martes, 3 de noviembre de 2020

LAS MALAS LENGUAS

  La muchacha entró a la cocina con la fuerza de un huracán. 

   ¡Mamá, mamá!, el conde Drácula me ha invitado a su castillo, ¿puedo ir?, preguntó, eufórica. 

   Claro, hija, dijo la madre, y le advirtió, pero no te olvides de bañarte con agua de ajo y de llevar el crucifijo. Sabes lo dicen sobre él las malas lenguas. 

                                                                         

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LAS MALAS LENGUAS por Francisco A. Baldarena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
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EL ÚLTIMO ADIÓS

 


El finado, tan apreciado, atrajo medio pueblo al velorio. Una a una las personas entraban, le daban sus condolencias a la viuda y se dirigían al cajón para el postrer saludo a quien fuera amigo tan querido. 

   Allá a las tantas apareció Jeremías, el mudo del pueblo, que como no podía hablar y la viuda no entendía el lenguaje de señas, había escrito en una hoja su sentido pésame. 

   Jeremías le entregó la hoja y siguió hasta el cajón. 

   Ella agradeció con un gesto de cabeza y leyó esto: NO TENGO PALABRAS PARA DECIR LO QUE SIENTO. 

   La viuda supo entender. 

                                                                

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PUZZLE

 

Ricardo abrió la puerta, regresaba del trabajo. Un sobre sobre la mesita ratona del living atrajo su mirada. Ricardo resopló y dejó caer los hombros. Un sobre sobre una mesita ratona que sea, o en la mesa del comedor, o en la mesada, o en la puerta de la heladera sujeto por un imán, lo que se ha de encontrar dentro nunca es bueno. Más aún si la casa está en silencio, Ricardo se acercó a la mesita presintiendo de antemano qué le esperaba al abrirlo. 

   Ricardo abrió con manos trémulas y los dedos fríos el sobre y de pie leyó: 

   El placentero amor vaso, hasta aquí llegó mi ladrón. Te escribo de esta pierna derecha como a ti te gusta y para que asimiles la Barbie de a poco para volver a preguntas. Sé que el abandono no quería salir así, como un Ricardo, pero es un día. No te hagas para armarla inútiles, la mejor que rebalsó mi imitación fue de extravío. La encontré Antes de la vista, creo que para fue cuando fuiste quedándote a buscar el dentro. agua que te resulte toda la casa detrás de sinceramente heladera  mi perdida pieza encontré tres tantos que correspondan de mujer. No sé a cuales encajar despedidas, querido. No te agradará que te cada enamores, pero espero la gota te ocurra de una yo de verdad mujer y no de una también como noticia. Si lo tendrás, no lo podrás baby cada vez que se me olvide armar uno por uno, pero bueno, sé que elegir Adiós o rompecabezas ¡tienes piezas!, o resignarte a vivir muñeca revolviendo solo vista dos por pierna. 

¡forma la hasta! y cada.

desarmar 

   Ricardo quiso admirar la inventiva de la carta, pero el momento no era propicio. Agarró lápiz y papel y se sentó en el sofá a descifrar la carta, lo que le demandó dos horas, lo que para él, tan aficionado al puzzle, caza palabras, crucigramas y rompecabezas, fue demasiado tiempo. Quizás porque a cada frese completada sentía como que el tiempo se alargaba para hasta los instantes donde cada segundo duele más que el próximo.

   Ricardo completó el puzzle que decía esto: 

   Querido Ricardo, hasta aquí llegó mi amor. Te escribo de esta forma, como a ti te gusta, y para que asimiles la noticia de a poco. Sé que no te agradará el abandono. No quería salir así, como un ladrón, pero es lo mejor. Despedidas para qué. No te hagas preguntas inútiles, la gota que rebalsó el vaso fue el extravío de mi pierna derecha. La encontré dentro de la heladera, creo que fue cuando fuiste a buscar agua. Antes que me olvide, revolviendo toda la casa detrás de mi pierna perdida también encontré tres piezas de rompecabezas. No sé a cuales correspondan ¡tienes tantos!, pero te resultará placentero armar uno por uno para encajar cada pieza. Sinceramente, espero que un día te enamores de una mujer de verdad y no de una imitación como yo. Si lo sé, no la podrás desarmar para volver a armarla cada vez que se te ocurra, pero bueno, tendrás que elegir mujer o muñeca, o resignarte a vivir quedándote solo cada dos por tres. 

Adiós y ¡hasta la vista, baby! 

Barbie 

   Ricardo enjugó algunas lágrimas y miró la hora; no encontraría ninguna juguetería abierta ya, y para peor al otro día era feriado.                                                                            

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PREGUNTA SIN RESPUESTA

 Habían violado y matado a una niña en el interior del país y los vecinos, identificado el supuesto autor y haciendo justicia por mano propia, lo habían linchado y matado a golpes. 

   El periodista del canal de televisión le preguntó a un jurista si las autoridades no investigarían a los autores del asesinato del supuesto autor del hediondo crimen, porque, según él, hacer justicia por mano propia no era lo correcto, que para eso estaba la ley que debía ser cumplida como era debido. Inmediatamente yo me pregunté a cuál ley se referiría el periodista, si a la que condena a un ciudadano honesto que al ser asaltado y por querer defenderse desarma al asaltante y fortuitamente acaba matándolo, o a la justicia que no hace nada para condenar y encarcelar a políticos corruptos, que en la mayoría de las veces hasta mueren antes de ser condenados. Todavía no encuentro la respuesta. 

                                                                                     

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LA MUFA

  

Anoche el portero del edificio tuvo un sueño que mejor sería llamarlo de pesadilla: soñó que su mujer, doña María, lo traicionaba con Javier, el vecino nuevo del cuarto "A".  Pero, oh, conincidencia, porque no es que ella soñó con Javier: soñó que él era su marido y la corneaba con Emilia, la chica del primero "C". Pero, oh, re coincidencia, porque Javier también tuvo un mal sueño: soñó que estaba casado con Emilia, y que ella le metía los cuernos con el portero. Pero, oh, requete coincidencia,  porque con Emilia pasó casi lo mismo, con la diferencia que en su sueño estaba casada con el portero, y éste le bajaba el copete a doña María. 

   Y parece que eso de las coincidencias, váyase a saber por qué, continuó por la mañana cuando en un dado momento los cuatro coincidieron en el hall de entrada. El portero que volvía de arrojar algunas bolsas de basura, doña María que salía a comprar el pan, Emilia saliendo del ascensor y Javier emergiendo de las escaleras. 

   Malhumorados, rencorosos y todavía heridos se miraron con odio.

   El portero fulminó con la mirada a su esposa y a Javier, Emilia, con la misma intensidad fulminante lo acribilló a él y a doña María, que por su vez hizo lo mismo con ella y Javier, que no menos que dolorido que los otros, fulminó a Emilia y al portero.

   Malhumorados continuaron, rencorosos siguieron y todavía heridos ninguno le dio los buenos días a nadie. 

                                                                            

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ENCUENTRO CON EL DIABLO

 No hay peor cosa para un fumador que quedarse sin fuego cuando ya no hay manera de conseguir ningún comercio abierto donde poder comprar un encendedor o una miserable caja de fósforos. 

   Dio vueltas y vueltas y cuando más vueltas daba más ganas de fumar tenía, hasta que no aguantó más y salió a la calle. 

   Caminaba sin rumbo, movido por la intuición, esperanzado de dar con algún bar abierto. Los pocos vehículos que circulaban a esa hora pasaban por él con tal aceleración que ni amagar a pararlos podía y a cada uno que pasaba detenía sus pasos y los seguía con la mirada por si acaso alguien dejaba caer una colilla encendida (imaginaba entonces el chisperío al dar el pucho contra el asfalto). 

   Hasta que en una oscura encrucijada vio a un hombre ardiendo en llamas. ¿Un bonzo?,  imposible, de otra manera no estaría parado lo más campante. ¿Un fantasma?, muy posible. "No importa, se dijo, fuego es fuego", y se dirigió con pasos rápidos al ser llameante, que apenas lo tuvo al lado le dirigió la palabra con una voz cavernosa, indudablemente inhumana. 

   ¿Sabes quién soy yo, hombre? El fumador sin fuego se acercó casi a punto de tocarlo, entonces arrimó el cigarrillo y lo encendió. Dio dos pitadas profundas y satisfactorias, después dijo: 

   Perdón, no le estaba prestando atención, ¿qué me decía? 

                                                                            

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CUIDADO CON EL CARTERO

 El perro apoyó la bicicleta en el muro de la casa y buscó la carta que debía entregar en ese domicilio. Tocó dos veces el timbre pero nadie salió a atender. Llamó, ladrando a voz de cuello, y nada de aparecer alguien para ver quién llamaba. Entonces abrió el portón, dispuesto a pasar la carta por debajo de la puerta. Cosa que no consiguió, pues no había dado ni tres pasos cuando, tan silencioso como una sombra, por detrás de un árbol apareció un cartero y le saltó encima, dándole una mordida en el garrón de una pata trasera que de inmediato le hizo desistir de la entrega. 

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EL SUICIDA Y EL LOCO

    Rapallo, Genova -  Febrero de 1883  Parado al borde del acantilado, Amedeo flexionó las piernas y cuando estaba a punto de dar el gran s...