martes, 3 de noviembre de 2020

PUZZLE

 

Ricardo abrió la puerta, regresaba del trabajo. Un sobre sobre la mesita ratona del living atrajo su mirada. Ricardo resopló y dejó caer los hombros. Un sobre sobre una mesita ratona que sea, o en la mesa del comedor, o en la mesada, o en la puerta de la heladera sujeto por un imán, lo que se ha de encontrar dentro nunca es bueno. Más aún si la casa está en silencio, Ricardo se acercó a la mesita presintiendo de antemano qué le esperaba al abrirlo. 

   Ricardo abrió con manos trémulas y los dedos fríos el sobre y de pie leyó: 

   El placentero amor vaso, hasta aquí llegó mi ladrón. Te escribo de esta pierna derecha como a ti te gusta y para que asimiles la Barbie de a poco para volver a preguntas. Sé que el abandono no quería salir así, como un Ricardo, pero es un día. No te hagas para armarla inútiles, la mejor que rebalsó mi imitación fue de extravío. La encontré Antes de la vista, creo que para fue cuando fuiste quedándote a buscar el dentro. agua que te resulte toda la casa detrás de sinceramente heladera  mi perdida pieza encontré tres tantos que correspondan de mujer. No sé a cuales encajar despedidas, querido. No te agradará que te cada enamores, pero espero la gota te ocurra de una yo de verdad mujer y no de una también como noticia. Si lo tendrás, no lo podrás baby cada vez que se me olvide armar uno por uno, pero bueno, sé que elegir Adiós o rompecabezas ¡tienes piezas!, o resignarte a vivir muñeca revolviendo solo vista dos por pierna. 

¡forma la hasta! y cada.

desarmar 

   Ricardo quiso admirar la inventiva de la carta, pero el momento no era propicio. Agarró lápiz y papel y se sentó en el sofá a descifrar la carta, lo que le demandó dos horas, lo que para él, tan aficionado al puzzle, caza palabras, crucigramas y rompecabezas, fue demasiado tiempo. Quizás porque a cada frese completada sentía como que el tiempo se alargaba para hasta los instantes donde cada segundo duele más que el próximo.

   Ricardo completó el puzzle que decía esto: 

   Querido Ricardo, hasta aquí llegó mi amor. Te escribo de esta forma, como a ti te gusta, y para que asimiles la noticia de a poco. Sé que no te agradará el abandono. No quería salir así, como un ladrón, pero es lo mejor. Despedidas para qué. No te hagas preguntas inútiles, la gota que rebalsó el vaso fue el extravío de mi pierna derecha. La encontré dentro de la heladera, creo que fue cuando fuiste a buscar agua. Antes que me olvide, revolviendo toda la casa detrás de mi pierna perdida también encontré tres piezas de rompecabezas. No sé a cuales correspondan ¡tienes tantos!, pero te resultará placentero armar uno por uno para encajar cada pieza. Sinceramente, espero que un día te enamores de una mujer de verdad y no de una imitación como yo. Si lo sé, no la podrás desarmar para volver a armarla cada vez que se te ocurra, pero bueno, tendrás que elegir mujer o muñeca, o resignarte a vivir quedándote solo cada dos por tres. 

Adiós y ¡hasta la vista, baby! 

Barbie 

   Ricardo enjugó algunas lágrimas y miró la hora; no encontraría ninguna juguetería abierta ya, y para peor al otro día era feriado.                                                                            

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PUZZLE por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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PREGUNTA SIN RESPUESTA

 Habían violado y matado a una niña en el interior del país y los vecinos, identificado el supuesto autor y haciendo justicia por mano propia, lo habían linchado y matado a golpes. 

   El periodista del canal de televisión le preguntó a un jurista si las autoridades no investigarían a los autores del asesinato del supuesto autor del hediondo crimen, porque, según él, hacer justicia por mano propia no era lo correcto, que para eso estaba la ley que debía ser cumplida como era debido. Inmediatamente yo me pregunté a cuál ley se referiría el periodista, si a la que condena a un ciudadano honesto que al ser asaltado y por querer defenderse desarma al asaltante y fortuitamente acaba matándolo, o a la justicia que no hace nada para condenar y encarcelar a políticos corruptos, que en la mayoría de las veces hasta mueren antes de ser condenados. Todavía no encuentro la respuesta. 

                                                                                     

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LA MUFA

  

Anoche el portero del edificio tuvo un sueño que mejor sería llamarlo de pesadilla: soñó que su mujer, doña María, lo traicionaba con Javier, el vecino nuevo del cuarto "A".  Pero, oh, conincidencia, porque no es que ella soñó con Javier: soñó que él era su marido y la corneaba con Emilia, la chica del primero "C". Pero, oh, re coincidencia, porque Javier también tuvo un mal sueño: soñó que estaba casado con Emilia, y que ella le metía los cuernos con el portero. Pero, oh, requete coincidencia,  porque con Emilia pasó casi lo mismo, con la diferencia que en su sueño estaba casada con el portero, y éste le bajaba el copete a doña María. 

   Y parece que eso de las coincidencias, váyase a saber por qué, continuó por la mañana cuando en un dado momento los cuatro coincidieron en el hall de entrada. El portero que volvía de arrojar algunas bolsas de basura, doña María que salía a comprar el pan, Emilia saliendo del ascensor y Javier emergiendo de las escaleras. 

   Malhumorados, rencorosos y todavía heridos se miraron con odio.

   El portero fulminó con la mirada a su esposa y a Javier, Emilia, con la misma intensidad fulminante lo acribilló a él y a doña María, que por su vez hizo lo mismo con ella y Javier, que no menos que dolorido que los otros, fulminó a Emilia y al portero.

   Malhumorados continuaron, rencorosos siguieron y todavía heridos ninguno le dio los buenos días a nadie. 

                                                                            

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LA MUFA por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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ENCUENTRO CON EL DIABLO

 No hay peor cosa para un fumador que quedarse sin fuego cuando ya no hay manera de conseguir ningún comercio abierto donde poder comprar un encendedor o una miserable caja de fósforos. 

   Dio vueltas y vueltas y cuando más vueltas daba más ganas de fumar tenía, hasta que no aguantó más y salió a la calle. 

   Caminaba sin rumbo, movido por la intuición, esperanzado de dar con algún bar abierto. Los pocos vehículos que circulaban a esa hora pasaban por él con tal aceleración que ni amagar a pararlos podía y a cada uno que pasaba detenía sus pasos y los seguía con la mirada por si acaso alguien dejaba caer una colilla encendida (imaginaba entonces el chisperío al dar el pucho contra el asfalto). 

   Hasta que en una oscura encrucijada vio a un hombre ardiendo en llamas. ¿Un bonzo?,  imposible, de otra manera no estaría parado lo más campante. ¿Un fantasma?, muy posible. "No importa, se dijo, fuego es fuego", y se dirigió con pasos rápidos al ser llameante, que apenas lo tuvo al lado le dirigió la palabra con una voz cavernosa, indudablemente inhumana. 

   ¿Sabes quién soy yo, hombre? El fumador sin fuego se acercó casi a punto de tocarlo, entonces arrimó el cigarrillo y lo encendió. Dio dos pitadas profundas y satisfactorias, después dijo: 

   Perdón, no le estaba prestando atención, ¿qué me decía? 

                                                                            

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CUIDADO CON EL CARTERO

 El perro apoyó la bicicleta en el muro de la casa y buscó la carta que debía entregar en ese domicilio. Tocó dos veces el timbre pero nadie salió a atender. Llamó, ladrando a voz de cuello, y nada de aparecer alguien para ver quién llamaba. Entonces abrió el portón, dispuesto a pasar la carta por debajo de la puerta. Cosa que no consiguió, pues no había dado ni tres pasos cuando, tan silencioso como una sombra, por detrás de un árbol apareció un cartero y le saltó encima, dándole una mordida en el garrón de una pata trasera que de inmediato le hizo desistir de la entrega. 

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¡CUIDADO CON EL CARTERO! por FRANCISCO A, BALDARENA se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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AMOR A PRIMERA VISTA

 Fue amor a primera vista, nos miramos como el poeta mira una flor y en ese instante supimos que era para siempre. En seguida él entró a la tienda y cuando me tomó entre sus manos, el roce de su piel me hizo sentir que estaba siendo tocada por las manos de la propia gloria. Finalmente nos fuimos juntos y nunca más nos separamos. Todas las noches él me da cuerda y yo bailo con la misma alegría de la primera vez. 

                                                                                  

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POLIFEMO

  

Esa mañana a Polifemo le costó mucho encontrar la comida, las ovejas y los humanos parecían haberse achicado. En el transcurso del día tuvo la plena certeza que estaba perdiendo la vista, los objetos se alejaban, al caminar lo hacía con pasos desconfiados. Esto lo alarmó enormemente, un descuido y ¡al abismo, Polifemo! 

   ¿Un solo ojo y encima chicato?, se lamentó. Tenía que hacer algo, y con urgencia. 

   Al día siguiente aventuró su andar hasta una óptica, donde pidió un par antejos de aumento. El dueño no dudó en responderle que en una librería encontraría lo que buscaba: una lupa. 

   Polifemo paseó la vista, la poca vista, en verdad, por las estanterías: solo había anteojos para gente con dos ojos, es decir, para gente normal. 

   Polifemo salió a la calle más desanimado que cuando entrara a la óptica. Nuevamente su andar sobre un suelo inestable lo llevó hasta una librería. Allí compró la lupa más grande que encontró, no le cubría todo el ojo pero era mejor que nada. Y aunque ahora focalizaba bastante bien los objetos, hacer lo que hiciera con una sola manos sería un inconveniente bastante inconveniente, pensó el gigante. 

    Vaya a ver a un zapatero, le sugirió el dueño de la librería. 

   El trayecto hasta lo del zapatero tampoco fue una maravilla. Polifemo se sintió ridículo, un botánico buscando plantas donde no las había, o un entomólogo buscando insectos donde solo había gente, o peor todavía, un detective tras las huellas de un criminal imaginario. 

   Eso deben pensar de mí, pensaba Polifemo mientras se aproximaba a lo del zapatero para que le hiciera un cinto para la cabeza, donde pensaba sujetar la lupa. 

   Listo, acá lo tiene, le dijo el zapatero, luego de terminar el larguísimo cinto. 

   A los dos días Polifemo volvió a lo del zapatero, esta vez le encargó una visera, pues el sol le había quemado las pestañas.

                                                                              

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EL SUICIDA Y EL LOCO

    Rapallo, Genova -  Febrero de 1883  Parado al borde del acantilado, Amedeo flexionó las piernas y cuando estaba a punto de dar el gran s...