sábado, 26 de septiembre de 2020

SIMPATÍA


 
26 de abril a las tres y veintidós de la tarde. En la inmobiliaria.

Estaba agachada, sacando el dinero de la caja fuerte, cuando sintió que alguien entraba. Corrió a ver quién era. 

   Buenas tardes, dijo un joven vestido con un traje militar, del otro lado del escritorio. Fue un vistazo rápido el que ella le dio, no así maletín en la mano izquierda, que de inmediato despertó su curiosidad. 

   Buenas tardes, ¿qué desea?, le preguntó, mostrando su mejor sonrisa. El joven pensó: "¡Qué simpática!"

   Perdón si te asusté, respondió él, devolviendo la sonrisa de igual manera. Estoy buscando un departamento para alquilar y tiene que ser para hoy... Vi uno, amueblado, anunciado en la vidriera, que me gustó y si es posible ir a verlo ahora, cerramos el negocio hoy mismo. La última frase la complementó dándole tres palmaditas al maletín. Ella, aún imaginando posibles contenidos, titubeó un instante hasta que dijo: 

    Sí, no hay problema, ya vuelvo. Enseguida desapareció tras una puerta. A él le pareció que hablaba con alguien. Un minuto después volvió y se puso a buscar algo en un cajón del escritorio. 

   Acá está, dijo, mostrando la llave del departamento y guardándola dentro de una mochila que traía colgada en un hombro. 

   Fueron en el auto del joven. En el camino él le dijo que era teniente coronel y ella, que era la propietaria de la inmobiliaria, y ya en el departamento, que le fascinaban los militares, principalmente cuando vestían el uniforme. 

   Él facilitó la seducción dejándose arrastrar gustosamente hasta un sofá. Ella pasó por detrás y se puso a susurrarle palabras lascivas al oído mientras que parecía estar desprendiéndose las ropas. Pero no era eso. Él soñaba de ojos cerrados cuando sintió que le tapaban la boca con un paño embebido en algo sofocante. Ella se abrazó con fuerza a la cabeza de él, y así se quedó, pocos segundos, hasta el cloroformo hizo efecto y él ya no opuso más resistencia. 

   Cuando el joven despertó habían desaparecido ella... y el maletín.  

El mismo día a las once y cuarenta y siete de la mañana. En la casa. 

Acercó la cara a la de la mujer que acostada a su lado, dormía profundamente. Se levantó y buscó unas medias ligas de mujer en la cómoda junto a la cama. 

   Cuando ella despertó estaba siendo amordazada por él, montado sobre su espalda, después le ató pies y manos. Él salió de la habitación y un minuto después volvió con un cuchillo de cocina. Al verlo venir armado, ella previó su fin y empezó a agitarse mientras la cara se le enrojecía por causa de los gritos ahogados por la mordaza.

   Escucha con mucha atención, le dijo él, sujetándole la cara con una mano mientras que con la otra acercaba la punta filosa del cuchillo a uno de sus ojos, dame la seña de la caja fuerte y no te desangro como a un chancho, entendiste bien. La mujer, los ojos agrandados casi a punto de querer saltárseles de las órbitas, asintió. Entonces él le aflojó la mordaza y ella le pasó la seña. Volvió a ajustar la media y se encaminó al despacho del marido. Al rato apareció con un maletín en la mano y fue derecho al ropero, donde se vistió con el traje de gala del marido militar. Minutos después abandonó la casa en el auto de ella, dirigiéndose a una inmobiliaria para alquilar un departamento. 

El mismo día, siete de la noche. En la comisaría. 

La dueña de la inmobiliaria relata el robo sufrido esa misma tarde. 

   "Yo estaba hablando por teléfono con un cliente en el despacho del negocio, en el fondo, cuando oí que alguien entraba. Entonces interrumpí la llamada y fui a atender. Era una muchacha muy simpática con cara de ángel, pelo rubio, lacio y largo, ojos celestes. Bien, sin darme tiempo a darle la bienvenida, sacó un arma y me redujo, obligándome a abrir la caja fuerte, escondida detrás de un cuadro en el despacho. Después me encerró en la despensa donde están los artículos de limpieza, atada y amordazada. Por el hueco de la cerradura conseguí ver que cuando estaba poniendo el dinero en una mochila, alguien entró al negocio, yo pensé que fuese un cómplice. Bueno, al ratito ella volvió, me aflojó la mordaza y me preguntó dónde guardaba las llaves de los departamentos y las casas; le dije donde estaban y entonces me volvió a ajustar la mordaza y enseguida me tapo la nariz con pañuelo y enseguida me desvanecí. Hace una media me despertó mi marido, que vino a la inmobiliaria a ver que pasaba que yo demoraba en llegar a casa y tampoco contestaba el teléfono".

El mismo día a las cuatro y cuarenta y tres de la tarde. En el aeropuerto. 

El vendedor de pasajes sintió carraspear a sus espaldas y se dio vuelta: era una muchacha, no, era una angelita rubia y de ojos azules y sonriendo un sol de primavera, queriendo un pasaje para el vuelo a Europa de las cinco y cuarto. 

  Sí, dijo, acompañando la afirmación con una lánguida sonrisa de enamorado estampada en el rostro, y se puso a buscar el pasaje en un cajón a sus espaldas, y mientras hacía eso, pensaba: "¡Qué simpática!" 

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SIMPATÍA por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://creativecommons.org/choose/?lang=es#metadata.

BOCA MALDITA


Tulio había ido a visitar a un amigo que no veía en meses. Al rato de haber llegado, vio el en patio a una gallina de guinea picoteando en el césped. 

   ¿Y eso?, le preguntó al amigo, señalándole la gallina. 

   Es mi mascota, una gallina de guinea. 

   Debe ser riquísima a la provenzal, bromeó Tulio. Los amigos rieron y siguieron hablando de sus cosas. A los pocos minutos, el amigo, sin decir nada, salió corriendo al patio: la gallina estaba tendida en el césped, muerta. 

   Pero, qué boca maldita la tuya, yo en tu lugar, pedía otro deseo, le dijo el amigo. 

   ¡Anda!, ha sido mera casualidad. 

   En serio, dale, intenta pedir algo, pero algo bueno, por las dudas, le sugirió el amigo. 

   Está bien, lo intentaré, pero te advierto que fue solo una casualidad. Tulio se quedó pensando en lo que podría desear.  

   Pero ¿puede ser cualquier cosa? 

   Sí, lo que se te ocurra, respondió el amigo. 

   ¿Estás seguro que cualquier cosa?, volvió a insistir Tulio. 

   Sí, cualquier cosa. Estoy esperando, dale, dijo, impaciente, el amigo. 

   Ok, deseo que tu hermana se enamore de mí. Me dijiste que cualquier cosa, aclaró Tulio. 

   Ay, Tulio, lo creo muy poco probable, por no decir imposible, dijo el amigo. 

   Tulio iba a preguntarle por qué cuando Marisa, la hermana del amigo, se asomó por la ventana de su habitación, en el primer piso. 

   ¿Pero quién es...tá a...hí?, dijo Marisa al tiempo que dos estelas de corazoncitos salían de sus ojos y buscaban las alturas. Después, con voz melodiosa, dijo: 

   Hola Tulio, ya bajo. 

   Ni el amigo ni Tulio lo podían creer. Primero había sido la muerte de la gallina de guinea, ahora el amor a primera vista de Marisa. 

   Aprovecha Tulio y sigue pidiendo, lo apuró el amigo. 

  Sí, sí, pero déjame pensar, dijo Tulio, temblando de emoción. 

   Está bien, mientras yo voy a la cocina a calentar agua para pelar la gallina, piensa en algo bueno, le dijo el amigo y entró en la casa con la gallina colgando de una mano. 

   Tulio pensó y pensó, ¿pero qué es lo que podría pedir que no fuese dinero? ¿Amor?, pero Marisa ya estaba muertita por él, así que solo le faltaba riqueza, mucha riqueza. 

    ¡Deseo ser rico, muy rico!, dijo en voz alta, como para que no hubiera equivocación. 

   Al rato, aparecieron el amigo y la hermana. 

   ¿Adónde se metió Tulio?, se preguntaron mientras miraban para todos lados. 

   ¡Acá estoy!, respondió la voz de Tulio desde algún lugar. 

   Acá, sobre la mesa del jardín, volvió a decir la voz de Tulio.

   Pero sobre la mesa solo había una vistosa torta de chocolate y frutas. 

   ¿Pero qué pediste, Tulio?, le preguntó el amigo. 

   Pedí ser rico, muy rico,respondió Tulio, mejor dicho la torta. 

   A ver si es cierto, dijo Marisa, acercándose a la torta con el índice de la mano derecha estirado.

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BOCA MALDITA por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.

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EL CONEJO


Cuando Chuck pasó por delante de la tienda de animales y vio en la vidriera un conejo que parecía una bola de espuma, con aquellos ojazos rojos, como dos cerezas en almíbar, se enamoró en el acto. 

   Entró, lo compró y después fue directo a la casa de un amigo, que casualmente tenía un gato de mascota. 

   Cuando su amigo apareció para abrir el candado del portón traía al gato en los brazos, pero ¿quién dice que el conejo dejó que Chuck entrara? Se puso tenso y se le escurrió dentro de la chaqueta y se quedó asomando la cabeza y con aquellos ojazos, ahora más parecidos a dos tomates "cherry", que no se apartaban de las manos del amigo de Chuck. 

   En un momento vuelvo, dijo el amigo. Al rato, volvió sin el gato. Pero el conejo siguió demostrando, con pataleos de loco alucinado, que no estaba dispuesto a entrar. Chuck, al ver los ojos atemorizados del conejo, se compadeció de él y desistió de la visita. 

   Otro día paso, le dijo a la amigo y tomó el rumbo de casa. 

   El conejo suspiró aliviado y recobró la compostura, y no era para menos, pues se alejaba del llavero con la pata de conejo, que el amigo de Chuck sostenía en una mano. 

MONO ENAMORADO


El mono aquel estaba superenamorado de la mona Chita, pero ella no, no de él sino de Tarzán. Y para peor se la daba de estrella, solo porque salía en sus películas. Si hasta se creía más importante que Jane, todo porque cuando Jane apareció ella ya estaba con Tarzán. 

   Esta me las paga, dijo el mono. 

   Entonces urdió un plan para matar a Tarzán, pero tuvo la mala pata de contárselo a un camaleón que era muy amigo suyo, y ya todos sabemos la lengua larga que tienen esos lagartos. 

   Para encortar la historia: Tarzán se enteró y frustró el plan criminal del mono enamorado yéndose a Inglaterra con la mona Chita a cuestas. 

   ¿Y el mono? 

   Todavía anda atrás del camaleón alcahuete, pero quién sabe cuántas veces lo habrá pasado por al lado sin verlo. 

COMO DIJO NIETZSCHE


Cuando me recibí de enfermera me sentí realizada, porque siempre tuve vocación de ayudar al prójimo. Pero la posibilidad del desencanto siempre anda rondando alrededor como un fantasma; que lo diga yo que a quien debía cuidar me hizo querer matarlo: un paciente rezongón que me sacó de quicio. 

   En dos años inyectándole cuatro inyecciones de penicilina diarias me había hecho la fama de buena buscadora de venas (no fallé nunca), hasta en mis días libres tenía iba al hospital para inyectarlo al rezongón aquel. Me tenía harta, hasta soñaba con él. y para peor ni se curaba ni se moría, el infeliz, conque empecé a agarrarle rabia. De la rabia a querer deshacerme del viejo llegué en dos pasos. Fue entonces que elaboré un plan siniestro para empujarlo al más allá de una vez por todas. A ver si así me deja en paz, me dije. Es claro que tuve ayuda, un diablillo me insistía al pie de la oreja: "Inyéctale cianuro". 
  
   Fue entonces que una noche, para la última inyección del día, le zampé el cianuro sin dolor ni piedad. Al otro día me hice lo más boluda que pude y fui a ponerle la inyección de la mañana, como siempre, y, lógicamente, la cama estaba vacía. Siguiendo con mi teatro puse cara de sorpresa cuando le pregunté a un doctor que pasaba por allí qué había pasado con el paciente (listo, me dije, me dice que se murió y yo hago como que paso mal, digo "¿por qué, por qué? me había encariñado tanto con el abuelito", y zafo). 

   Ah, no te enteraste, me dijo el doctor. 

   No, le dije con la cara más estúpida que fui capaz de improvisar. 

   Hoy le dimos de alta porque se curó de repente, es un milagro, dijo con la sonrisa de oreja a oreja. La concha de su madre, pensé, es como dijo Nietzsche, lo que no te mata te cura. 

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COMO DIJO NIETZSCHE por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.

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VÍSPERA DE REYES


Cinco de enero, víspera de reyes. 

   Los dos hijos miran junto a sus padres un documental en Animal Planet sobre aves. De pronto, la madre retorna al nido y al ver que solo queda un pichón (que fue el que expulsó del nido a los otros hermanos) le da toda la comida que trae a él. 

   En ese momento uno de los hijos mira la latita con agua y el plato con pasto para los camellos de los reyes magos que están en la ventana, al lado de la tele, después con disimulo le clava la mirada a su hermanito y vaya uno a saber en qué piensa

LA MÁQUINA DE SOÑAR

 

El día que concluyó la máquina de soñar el científico loco se volvió loco de contento y habló bien alto, como un loco, ya que estaba solo en su laboratorio, diciéndole a nadie que ahora el mundo se rendiría a sus pies, y también rió porque se haría el hombre más rico de la tierra y podría dedicarse a tiempo completo y de cuerpo y alma y sin importarle los costos a sus otros inventos, tales como la invisibilidad y el viaje en el tiempo. 

   La peculiaridad de su máquina de soñar era que podía programar el sueño que se quería tener y, además, tener conciencia de que se estaba soñando, también, al momento deseado, permitía desconectar el sueño desde el sueño mismo (ésto quedaba al gusto del usuario, caso algo no saliera según lo programado), lo que le confería una extraordinaria practicidad. El usuario solo tenía que apretar un botón de un pequeño dispositivo sujeto a la muñeca, como un reloj común y corriente, y volver a la realidad instantáneamente. 

   Pero faltaba la prueba final, antes de darla a conocer al mundo, con lo que se puso a cargar el sueño con las informaciones necesarias en la computadora, que luego pasaría a un chip sabor chocolate que luego de tragado se disolvía en el estómago y a través de la corriente sanguínea la información se alojaba en el cerebro y daba inicio al sueño. 

   En la ventana correspondiente al número de coprotagonistas del sueño escribió: "uno", y debajo insertó la imagen de la mujer más linda del mundo (una modelo italiana que jamás en la puta vida le daría bola). En la ventana que correspondía a relación entre protagonistas escribió: "Enamoramiento a primera vista del coprotagonista" (el suyo lo obvió por innecesario, ya que estaba recaliente con la mina). En la ventana de localización del sueño escribió: "isla desierta" (para tener la minita solo para él y no ser interrumpidos en la hora "H", es decir todo el tiempo que durara el sueño, en el cual se lo pasaría dándole con un caño sin parar), y en la última ventana que era de la opción de apagado del sueño escribió: "apagado interno" (por las dudas, no vaya a ser que el cuero no le dé para tanto como quería y la modelo fuera una de esas hembras insaciable que siempre están queriendo más). 

   Con todos los ajuste hechos, el científico se acomodó en la cama de soñar y apretó el botón de inicio y de inmediato se transportó al sueño. Y todo iba de maravilla, la minita dócil como una esclava de harén, la isla idílica, el que te dije firme como una barra de acero, pero... Algo con lo que él no contaba lo transformó en el hombre más infeliz del mundo y el paraíso onírico el propio infierno. Pasó que la tal modelo se requete enamoró de él, y hasta ahí todo bien, pero resultó ser más celosa que hija de padre viudo y en un ataque de celos, después que él le contara que estaban en el mejor de los sueños, le arrancó el dispositivo de las manos y lo hizo pedazos contra una roca en la playa donde acababan de entreverarse, para que no volviera al mundo real y se enamorara de otra. 

   Mientras tanto, de este lado de la realidad, todavía se espera que el científico despierte de lo que se cree sea un coma profundo.  

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LA MÁQUINA DE SOÑAR por FRANCISCO A. BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
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EL SUICIDA Y EL LOCO

    Rapallo, Genova -  Febrero de 1883  Parado al borde del acantilado, Amedeo flexionó las piernas y cuando estaba a punto de dar el gran s...