo ser, y como tal en todos lados estoy, le dice Damián.

   María de los Dolores gira sobre sus talones, con la intensión de abrir la puerta. Se precipita hacia ella, se aferra al picaporte con uñas y dientes; tironea, zamarrea con todas sus fuerzas pero el picaporte no responde. Y para peor el rosario, que siempre estuviera colgado en la puerta para evitar que las malas energías entren en la casa, un día se rompió y nunca más fue repuesto. Ahora, el clavito solitario donde colgaba se le burla en la cara haciéndole "pito catalán". 

    María de los Dolores se vuelve, entorpecida y pálida.

    El miedo ha dibujado una máscara de horror en su cara. 

   ¿Qué.. qué... quiere de mí?, alcanza a articular.

   Que seas feliz, responde Damián, impasible. 

   So... solo Dios tiene el poder de hacerlo. 

   Ajá, y por eso es que estás con el ánimo por el piso, ¿no? 

   María de los Dolores todavía piensa en el rosario; necesita del artilugio sagrado para repeler al maligno. Pero no todo está perdido, a falta de rosario buenos son los dedos, de manera que para reforzar lo que dirá pone los indicadores en cruz delante de sus ojos, a la viaja usanza, y dispara:

   ¡En el nombre de Dios, va de retro Satanás! 

   Damián arquea una ceja y levanta un dedo. 

   A propósito, ese es otro de mis nombres; es que tengo tantos... Pero, ¡epa!, creo que a quién le pides ayuda no te ha dado bolilla; lo que es lógico, con tantos problemas para resolver en el mundo una mujer mal amada qué importancia puede tener, por lo menos para Él. 

   María de los Dolores quiere salir de donde está parada, pero teme que las piernas le fallen, entonces suelta un grito dilatado, que suena patético y cómico a la vez: 

   ¡Desalmadoooo! 

   No tanto como te han hecho creer desde que te han bautizado, objeta Damián mientras se limpia una uña con displicencia. 

    De pronto, María de los Dolores se percata de algo que ha dicho el demonio.

    ¿Y... qué es eso de mal amada, qué... sabe usted de mí? 

   Todo, contesta Damián. 

   ¿Todo? María de los Dolores se queda absorta. 

   "¿Qué querrá decir con "todo", el maldito demonio?" Ahora María de los Dolores se ve dando brazadas inciertas en un mar de incertidumbres.

   Todo, confirma Damián. 

   Pero... 

   Qué anoche tu maridito chapado a la antigua te dejó con las ganas, como todos los miércoles a la noche. 

   "¿Pero qué se traerá entre manos, este demonio del infierno?" María de los Dolores sigue nadando en la oscuridad.

   ¿Y... y a qué viene todo esto, si se puede saber?, se atreve a preguntar la ya no asustada, sino afligida María de los Dolores.

   Solo quiero traerte la felicidad, responde Damián, extendiendo las palmas de las manos hacia los lados. 

   La felicidad solo la trae... 

   Sí, sí solo la trae Él, pero ¿dónde está ahora, hum? 

   María de los Dolores no sabe qué responder, solo tiene una certeza: que en el clavito de la puerta no está. 

   Hay problemas en el mundo más urgentes que los mío, le sale, como para zafar. 

   ¿Por ejemplo...?, pregunta Damián, ahora de brazos cruzados y mirada escrutadora.

   Qué se yo, los niños hambrientos de África, le larga. 

   Que siguen hambrientos. ¿Qué más, las guerras? Nunca dejó de haberlas. ¿Homicidios, violaciones, robos, injusticia?, tam-po-co.  

   María de los Dolores no sabe como refutar tales verdades, pero sabe a quién adjudicárselas. 

   De eso usted debe saber mucho, ¿no? 

   Ah, sí, dicen que es por mi culpa. Es más, todos los males del mundo son culpa mía. 

   ¿Y por acaso, no es cierto? 

   No es bien así, sino dime, ¿qué pito tocaría Él si no existiera yo? Quiero decir, si estuviera todo bien en el mundo, si no hubieran guerras ni crímenes, ni robos, ni injusticia, etcétera. 

   Bueno..., bueno... 

   Exactamente, no tendría razón de ser, pues para ser lo que Es precisa de mí, es por eso que me creó. 

   ¡Blasfemo!, escupe María de los Dolores, sin medir sus palabras.

   Nada de eso, señora; yo fui creado por Él para que los hombres le dieran pelota. Y la verdad es que sin mí no habría Dios, al final, a alguien hay que echarle la culpa de las imperfecciones y defectos imperantes en el mundo, ¿no crees? 

    Ante semejantes calumnias, María de los Dolores ya iba a poner el grito en el cielo cuando Damián la interrumpe para, en tono obsceno y procaz, decirle: 

    Pero no nos apartemos del tema que me ha traído aquí: es decir, tus ganas de ñaca ñaca un poco más prolongado. 

   Eso de "ñaca ñaca" la desarticula. 

   "¿Qué carajo será éso?", se pregunta con desconcierto María de los Dolores, entonces, incrédula, lo interpela al respecto: 

   ¿Ñaca ñaca? 

   Sí, lo de los miércoles por la noche, confirma Damián. 

   "¡Lo que me faltaba!, ojalá no sea chismoso", piensa María de los Dolores, temerosa de que su nombre esté en boca de todo el pueblo.

   ¿Y... usted cómo sabe sobre... eso? 

   Ya te dije: estoy en todos lados; por eso cuando falta Él, yo entro en acción. Como ves, no soy tan malo como me pintan. 

   María de los Dolores medio que se confunde, ¿de quién hablará el demonio, de su marido o de Dios? A no ser que... No, no puede ser, debe estar alucinando; ya ha tenido fantasías inconfesables, pero ésto...

   Espere ahí, ¿no estará pensando que yo... con usted...? 

   No, no, para nada; yo estoy más allá de las miserias humanas. Pero... puedo llenar tu cama de machos, y solo me costaría un soplido de nada. 

   "¡Epa!, ¿he escuchado bien?" María de los Dolores de pronto siente otra vez el cosquilleo en "aquel lugar". 

   Pero... pero... , María de los Dolores balbucea tontamente.

   No te resistas, mujer, tu naturaleza lo reclama, le dice Damián, sonriendo cínicamente. 

   Pero... pero..., ahora el balbucear de María de los Dolores es un modo de espera. 

   No te preocupes, yo me encargo de tu marido, la tranquiliza Damián. 

   Bueno, no sé..., María de los Dolores ha caído en la trampa. Entorna los ojos, imagina "cosas ricas", pero cuando abre los ojos Damián ya no está. 

4- 

Damián, en ese mismo instante, se materializa en la esquina, y allí se queda a la pesca de candidatos. 

   Al rato, un hombre se acerca por la vereda; Damián sonríe y cuando el hombre pasa por él, le sopla la oreja. 

   El hombre se rasca la oreja, y enseguida es acometido por una sed terrible, entonces, como zombificado, sus pasos lo llevan a la casa del número 1648. 

5- 

Laman a la puerta. 

   ¿Quién será?, se pregunta María de los Dolores. 

   Va a ver. 

   Es un hombre, otro hombre, uno de verdad. 

   ¡Un hombre!, suspira.

   Abre la puerta.

   ¿Qué desea?, pregunta. 

   El hombre, que repentinamente ha perdido la sed, pero ahora, en cambio, tiene ganas de otra cosa, le dice: 

   Complacerte. 

   María de los Dolores vuelve a sentir un cosquilleo allá abajo, en "aquel lugar". Pero como esta vez no se trata de ningún demonio, lo invita a pasar. 

   Un minuto después están revolcándose en un ñaca ñaca infernal. 

   Mientras tanto, Damián, tarareando una canción que los Rolling Stones le han dedicado, espera que el hombre salga. 

   El hombre sale, va hasta la esquina y sigue por la dirección en la que iba antes del soplido.

   Al rato, pasa otro hombre. 

   Damián vuelve a soplarle en una oreja y el hombre, como el anterior, empieza a sentir una sed terrible, y sus pasos, también, lo llevan derechito a la casa del número 1648. 

6- 

A la hora de ir a buscar a los hijos a la escuela, Damián se retira de la esquina y va a dar una vuelta por el pueblo, y sus pasos lo llevan hasta la carnicería "El cuerno de oro", cuyo dueño no es otro que el marido de la mal amada María de los Dolores; sí, el mismísimo, aquel que solo lo hace, y en forma relámpago, los miércoles a la noche. 

   Damián mira a través de la vidriera. 

   La cabeza del carnicero gira hacia afuera. 

   Damián lo saluda y el cornudo corresponde. 

7-   

A la mañana siguiente, después que María de los Dolores vuelve de la escuela, Damián aparece en la esquina, y las cosas ocurren como el día anterior: un "entra y sale" de hombres sin parar hasta la hora de ir a buscar a los hijos a la escuela. 

   Y así continúa la vida, con Damián apostado en la esquina, dele que dele al soplido de orejas, y María de los Dolores chocha de la vida, tanto que hasta se ha olvidado del rosario, de Dios, de los miércoles de pesadilla y hasta del clavito de la puerta, que ha arrancado y boleado a la calle. 

   Demasiada dicha, según Damián, por lo tanto, estima que ha llegado el momento de la puñalada trapera: hacerle saber al marido de María de los Dolores que está siendo traicionado a troche y moche. De modo que, después de enviar otro hombre a la casa del número 1648, a fin de mantener a María de los Dolores ocupada, Damián se materializa junto al mostrador de la carnicería. 

   El carnicero, entretenido con la preparación de una tanda de chorizos, no advierte su presencia, con lo que Damián tiene que carraspear para que levante la vista y le pregunte qué va a llevar. 

   Pero Damián no responde nada, sino que sopla por sobre el mostrador y el soplido se incrusta en una oreja del carnicero; después se retira y deja al manso totalmente trastornado, revolcándose solo en la turbiedad de sus pensamientos más fúnebres. 

   Antes de salir, Damián lo oye vociferar: 

   ¡Con razón, la hija de puta de un tiempo a esta parte solo me da comida recalentada! 

   Y al rato, desde la esquina donde se ha quedado a observar la reacción del carnicero, Damián lo ve salir atropelladamente a la calle con una cuchilla y una chaira en cada mano, rugiendo como una locomotora desgobernada, encolerizado como un toro picaneado en los cojones. 

   Damían esboza una sonrisa de satisfacción y suspira: 

   ¡Flor de soplido!

8-

Al mediodía los hijos vuelven de la escuela acompañados por el padre. 

   Papá, ¿y mamá?, preguntan, con asombro ante la alteración de la costumbre. 

   Nos ha abandonado, responde secamente el carnicero. 

   ¿Abandonado, y por qué, papá? 

   No sé por qué, hijos, si no le faltaba nada. 

9- 

Al día siguiente. 

   Una señora va a comprar carne, pero llegando a las inmediaciones de la carnicería, se depara con una cola que dobla la esquina. 

   ¿Y esta cola?, le pregunta al que está por último. 

   ¿Ah, no sabe? 

   No, ¿saber qué? 

   Lo de la oferta del día. 

   ¿Qué oferta? 

   La oferta de la carnicería, señora: tres kilos de carne picada por cien pesos. 

   ¡¿Tres kilos de carne picada por solo cien pesos, y por qué tan barato?! 

   Eso mismo me pregunto yo, señora. Pero bueno, como dice el dicho: menos pregunta Dios, ¿no?

Licencia Creative Commons
LOS SOPLIDOS por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.

martes, 15 de junio de 2021

AMOR SECO


DESDE UN COSTADO DEL CAMINO 

De pronto, un punto pequeño empezó a insinuarse donde el camino de tierra se desprende de la ruta 51, como una raíz gris internándose en la llanura bonaerense. Enseguida una polvareda detrás suyo se elevó al cielo, hinchándose en borbollones arremolinados hasta formar una especie de capa gris. Era un camión, dirigiéndose quizás a algún horno de ladrillos de los tantos que se desparramaban por aquellos parajes, o bien a alguna estancia. 

   Ésto fue lo que pensó el hombre recostado en la bicicleta al costado del camino, bajo aquel solazo que parecía querer cocinar todo lo que hubiera sobre la tierra; incluido él, que chorreaba sudor como si fuese una esponja siendo exprimida. Esta distracción le duró un par de segundos, con lo que dejó de prestarle atención al camión y volvió a concentrar su mirada turbia en el rancho que tenía en frente, a unos cien metros del camino. 

DESDE LA CABINA DEL CAMIÓN 

Un bulto insignificante fue tomando forma de gente a medida que el camión se acercaba a él. 

   ¿Y ese ahí?, preguntó el acompañante, señalando a un hombre recostado en la bicicleta, al costado del camino. 

   Vaya uno a saber, respondió el conductor. 

   El hombre tenía la vista fija del otro lado del camino. Ambos ocupantes del camión llevaron la mirada en aquella dirección. Delante del rancho, una muchachita de no más de doce o trece años, apaleaba con una escoba una frazada o colcha tendida sobre el alambrado que circundaba el rancho; a cada golpe una polvareda traslúcida borroneaba su figura; entonces ella se retiraba unos pasos hasta que el polvo se disolvía en el aire y volvía a dar otro escobazo. 

   ¿Será que es un picaflor que le anda arrastrando el ala a la piba?, volvió a preguntar el acompañante. El conductor, todavía mirando a la muchachita, respondió: 

   ¿Debajo de semejante solazo? ¡Qué amor más seco! El conductor iba a soltar una carcajada por su ocurrencia repentina, pero habiendo ya desviado la mirada hacia el hombre, ahora más cercano y distinguible, vio que se trataba de un adulto, al que le dio más de cuarenta. 

   No, no es un picaflor, ése ahí es un degenerado, ¡clavado que lo es!, dijo, en un tono amargo, y añadió:

   Si no es nuevo en el pueblo debe ser un andarillo sin rumbo, que al pasar por acá se antojó por la piba. ¡Ah, si fuera mi hija, le doy una revolcada a ése que por acá no vuelve a pasar nunca más! Esta última frase le salió con algunas gotas de saliva que se estrellaron contra el parabrisas. 

   Enseguida hundió el pie en el acelerador, un poco por rabia, un poco para aumentar la polvareda. Cuando pasó frente al hombre bocinó con insistencia, creyendo que con el alboroto de los bocinazos alguien, el padre o la madre, saldría del rancho y con ello se percatare de la presencia del degenerado que le estaba echando el ojo a la hija. Pero nadie salió, solo la muchachita levantó su mano a manera de saludo. Mismo gesto repetido por el hombre al costado del camino, que levantó una mano pero sin quitar la vista de la muchachita, como si correspondiese al saludo de ella. 

   ¡Degenerado, hijo de puta!, le gritó el acompañante, en medio del estruendoso barullo del motor y los bocinazos, al pasar por él. 

DESDE UN COSTADO DEL CAMINO, CUANDO PASA EL CAMIÓN 

El camión pasó a alta velocidad, tronando y bocinando, mientras alguien gritaba algo que el hombre no alcanzó a entender, pero pensando que lo saludaban, levantó una mano que fatalmente se perdió en medio de la nube de tierra arrastrada por el camión, que lo cubrió por completo y permaneció por cerca de un minuto a su alrededor, pegotéandosele al cuerpo encharcado de sudor. Cuando el polvo se disipó parecía una estatua de barro. 

   Mientras se secaba la cara oculta bajo el polvo hecho barro con una manga de la camisa, una puteada alusiva a la madre del conductor del camión salió disparada con rabia de su boca reseca, disolviéndose en la nada un segundo después. Obstinado, continuó plantado en el mismo lugar. Enseguida su atención volvió al objeto de su acecho, pero cuando llevó la mirada hacia el rancho la muchachita ya no estaba más, había desaparecido. Él lanzó un suspiro de fastidio y volvió a secarse la cara, que de nuevo chorreaba sudor, y por un  momento la mente se le vació de palabras y apreciaciones. Pero como le volvieran las ideas, otra puteada al camionero siguió la misma suerte que la anterior.

   Mientras tanto el sol tenaz, empeñado en secarle hasta la última gota de su ser, continuaba a machacarlo sin piedad. 

DESDE LA CABINA DEL CAMIÓN, UN PAR DE HORAS DESPUÉS 

Un par de horas después, el camión retornaba por el mismo camino y, ya llegando cerca del rancho, el conductor dijo:

   ¡Ja!, parece que el degenerado se las picó. El acompañante agudizó la vista y pareciéndole ver algo más que marcas de ruedas sobre el polvo del camino, señalando con una mano, dijo: 

   Me parece que hay algo tirado junto a la cuneta, del lado izquierdo. 

   El conductor rebajó la marcha y divisando un bulto donde señalaba el acompañante, exclamó: 

   ¡Carajo, si no es el degenerado le pasa raspando! 

   El conductor aminoró la marcha: el bulto era nomás del desconocido. Estaba caído sobre la bicicleta con medio cuerpo dentro de la cuneta seca. 

   ¿Y ahora, qué vamos a hacer?, preguntó el acompañante. El conductor, el entrecejo fruncido, lo miró fijo. 

   ¡Nada!, ¿qué vamos a hacer? Si está mamado ya se le va a pasar la mona y si está muerto que se haga cargo otro. 

   Pero me imagino que le avisaremos a la policía, objetó el acompañante. 

   ¡Sí, y que nos tengan como maleta de loco de aquí para allá por ser testigos presenciales, no señor! 

  Sí, eso es cierto pero de cualquier manera... 

  ¡Pero nada! Nosotros no vimos nada, no oímos nada ni diremos una palabra de esto a nadie, ¿entendiste bien? 

   Sí, patrón. 

   El conductor escrutó hacia el rancho, pero no vio a nadie, apenas un perro flaco que parecía ladrar; después, asintiendo con la cabeza, dijo:

   Bueno, ahora rajemos antes que pase alguien y nos alcahuetee de que nos vio parado al lado del tipo. 

   El camión reanudó la marcha, levantando una nube de polvo que cubrió todo lo que había detrás. Al rato, el camión era un punto pequeño disolviéndose en la ruta 51, rumbo a Carmen De Areco. 

Licencia Creative Commons
AMOR SECO por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.

EL SUICIDA Y EL LOCO

    Rapallo, Genova -  Febrero de 1883  Parado al borde del acantilado, Amedeo flexionó las piernas y cuando estaba a punto de dar el gran s...