domingo, 18 de octubre de 2020

UN HUEQUITO AL SOL

 La brisa fría del río la empujaba a buscar un lugar cualquiera donde alumbrara el sol. Desde la cornisa del hotel vio un huequito soleado sobre un banco de la plaza y hacia allá se dirigió a calentarse. No había alcanzado a calentarse satisfactoriamente cuando un grupo de turistas japoneses invadió la plaza y, a pesar del día despejado, casi la dejan ciega con la metralla de flashes de sus cámaras fotográficas. Como no se consideraba ninguna Miss Belleza, se preguntó qué gracia había en perpetuar su imagen sobre un banco de una plaza mugrienta y oliendo a orín. Cuando los turistas se cansaron de ella le dieron la espalda y siguieron apuntando y disparando flashes en todas direcciones, como si fueran indios desorientados. Todavía medio encandilada alcanzó a percatarse de un culo inmenso que se aproximaba reculando peligrosamente hacia ella, y si no fuera porque voló a tiempo a un costado por poco no la aplasta cuando se desplomó con un sordo "plaf". Por un instante se quedó mirando rencorosamente para aquella japonesa gorda que se apoderó de "su" huequito al sol sin pedirle siquiera por favor, pero el frío la urgió a encontrar otro hueco soleado. Y en eso estaba cuando la señora empezó a tirarle pedacitos de factura, y como tenía más hambre que frío eligió la comida. Mientras se acercaba a las migas percibió que la señora la apuntaba con la cámara. 

                                                                           

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Un Huequito Al Sol por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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CONSUELO

 

La comida era malísima, pero igual yo perseveraba en ir todos los días, sin importarme con mi estómago que me demostraba su desagrado "repitiendo" cada dos por tres. Pero tenía mis motivos. Solo me importaba... ¿cómo decirlo...?, ¿con mi estado mental?, sí, debe ser eso, porque estar allí cada día era como una droga. 

   La fonda no habría los domingos, mi estómago agradecía, como te podrás imaginar, sin embargo, para mí era el peor día de la semana, como debes suponerlo. Hasta que un día, siempre llega un día, antes de fin de año, me acuerdo como si fuero hoy, el dueño me dio la noticia fatídica de que cerraría las puertas definitivamente. 

   La crisis, vio. Este país no se levanta más, ¿entiende?

   No, no lo entendía, digo, sí lo entendía pero no lo comprendía.

   Entonces el mundo desapareció bajo mis pies. 

   Esa misma tarde contraté los servicios de un detective privado. 

   Averígüeme esto, averígüeme esto otro. 

   Una semana después el detective me contactó. 

   ¡Buenas noticias! 

   Ahora el nuevo restaurante que frecuento queda más lejos, lo que me obliga a tomar un colectivo para llegar, pero vale la pena, de veras. No por la comida, que por cierto es mejor, sino por quien la sirve: la misma camarera de la fonda. Ella es una chica adorable, que ignora que me tiene enamorado desde el primer día que la vi, nunca se lo dije, ni se lo diré jamás, ¿con qué derecho, si puedo ser  su abuelo? Además, a mi edad ya sé que es mejor la ilusión que las trompadas de la realidad. Pero con solo verla todos los días y conversar un ratito, aunque sea para consultarla sobre el menú del día, o qué lindo día hace hoy, ¿no te parece?, para mí ya está de diez, como dicen ahora.

                                                                              

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Consuelo por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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SUEÑO MOJADO

 Soñaba que caminaba por una vereda arborizada cuando de pronto, detrás de un árbol, una vieja me echaba un balde de agua en la cara. Desperté en el acto y de inmediato llevé mis manos a la cara, la sentí húmeda. Pensé que fuese sudor, pero al mirar al costado de la cama caí en la real: mi perro, meneando la cola y poniendo cara de inocente, me miraba como diciendo "yo no hice nada". 

                                                                            

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Sueño Mojado por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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LA INTROMISIÓN

 ¡Qué alma insondable la del ser humano! 

   "No, no quiero, suélteme degenerado", oí al pasar por aquel callejón en penumbras. Me detuve de inmediato y vi a un tipo que forcejeaba con una mujer, a la cual ya había medio desnudado. En el momento no pensé en nada, simplemente apreté los puños y sin avisarle, llegando junto al sátiro, le di un potente puñetazo en la sien. Él debió caer inconsciente, porque ni se movió. Entretanto al volverme, la inesperada sorpresa: la mujer no me dio tiempo de atajarme siquiera, se me tiró encima haciéndome trastabillar y caer junto al tipo. Aún confundido por aquella reacción desconcertante, alcancé a oír que me decía: 

   "Entrometido de mierda, no ves que a mí me gusta así". 

                                                                              

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La Intromisión por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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MUNDO DESCONOCIDO

 Entró al bar como un huracán y fue directo al baño, pero la puerta estaba con llaves, o quizás estuviera ocupado. Volvió al salón y pidió la llave. 

   ¿Qué va a querer, primero?, le preguntó el barman. ¿Entonces era así?, si quería descargar su desgracia en el retrete tendría que pagar, aunque la cobranza estuviera disfrazada de una consumición cualquiera. 

   Un Whisky, pero antes quiero pasar al baño, dijo, haciendo muecas de dolor. 

   Hay que pagar antes, respondió el barman, desconfiando que usara el baño y después se fuera como había venido. Pagó y corrió al baño. Mientras se aliviaba no pudo evitar leer las puercas inscripciones y las audaces proposiciones seguidas de números telefónicos escritas en la puerta mugrienta. "Y bueno, se dijo, hay de todo en la viña del señor", y entre ese todo descubrió un sugestivo recado de una tal Fabianne y sin saber por qué, lo asaltó la idea de conocerla. Anotó el número y volvió al salón, allí lo esperaba el vaso de whisky y el vuelto. 

   Cuando salió soplaba un viento helado desde el sur, en la esquina vio un teléfono público. Llamó. 

   Cuando la puerta se abrió, vio que ella era un "él" vestido de mujer, y tuvo que admitir que era más bonita que muchas mujeres por ahí. Mientras no encontraba las palabras para decir aunque sea "hola", pensaba en lo tonto que había sido al pensar que una mujer tuviera tanta osadía de entrar al baño masculino de un bar para dejar un recado. 

  ¿Vas a entrar?, le preguntó. "Y bueno, ya que estoy aquí", pensó y sus pasos lo llevaron a un mundo que hasta ese momento le era desconocido. 

                                                                              

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Mundo Desconocido por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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EL CINE

 

Sin dudas dormir sentado en una butaca de cine no es muy confortable, pero sale más barato que hacerlo en un hotel. En contra posición puedo ver películas, cosa que en un hotel barato sería imposible, ver televisión incluso. Después de meses durmiendo en este hotel abierto las 24 horas, empecé a notar caras conocidas, en los intervalos más que a la entrada o a la salida. Descubrir que no soy el único a recurrir a la oscuridad del cine para pasar la noche, ni el único a padecer penuria en este mundo ingrato me reconforta bastante. 

   Al parecer el dueño del cine se ha dado cuenta de ello, porque hoy la entrada ha aumentado, igualando a la del hotelucho de quinta categoría donde pernoctaba antes de descubrir este cine. 

  Hago un comentario por lo del aumento y el boletero me dice que  de ahora en adelante la entrada incluye el desayuno. 

   Bueno, de todas maneras aún vale la pena, pienso, y pago con gusto.

   El boletero me pasa la entrada y muy gentilmente me da las buenas noches. 

                                                                                

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El Cine por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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COINCIDENCIAS

 

1- EL CIENTÍFICO 

   ¡¡¡Eureka!!!, estalló el científico. Al fin, después de largos años de investigación e innumerables experimentos, había conseguido crear una consciencia artificial. Ahora solo le faltaba encontrarle un cuerpo, pero ¿masculino o femenino? 

2- LOS AYUDANTES 

Los dos hombres se mantenían alertas; la plaza estaba repleta de gente joven y a cada muchacha bonita que veían, como les recomendara el jefe, le sacaban una foto. 

3- EL CIENTÍFICO 

El científico examinó cada fotografía con detenimiento, separándolas en dos montones: uno correspondía a las que descartaba porque ninguna muchacha le gustaba, el otro, a las que sí. Después volvió a repetir una nueva clasificación, y otra y otra hasta que restó solo una fotografía. 

      Tráiganme a esta, les ordenó a los ayudantes. 

4- LA NOVIA 

La muchacha estaba sentada sola en un banco de la plaza, esperando al novio, cuando dos hombres se sentaron junto a ella, uno a cada lado. Ella, sospechando algo raro, atinó a levantarse, pero uno de ellos se lo impidió, agarrándola discretamente por un brazo, mientras el otro le pasó unas fotografías. 

   ¿Los conoces?, le preguntó. Ella examinó las fotografías, reconociendo a su hermanito de tres años, a su hermana mayor, a sus sobrinos y a sus padres. Confundida, levantó la vista, y preguntó a qué venía todo aquello. 

   Si no quieres que les pase nada malo, acompáñanos hasta el automóvil y todo va a salir bien, le dijo el otro. Ya en el vehículo los hombres la durmieron y volvieron al laboratorio. 

5- EL NOVIO 

El muchacho, hundido en el asiento del automóvil estacionado en la esquina, vigilaba a su novia que lo esperaba sentada en la plaza. Por sus celos incontrolables siempre estaba desconfiando de todo y de todos. Habían marcado para las siete, pero él había llegado media hora antes para cerciorarse de que venía sola o para pescarla in fraganti, si por acaso alguien la acompañaba. 

   ¡Maldita!, masculló, al tiempo que golpeaba las palmas de las manos en el volante, cuando vio a dos tipos que se sentaban uno a cada lado de su novia; y volvió a maldecirla cuando los tres se levantaron y se dirigieron al automóvil, estacionado en la vereda de enfrente, mientras ponía el suyo en marcha para seguirlos. 

6- LOS AYUDANTES 

Después de dejar a la muchacha tendida sobre la camilla, los ayudantes volvieron al salón y se pusieron a ver una partida de baloncesto por televisión. 

7- EL CIENTÍFICO 

El científico despojó a la muchacha de sus ropas y se dispuso a trabajar. 

8- EL NOVIO 

El novio estacionó cerca de la casa donde vio entrar el automóvil. Estaba indeciso, por un lado quería entrar con vehículo y todo y sorprenderlos con la mano en la masa para justificar el asesinato de los tres y por otro, temía echarlo todo a perder por su impetuosidad, no dándoles tiempo de empezar la farra y con ello brindarles una chance de inventar alguna disculpa que lo pusiera en ridículo. 

9- EL CIENTÍFICO 

El científico raspó una pequeña porción de cabello de la muchacha, hizo una pequeña incisión en el cuero cabelludo y retiró un centímetro cuadrado de casco craneal; luego de implantar el chip con la memoria artificial volvió a tapar el orificio e hizo los curativos correspondientes; finalmente, se quedó contemplando el cuerpo sedado sobre la camilla. 

10- EL NOVIO 

El novio todavía no se decidía ni a una cosa ni a la otra cuando vio por el retrovisor un entregador de pizza en bicicleta venir en su dirección. 

   Lo paró.

    ¿Cuánto por una pizza?, le preguntó. 

   No son para vender son para entregar, respondió el entregador. 

   Te doy cien verdes por todas las que llevas ahí, propuso el novio. 

   No puedo hacer eso, insistió el entregador. 

   Claro que puedes, dile a tu jefe que una pandilla te robó. ¿Qué te parece, te ganas cien "platas" fácil, fácil y de paso no te muelo los huesos ahora mismo? Hmm, ¿qué me dices? El entregador pensó un momento, sacó cuentas y concluyó que la disculpa tenía sentido; el dinero no le vendrían nada mal y, además, el tipo era más fuerte que él. 

   Ok, respondió, le pasó las tres pizzas, manoteó el billete de cien dólares y desapareció. 

11- LA NOVIA 

La consciencia despertó. 

   Hola, le dijo el científico. Ella miró, algo perturbada, al hombre que la observaba parado a su lado. No respondió nada. 

   Ven aquí para que veas el cuerpo que te conseguí, le dijo el científico, arrimando un espejo de tamaño natural cerca de ella. 

   ¿Qué te parece?, le preguntó. 

   Me gustó, respondió la consciencia, mientras observaba su cuerpo desnudo por todos los ángulos. 

12- LOS AYUDANTES 

El timbre sonó tres veces. Uno de los hombres fue a atender y cuando abrió la puerta vio a un joven parado sosteniendo tres cajas de pizza. 

   Acá está su pedido, le dijo el muchacho, que inmediatamente lo reconoció como siendo uno de los dos hombres en la plaza. 

   Aquí nadie ha hecho ningún pedido, está equivocado, respondió el hombre. 

   No puede ser, la dirección concuerda, insistió el novio. El hombre supuso que su jefe había hecho el pedido, entonces agarró las cajas. En ese instante vio algo plateado en una de las manos del muchacho. Tras el golpe en la cabeza se desplomó como una bolsa vacía. El muchacho agarró las cajas en el aire y siguió, puerta adentro, el sonido de un televisor encendido. El otro hombre estaba de espalda mirando la partida y así como estaba continuó después que la llave inglesa en la mano del muchacho le partió la cabeza. 

12- FINAL 

El científico contemplaba el hermoso cuerpo desnudo de la muchacha frente al espejo cuando alguien abrió la puerta bruscamente. Se dio vuelta, furioso por la interrupción, pero ya el desconocido bajaba su mano con algo plateado contra su cabeza. La muchacha inmediatamente se cubrió los senos y el pubis con las manos al tiempo que soltaba una exclamación aguda. 

   ¡Perra maldita! !Y encima con un viejo!, le gritó, los ojos inyectados de sangre. Ella, en claro estado de shock, sin saber qué decir apenas cerró los ojos. Entonces un golpe en la cabeza apagó sus sentidos, por eso no sintió los otros golpes que el novio enceguecido por los celos le siguió dando, deshaciéndole el rostro hasta que se le acabaron las fuerzas. 

                                                                                  

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EL SUICIDA Y EL LOCO

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